2017 noviembre
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Último largometraje del realizador norteamericano Michael Cimino (“The Deer Hunter”, “Heaven’s Gate”), en el que Woody Harrelson interpreta a un joven médico de Los Ángeles con un brillante y adinerado futuro que un día, mientras trabajaba en el hospital, recibe el encargo de trasladar de centro a Blue, un paciente casi terminal (Jon Seda) de origen navajo, que llega esposado y desde un centro de menores, en donde cumple condena por asesinato. Gracias a la ayuda de un cómplice, Blue consigue una pistola y escapar secuestrando al médico, en una huida despesperada hacia la nación Navaja en la zona del Gran Cañón en Arizona, lugar en el que sus creencias le llevan a fantasear con que alcanzará la curación. Se trata de una película muy irregular, superior a “The Sicilian” y “Desperate Hours”, pero todavía muy inferior incluso a títulos de Cimino como “Thunderbolt And Lightfoot” o “The Year of the Dragon”. Ello se debe a que el director y los actores rara vez encuentran el tono de una película que duda entre el drama, el thriller, la “road movie”, la “buddy movie” e incluso la filosofía “new age” (atención a la aparición de Anne Bancroft), alternando algunos segmentos muy aceptables con otros que requieren una excesiva credulidad por parte del espectador.

Uno de los títulos más celebrados del cine del alemán Michael Haneke que, sobre la base de una novela de Elfriede Jelinek, adaptada para la pantalla por el propio Haneke, narra la historia de una profesora de piano (Isabelle Huppert) que, bien superados los cuarenta años de edad, vive una vida reprimida bajo el control de su madre (Annie Girardot), mostrando extrañas conductas sadomasoquistas. Sin embargo, un día, durante un recital, conoce a un joven pianista (Benoit Magimel) que se interesa por ella y que comienza a perseguirla hasta el punto de ingresar en el conservatorio para ser su alumno. Haneke enfoca la historia con su habitual parquedad y sequedad narrativa, de modo que “La Pianiste” es una película muy concisa que muestra lo más bajo de los personajes en toda su crudeza, sin intentar contentar al espectador en un solo minuto de su metraje. Los resultados, si bien no son ni apasionantes ni especialmente agradables de ver, son muy buenos, con grandes interpretaciones de todo el elenco y, cómo no, sobre todo de Huppert en el rol principal.

Descafeinada continuación de la película original de 1996, que parece ser que no toma más que algún detalle de la continuación literaria escrita por Irvine Welsh y publicada en el año 2002, con la que el director Danny Boyle y el guionista John Hodge recuperan a los cuatro protagonistas: Mark Renton (Ewan McGregor) vuelve a Escocia después de haber vivido casi veinte años en Holanda y pronto se reune con sus amigos, a los que robó el dinero que habían obtenido por una venta de drogas en la primera parte. “Sick boy”, ahora Simon (Jonny Lee Miller), que se dedica a grabar vídeos sexuales con los que extorsiona a sus víctimas; Spud (Ewen Bremner), que continúa siendo un drogadicto y Begbie (Robert Carlyle), que se ha fugado de la cárcel y desea matar a Renton. Los resultados son flojos, ya que la película nunca explora caminos nuevos ni desea ser algo más que un “revival” para fanáticos, dejando el ingenio y la frescura del original (que tampoco era perfecto) como un listón al que “T2” no se aproxima ni de lejos.

Emblemática producción de Billy Wilder, co-escrita por el propio director junto al guionista habitual de la segunda parte de su carrera, I.A.L. Diamond. En la misma, Jack Lemmon interpreta brillantemente a C.C. “Bud” Baxter, un oficinista de la ciudad de Nueva York con un grave problema: es arrendatario de un coqueto apartamento cerca de Central Park, el cual es demandado de forma constante por sus superiores para sus encuentros amorosos, bajo la promesa de futuros ascensos. La cosa se complica notablemente cuando Baxter flirtea con una simpática ascensorista (Shirley MacLaine) sin saber que es la amante del jefe de personal de la empresa (Fred MacMurray), que acaba de ascender a Baxter gracias al “préstamo” temporal de su vivienda. Wilder obtuvo los Óscar correspondientes al mejor guión, mejor director y mejor película por esta brillante película, que conjuga comedia y drama de forma estupenda –gracias a un Lemmon que hace creíble el personaje principal- y que es uno de los pilares fundamentales de la filmografía de su autor, junto a otros clásicos como “Double Indemnity” (1944), “Sunset Blvd” (1950) o “Witness for the Prosecution” (1957).

Adaptación de una obra teatral a cargo de Donald Bevan y Edmund Trzcinski, co-escrita para la pantalla por Billy Wilder y ambientada en un campo de prisioneros alemán durante la Segunda Guerra Mundial. En el mismo conviven en uno de sus barracones decenas de combatientes norteamericanos que han sido apresados por el bando nazi. Entre ellos se encuentra un Sargento del ejército de carácter muy cínico (William Holden), quien tras un fallido plan de fuga de dos hombres, es acusado por sus compañeros de ser el hombre que filtra a los alemanes información que los americanos pretenden ocultar a los nazis. Por ello, el Sargento, astutamente, intentará desenmascarar al verdadero infiltrado en sus filas. Sorprende en cierto modo que el tratamiento del film por parte de Wilder (que en aquél momento aún no era conocido por sus comedias, que vendrían después en su filmografía) sea en cierto modo cómico y relajado, teniendo en cuenta que fue un hombre que tuvo que huir de Alemania para escapar de los nazis, pero lo cierto es que es un film coral que funciona muy bien y en el que quizá ni siquiera sea Holden (ganador del Oscar al mejor actor por su papel) lo mejor del film. El director Otto Preminger interpretó el papel del jefe del campo de prisioneros, mientras que el futuro director Don Taylor, Robert Strauss, Harvey Lembeck y Peter Graves se ocuparon de los otros roles principales.

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