Adaptación de la novela de Gillian Flynn, a cargo de la propia autora, que gira en torno a la desaparición de una mujer (Rosamund Pike), el día en que se cumplen cinco años de su dificil matrimonio con un hombre (Ben Affleck) que rápidamente se convierte en el principal sospechoso del caso. David Fincher, en tan buena forma como en sus trabajos más recientes (“The Social Network”, “The Girl With The Dragon Tattoo”) extrae todo el jugo posible del texto y lo convierte en todo un análisis de las relaciones matrimoniales, bajo el pretexto de un elegantísimo y maravillosamente bien narrado thriller que tiene ecos tanto del cine de Alfred Hitchcock como de “The Bonfire of the Vanities”, el best-seller de Tom Wolfe sobre el amarillismo en el tratamiento de noticias por los medios de comunicación (destrozado por Brian de Palma en su adaptación cinematográfica). Los resultados son muy buenos, intensos e impredecibles y demuestran que Fincher -con su milimétrica puesta en escena- no es solo el realizador de más talento de su generación (incluso es capaz de extraer una correcta interpretación de Ben Affleck), sino que está a la altura de los grandes maestros de todos los tiempos. Neil Patrick Harris, David Clennon, Tyler Perry, Carrie Coon y Kim Dickens completan el reparto de uno de los platos fuertes de la temporada de Hollywood.
El director de fotografía es Jeff Cronenweth [ASC], por cuarta vez en la filmografía de Fincher, ya que el hijo del autor de “Blade Runner” ya estuvo al mando como primer operador en “Fight Club” (1999), “The Social Network” (2009) y “The Girl With The Dragon Tattoo” (2011). Precisamente, Fincher tuvo una mala experiencia durante el rodaje de este film, ya que originalmente contrató a un operador sueco (país en el que fue rodado), pero a las pocas semanas de comenzar la filmación, tuvo que sustituirlo y hacer que Cronenweth se incorporase al rodaje sobre la marcha. Después de aquéllo, Fincher, que también tenía una sólida relación profesional con el desgraciadamente desaparecido Harris Savides (“The Game”, “Zodiac”), seguramente haya preferido jugar sobre seguro y confiar de nuevo en un hombre que siempre ha estado a su lado, desde antes incluso de que se lanzase a la dirección con “Alien 3”, de la que Cronenweth padre fue el director de fotografía original. Jeff ha sido nominado al Oscar y por sus compañeros de la ASC por sus dos trabajos inmediatamente anteriores para Fincher, aunque su ocupación principal cuando no rueda con este director son los anuncios publicitarios o los videos musicales, y en su carrera en cine destacan títulos como “K-19: The Widowmaker” (Kathleen Bigelow, 2002) o la fallida “Hitchcock” (Sacha Gervasi, 2013).
David Fincher, como Steven Soderbergh, es un director que ha establecido una sólida relación con RED, el fabricante de cámaras y equipos de filmación digital. Ya fue uno de los primeros directores de Hollywood en apostar por la HD como un formato alternativo a los 35mm, con “Zodiac” (2007) y “The Curious Case of Benjamin Button” (2008), la primera de ellas rodada exclusivamente con la Thomson Viper Filmstream y la segunda, con la Viper y parcialmente, con la Sony F-23. Pero después, ha venido trabajando con equipos RED, y además, estrenando las nuevas creaciones de la marca: en “The Social Network” fue el primero en utilizar la Red One con el sensor Mysterium-X y en “The Girl With The Dragon Tattoo” adoptó la Red Epic en mitad del rodaje, cuando las tarjetas de grabación de ésta estuvieron disponibles. En el caso de “Gone Girl”, Fincher y Cronenweth fueron los primeros en utilizar íntegramente en un largometraje la Red Epic con su nuevo sensor Dragon, que ofrece más resolución (6K), tonos de piel mejorados y latitud extendida en relación al modelo previo. Y además, Fincher y Cronenweth han utilizado un nuevo juego de ópticas, la Leica Summilux-C, en lugar de las Arri/Zeiss Master Primes de las dos películas anteriores. Las Leica, en comparación, parece que tienen un look más parecido al de unas Cooke S4 que al de las Master Prime, con la ventaja añadida de que su apertura máxima es T/1.4.
Tanto para sus detractores, como para sus defensores, la imagen de “Gone Girl”, a pesar de las novedades técnicas, es puro Fincher y en ella el realizador continúa la misma línea con la que se le viene identificando desde los tiempos de “Se7en” (1995), aunque poco a poco haya ido puliendo y mejorando un estilo en el que Jeff Cronenweth se maneja a la perfección. Se trata, cómo no, de una película muy oscura, tanto en sus interiores como incluso en sus escenas exteriores. El clima de la película, muy sombrío por tanto, está muy a juego con la narración, en la que los personajes siempre parecen esconder algo, o mostrar dobles caras entre ellos, o sobre todo, de cara al exterior. Para plasmarlo en pantalla, aunque “Gone Girl” es una producción que cuenta con todos los lujos que sólo el cine de Hollywood puede permitirse, los cineastas utilizan un planteamiento que, realmente, es mucho más sencillo de lo que aparenta.
