2020 junio
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Adaptación de una novela de Robert Harris, autor con el que el director Roman Polanski ya trabajó en “The Ghost Writer”, que a su vez está basada en la historia real de Alfred Dreyfus (Louis Garrel), un militar francés, judío, que fue erróneamente acusado y considerado culpable de un delito de alta traición, por el que fue enviado a la Isla del Diablo en la Guayana Francesa. Sin embargo, cuando es ascendido en los servicios secretos del ejército francés, el capitán Picquart (Jean Dujardin) tiene conocimiento de una serie de documentos que podrían significar que Dreyfus era inocente, así como que el procedimiento en que fue culpabilizado, habría sido un fraude en colaboración con el ejército, la justicia y el gobierno francés. Se trata de una sobria película de Polanski, lejos de sus mayores logros como cineasta, pero interesante y bien llevada, que como cabría esperar, sugiere determinados paralelismos con la vida del propio director, además de un crítico retrato del antisemitismo imperante en la Francia de finales del siglo XIX. Emmanuelle Seigner, Grégory Gadebois, Hervé Pierre, Vincent Perez y Mathieu Amalric, entre otros, completan el reparto del film.

Uno de los títulos más celebrados de la carrera del director norteamericano John Frankenheimer (aunque no es el mejor) fue esta adaptación de una novela de David Ely cuyo planteamiento sci-fi bien podría haber perfectamente el de series como “Twilight Zone”: un banquero, hombre de mediana edad hastiado de su vida (John Randolph) es contactado a través de un amigo para hacerse cliente de una empresa que ofrece un curioso servicio, consistente en fingir la muerte del individuo, cambiar sus rasgos e identidad mediante la cirugía y crear para él una nueva vida. De modo que el hombre se convierte en un apuesto pintor (Rock Hudson) de la noche a la mañana y es alojado en una vivienda de lujo en Malibú, pero sin remediar el vacío existencial previo. A pesar de su prestigio actual, “Seconds” fue originalmente un fracaso comercial que no funcionó ni como ciencia-ficción o crítica social (el público no aceptaba a Hudson en esa temática) ni como vehículo al servicio del actor. Lo cierto es que es una película de desarrollo y narrativa casi experimental en muchos aspectos y que no es sencilla a pesar de lo que su argumento pudiera sugerir, de modo que dicho fracaso no es por completo incomprensible.

Adaptación cinematográfica de una novela de Nevil Shute, dirigida y producida por Stanley Kramer y ambientada en un futuro próximo en Australia, lugar en el que viven los últimos supervivientes en la Tierra del Holocausto nuclear provocado por la guerra entre EEUU y la URSS. Un submarino norteamericano (capitaneado por Gregory Peck) se encuentra en esta aguas y se dispone a efectuar un reconocimiento por el océano pacífico para verificar cuánto tiempo tardará en llegar la temida radiación hasta el último rincón del planeta. Mientras tanto, una serie de personajes (Anthony Perkins, como un militar asignado al submarino de Peck, Fred Astaire, como un especialista en radiación, o Ava Gardner, como la mujer con la que Peck vive un romance mientras trata de decidir si puede olvidar a su fallecida familia o no) pasan los que pueden ser sus últimos momentos de vida. Los resultados son irregulares, porque la mezcla de drama romántico y ciencia ficción con mensaje antinuclear y antibelicista (muy propio de un liberal como Kramer) nunca termina de encajar y, además, la película sufre problemas por su exagerada duración –supera ampliamente las dos horas de proyección- y altibajos de ritmo y tono, por mucho que posea un final potente que mitigue parcialmente dichos inconvenientes.

Ambicioso proyecto de Warren Beatty, que protagonizó, escribió, dirigió y produjo esta adaptación de la vida del periodista norteamericano John Reed, famoso por su implicación en la revolución rusa de 1917 y por haber intentado llevar al comunismo a los Estados Unidos a través de una serie de intentos políticos fallidos que desembocaron en su exilio permanente a la URSS, en donde fue enterrado en el Kremlin a su fallecimiento. Junto a Beatty, un grupo de importantes actores se implicaron en el proyecto, destacando sobre todo Diane Keaton en el papel de Louise Bryant, la esposa de Reed, pero también Jack Nicholson, Maureen Stapleton, Paul Sorvino o hasta Gene Hackman en un par de breves escenas. Rodada durante muchos meses en Gran Bretaña, Finlandia y España, principalmente, “Reds” obtuvo tres premios Oscar (director, fotografía y actriz secundaria para Stapleton) y funciona realmente bien en su primera mitad, siendo la segunda parte, ambientada en la Rusia revolucionaria, la que curiosamente es más confusa y menos interesante. Con todo, es una película sofisticada e importante, que no ha perdido un ápice de su poderío casi cuatro décadas después de su rodaje y estreno.

Adaptación cinematográfica del cortometraje “Diversion” (James Dearden, 1980), escrita para la pantalla por el propio director y guionista del mismo. El argumento es de sobra conocido: un abogado (Michael Douglas), felizmente casado con su esposa (Anne Archer) y padre de una niña, conoce a una mujer (Glenn Close) y pasa un fin de semana con ella aprovechando la ausencia de su familia. Lo que para él es una relación esporádica, sin embargo, parece no serlo para la mujer, que se obsesiona con él y rechaza dar por terminada su relación. Parece ser que “Fatal Atracction”, una de las películas más polémicas (y taquilleras) de su época, fue un proyecto que desecharon, entre otros, cineastas como John Carpenter y Brian de Palma, antes de caer en manos del británico Adrian Lyne, conocido en aquél momento por sus trabajos publicitarios y éxitos en cine como “Flashdance” (1983) o “Nine and ½ Weeks” (1986), que obtuvo con la presente película sus mayores cotas de prestigio, incluyendo nominaciones al Oscar a la mejor película y al mejor director. Close, en su papel de víctima o villana, según el prisma bajo el que se observe, así como Anne Archer, fueron candidatas al premio, lo mismo que el guión adaptado de James Dearden y el montaje de Michael Kahn y Peter E. Berger.

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