Continuación de «The French Connection» (1971), la película original de William Friedkin, que nuevamente tiene como protagonista a Gene Hackman en el papel de ‘Popeye Doyle’, el policía de Nueva York que en la primera entrega luchaba contra la organización de un contrabandista francés (Fernando Rey) al que también trataba de dar caza. Y en esta ocasión, la acción se sitúa en la ciudad de origen de éste, Marsella, a donde Doyle se traslada para continuar con su misión. Gene Hackman es, junto con Fernando Rey, el único miembro del reparto y equipo originales (más allá del músico Don Ellis) que retorna en esta secuela, que en cambio está dirigida con un notable pulso por John Frankenheimer, especialista además en todo tipo de carreras y persecuciones como las que aquí aparecen en pantalla. La película sostiene bien el tipo con respecto a la primera parte, más allá de las desfasadas escenas sobre la confusión entre el americano y sus colegas franceses, destacando una parte central muy curiosa en la que el personaje de Hackman, secuestrado, es convertido en adicto a la heroína.

El director de fotografía fue el francés Claude Renoir, a quien Frankenheimer ya conocía de su película «The Horsemen» (1971), que Renoir terminó para el director después de que el director de fotografía original, James Wong Howe, dejase el proyecto tras un par de semanas de rodaje (curiosamente en una película que comenzó a rodarse en 65mm y, tras algunas semanas de rodaje, Columbia Pictures ordenó el cambio a 35mm anamórfico). Claude Renoir, por otro lado, era el sobrino del cineasta francés Jean Renoir, en cuyos equipos trabajó en su etapa de formación antes de ser director de fotografía. Y posteriormente, para Renoir, Claude por ejemplo trabajó en «The River», en formato Technicolor de tres bandas, además de en películas como «Les Amants de Teruel» (Raymond Rouleau, 1962), «L’Heure de la Vérité» (Henri Calef, 1965) o incluso con Louis de Funès y Bourvil en «La Grande Vadroille» (Gerard Oury, 1966). En el cine internacional se prodigó bastante, con trabajos en las segundas unidades de «Cleopatra» (Joseph Mankiewicz, 1963) y «Circus World» (Henry Hathaway, 1964), así como trabajos ya como primer operador en «Barbarella» (Roger Vadim, 1968) o el más famoso, en «The Spy Who Loved Me» (Lewis Gilbert, 1977), el mejor título de Roger Moore con James Bond y uno de los mejores de toda la serie. Iba a hacerse cargo también de «Moonraker» (1979), pero sus problemas de visión, que le dificultaron ya terminan la anterior película, le hicieron tener que dejar el rodaje tras rodar las escenas del carnaval brasileño al inicio de la producción.

La imagen de «French Connection II» continúa en cierto modo la estela de la del original, que también tenía por cierto escenas rodadas en Marsella, aunque apuesta en este caso por un estilo más sucio para todos los exteriores de la ciudad francesa, que en lugar de tener el aspecto soleado y con cielos azules con que la fotografió Owen Roizman, ahora posee cielos grisáceos y sobreexpuestos y una paleta de color más grisácea. Es decir, Renoir fotografía Marsella de una manera parecida a la que empleaba Roizman con Nueva York, en lugar de aportar la visión de un extranjero sobre la ciudad. Y por ello no es extraño que si por algo destaca «French Connection II» es por la visión degradada de la misma que aparece en pantalla, con todos sus callejones, portales e interiores de bares y hoteles de mala muerte que poseen un aspecto cualquier cosa menos acogedor. El estilo de filmación de John Frankenheimer es parecido al de William Friedkin en el original, ya que ambos eran cineastas de la misma generación, ambos surgieron de la televisión y ambos se caracterizaban por su apuesta por el realismo, a veces casi documental, de sus películas. Y en el caso de «French Connection II», Frankenheimer emplea mucho zooms de largo recorrido (seguramente Cooke o Angenieux 25-250mm), tanto como focal variable como para hacer acercamientos y alejamientos de la imagen sin mover la cámara de sitio, además de mucha, muchísima cámara en mano, una de sus principales características como director, todo ello a fin de que el film resulte mucho más cercano y próximo para el espectador, que casi puede «oler» las calles de Marsella.

A pesar que en este caso Renoir y Frankenheimer prescindieron del formato anamórfico (seguramente, para mantener cierta coherencia en este aspecto con la película original), el director de fotografía francés continúa utilizando niveles de luz relativamente altos y bastante luz dura. Tan altos como para poder utilizar el zoom incluso en muchos interiores noche, pero no tan dura como para que su fotografía resulte teatral; hay en esta dureza de la imagen un cierto aspecto crudo, casi desnudo (efecto potenciado por la dirección de arte, por ejemplo, en todas las secuencias en que Hackman es drogado o sufre «el mono» posterior) que precisamente las hace más creíbles y realistas. Por otro lado, sí que es cierto que hay ciertos esfuerzos por parte de Claude Renoir para justificar su luz, bien sea en las farolas por la noche, en lámparas integradas en interiores o con luces colgantes en el interior de la comisaría. Pero lo que resulta más realista, dentro de un aspecto híbrido en el que el planteamiento no es del todo consistente, es cuando Renoir y Frankenheimer salen a rodar a la calle con sus cámaras equipadas con zooms y no emplean (o casi no emplean) luz alguna en exteriores, algo que es especialmente evidente por ejemplo en la parte final, durante la persecución, o con interiores como el de Gene Hackman dentro del coche, rodado claramente exponiendo para el exterior y dejando al actor más en penumbra.

Los resultados son bastante interesantes, sobre todo por ese aspecto degradado de la ciudad, que asimila Marsella al Nueva York de la primera película, pero sobre todo, quizá, por esa capacidad de John Frankenheimer para coreografiar persecuciones como la del final de la película, con acciones muy bien marcadas y empleo de multicámaras, todo ello bien resuelto además por el solvente montador Tom Rolf a la hora de ordenar los planos para el espectador. Entre estos, se incluyen además unos poderosos planos de punto de vista del personaje de Gene Hackman mientras persigue al de Fernando Rey, en los que la imagen es granulada, borrosa y casi defectuosa, como si se hubieran rodado con una cámara muy ligera de 16mm e hinchado a 35mm para simular la visión de un hombre a cuyo cerebro, de tanto correr, no le llega el riego adecuado. Por ello, aunque no es un título de la envergadura de «The Train» o «Seven Days in May«, es decir, de los más grandes de su director, sí que está en una segunda escala de su filmografía (como «Black Sunday«) constituyendo una buena película en sí misma y desde luego una secuela quizá tan innecesaria como, aunque parezca contradictorio, muy digna a la par que interesante.
Título en España: French Connection II
Año de Producción: 1975
Director: John Frankenheimer
Director de Fotografía: Claude Renoir
Ópticas: Panavision esféricas
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Vista en HDTV
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