Toda la película está rodada con la idea de que su estética resulte lo más natural posible, pero siempre con mucho contraste, negros profundos y un férreo control sobre las fuentes de luz, para que las sombras recaigan siempre sobre las zonas que interesan a Fincher y Cronenweth. En sus interiores diurnos, se sirven de las ventanas para hacer que luz suave inunde las estancias, generalmente con un tono ligeramente azulado que refuerza la frialdad de la historia. La filosofía claramente consiste en iluminar los decorados, y no a los actores, sobre los que se aprecia un mayor esfuerzo por evitar que la luz incida sobre ellos y mantenerlos en silueta o en sombra, que por mostrarlos claramente. Realmente, se los ve mejor cuando se encuentran en dependencias como las policiales, iluminadas con luz fluorescente cenital, que en su propia casa, en la que los niveles de oscuridad a veces resultan llamativos. En los interiores nocturnos, Cronenweth aplica la misma filosofía, solo que en esta ocasión empleando el color cálido de la luz de tungsteno y añadiéndole el tono verdoso que, desde hace años, identifica a las películas del director. En estas escenas nocturnas, el operador se sirve de las lámparas integradas en el decorado o apliques para generar sus fuentes de luz, y simplemente parece que utiliza algo de luz rebotada (pero no mucha) para hacer que se perciban los rasgos de sus actores. El efecto es natural, pero con el viraje de color, a la vez es estético y atmosférico. A nadie que sea conocedor de la obra de Fincher le sorprenderá.
Los exteriores nocturnos también poseen la misma filosofía naturalista y se sirven de grandes aperturas de diafragma (en torno a T/2.0) para conseguir que grandes áreas de las localizaciones del estado de Missouri puedan verse en la oscuridad sólo con la luz de las farolas o unos pocos aparatos de iluminación cinematográfica. Excepto en algunos instantes en interiores noche, Cronenweth y Fincher prescinden del color azul y, de hecho, las noches de “Gone Girl” se identifican más con el color amarillento del mercurio de sodio, con áreas iluminadas y otras en las que la imagen transiciona hacia el negro más absoluto de forma muy natural. Los exteriores diurnos son escasos, pero también lucen iluminados exclusivamente por la luz disponible, eso sí, escogiendo muy bien su dirección (véase al respecto la escena en que Affleck habla con su suegra mientras buscan a su desaparecida esposa). La cámara del realizador se muestra tan precisa como siempre, con un estilo casi invisible que, como regla general, utiliza focales entre el angular (20mm) y las medias (40mm), con una estrecha profundidad de campo fruto de rodar a grandes aperturas de diafragma en casi toda circunstancia.
Lo curioso es que, como ocurre en otros títulos de Fincher, como por ejemplo en las copias cinematográficas de “Se7en”, es que todo el film es muy oscuro, incluyendo estos exteriores diurnos. Esta circunstancia es quizá la elección más discutible del film a nivel estético, porque de esta forma se pierde un poco el efecto de la oscuridad de muchas escenas, al no existir un contraste entre escenas diurnas y nocturnas, y exige mucho esfuerzo al ojo del espectador, que parece que está asistiendo a una proyección en la que la bombilla del proyector no tiene la suficiente potencia o está desgastada. Por otro lado, habrá quienes critiquen, como sucedía en el caso de Christopher Nolan y Wally Pfister, que el estilo es tan parecido al de obras anteriores que “Gone Girl” parece una secuela visual de las mismas. Y en cierto modo, aunque existe la misma técnica superlativa y su aplicación artística está aquí refinada, e incluso va más allá en cuanto al riesgo que supone aplicar estos niveles de oscuridad en un film de pretensiones comerciales, hay algo de cierto en dicha presunción. Pero mientras David Fincher y Jeff Cronenweth sean capaces de seguir creando películas tan soberbiamente dirigidas, con imágenes tan poderosas de principio a fin, a nosotros desde luego no nos importa que sigan “repitiéndose”.
Título en España: Perdida
Año de Producción: 2014
Director: David Fincher
Director de Fotografía: Jeff Cronenweth, ASC
Ópticas: Leica Summilux-C
Formato y Relación de Aspecto: Red Epic Dragon (Redcode RAW 6K), 2.4:1
Vista en DCP
© Ignacio Aguilar, 2014.