Adaptación de una novela de Ray Bradbury escrita para la pantalla por el mismo escritor, que tiene como protagonistas a dos jóvenes que viven en un pequeño pueblo norteamericano al que una noche de principios de otoño llega una extraña feria liderada por Mr. Dark (Jonathan Price), un individuo con diabólicos poderes que parece querer satisfacer las fantasías secretas de los habitantes del pueblo. Mr. Dark tratará de abducir a los dos jóvenes, que reciben la ayuda del padre de uno de ellos (Jason Robards). Producida por Walt Disney en una época en que parecían apostar por un cine más adulto (en esta misma época se produjo también “The Black Cauldron”, estrenada en 1985), el film fue encargado al director de “The Innocents”, Jack Clayton, pero sin embargo es una película fallida (con cambios de última hora, eliminando y añadiendo nuevas secuencias a cargo de otro equipo, e incluso una nueva banda sonora a cargo de James Horner) que no es capaz de satisfacer ni al público adulto ni al más joven, seguramente incapaz de entender los temas (la lucha del bien contra el mal) de la novela de Bradbury.
El director de fotografía fue el californiano Stephen H. Burum [ASC], retirado desde que en 2004 cumplió los sesenta y cinco años de edad. Hombre de explosión tardía en el mundo del cine, fue compañero de clase de Francis Coppola en el colegio, quien confió en él cuando el rodaje de “Apocalypse Now” (1979) se complicó en Filipinas, encargándole la dirección y dirección de fotografía de segunda unidad de la película. Ese mismo año participa en el rodaje de “The Black Stallion” (1979) con unas tomas adicionales, dando comienzo a una carrera que incluye títulos como “The Entity” (Sidney Furie, 1982), “The Outsiders” y “Rumble Fish” (Francis Coppola, 1983), “St. Elmo’s Fire” (Joel Schumacher, 1985), “War of the Roses” (Danny de Vito, 1989) o “Hoffa” (Danny De Vito, 1992), por la que obtuvo su única nominación al Oscar. Por supuesto, Burum es célebre como consecuencia de su colaboración con Brian de Palma, con el que rodó ocho películas, comenzando con “Body Double” en 1984 y hasta “Mission to Mars” en 2002, incluyendo clásicos como “The Untouchables”, por la que fue nominada por sus compañeros de la American Society of Cinematographers (ASC) a la mejor fotografía del año, “Carlito’s Way” y “Mission: Impossible”.
A priori, la fotografía de “Something Wicked This Way Comes” debía de ser un proyecto muy interesante para Burum, ya que el film, por su temática, debería de haber sido una película de una enorme atmósfera, tensión e imagen cautivadora. De hecho, la producción acudió a un diseñador de producción especialista a tal efecto, Richard MacDonald (“The Servant”, “The Heretic: Exorcist II”), a fin de construir el pueblo en el que transcurre la acción y, por supuesto, la propia feria en la que se centra la narrativa. Pero bien sea porque la propia producción en sí fue fallida o por otro motivo, el resultado final es un tanto deslabazado y sólo consigue resultados óptimos de manera muy puntual. Burum, un hombre de formación clásica (de hecho, fue ayudante de directores de fotografía como James Wong Howe cuando estos acudían a dar clases) y amante del cine negro de los años 40 y 50 en blanco y negro, realiza un trabajo que recoge las nuevas tendencias de los años 80, pero con el espíritu de la fotografía de décadas pasadas, lo cual es quizá su sello de identidad. Así pues, como en sus otros films, Burum emplea normalmente luz suave sobre los actores (siempre a través de luces fresnel, bien filtradas o bien rebotadas) pero mucha luz dura sobre los decorados y los fondos. Por eso sus películas tienen habitualmente mucha profundidad y un fuerte contraste, algo aplicable a “Something Wicked This Way Comes”.
Ello la distingue de films punteros a nivel estético de su misma época (como pudiera ser el trabajo de Allen Daviau en “E.T. The Extraterrestrial”, rodada más o menos al tiempo que este film), ya que Burum sigue la estela de los clásicos norteamericanos y rechaza técnicas como la iluminación desde una única fuente, la difusión o los contraluces que estaban tan de moda a raíz de “Alien” o “Blade Runner”. Sus escenas nocturnas, uno de sus puntos fuertes en otras películas, son aquí irregulares, ya que aunque en algunos momentos utiliza de forma muy correcta luces de arco en los fondos (o los entonces aún novedosos HMIs), en otros instantes en los que los jóvenes protagonistas están en los bosques o yendo hacia la feria siniestra que da título al film, se percibe claramente que hay un exceso de luz. También hay algunos momentos, en exteriores diurnos, en que la luz de relleno sobre los personajes de Jonathan Price o Jason Robards es excesiva y más en la línea de un Western de los años 60 que de un film ya de los años 80, inconvenientes pulidos en obras posteriores de este operador.
Los resultados, por lo tanto, son irregulares, pero no menos que los de la propia película en sí, cuya premisa debía de haber entregado unos resultados muy superiores a los finales. Bien sea por los problemas que tuvieron Bradbury y Clayton durante el rodaje (dejaron de hablarse cuando el director contrató a un guionista para reescribir el guión de Bradbury) o bien porque el director fue despedido durante la post-producción, siendo el film completado con escenas rodadas a posteriori (como el pastiche de las tarántulas) y con muchos efectos visuales que no estaban previstos inicialmente, lo cierto es que los resultados, teniendo en cuenta la trayectoria y talento de los nombres implicados en el proyecto, resultan bastante decepcionantes.
Título en España: El Carnaval de las Tinieblas
Año de Producción: 1983
Director: Jack Clayton
Director de Fotografía: Stephen H. Burum, ASC
Ópticas: Panavision Esféricas
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Otros: fotografía adicional de Jan Kiesser, ASC
Vista en HDTV
© Ignacio Aguilar, 2018.