Adaptación de una novela de Jim Harrison en la que Brad Pitt, entonces ídolo de adolescentes femeninas, interpreta a uno de los tres hermanos protagonistas de esta historia (Aidan Quinn y Henry Thomas son los otros dos), hijos de un antiguo militar y terrateniente (un terriblemente desaprovechado Anthony Hopkins), que marchan a la primera guerra mundial justo en el momento en que una mujer (Julia Ormond) aparece en su vida con funestas consecuencias. A pesar de sus formas y aroma clásico, la película resulta fallida y folletinesca principalmente debido a la torpe dirección de Edward Zwick, quien más allá de obtener un buen partido de los elevados valores de producción, se confirmó como un director de lo más discreto.
El director de fotografía fue el norteamericano John Toll [ASC], el cual se encontraba al inicio de su carrera como jefe de departamento –éste fue su segundo largometraje, tras haber rodado “Wind” (Carroll Ballard, 1992)- pero ya llevaba una larguísima carrera a sus espaldas como operador de cámara, a las órdenes de algunos de los más importantes directores de fotografía de las dos décadas anteriores: John A. Alonzo, Allen Daviau, Jordan Cronenweth, Conrad Hall o Haskell Wexler, lo cual le hacía heredero directo de la excelente generación que rompió el estilo del tradicional sistema de estudios del cine EEUU. Toll obtuvo el Oscar por este trabajo, así como por el siguiente que realizó (“Braveheart”, Mel Gibson, 1995), aunque curiosamente sólo obtuvo una nominación por el que hasta la fecha es su mejor trabajo (“The Thin Red Line”, Terrence Malick, 1998), sin que desde entonces haya podido demostrar su mejor faceta –la de paisajista con un excelente dominio de la luz natural en exteriores- más que de forma puntual, con muchos trabajos y films a sus espaldas que no aprovechan en absoluto sus cualidades.
Uno de los aspectos que sorprenden de la imagen de “Legends of the Fall” es la renuncia al formato panorámico anamórfico, causada en parte, al parecer, a que en el momento de rodaje de la película Panavision no podía ofrecer los suficientes juegos de lentes para escenas como las de la primera guerra mundial, mientras que Toll no se encontraba cómodo con otros formatos anamórficos –en la época, J-D-C Scope y Technovision- y tampoco quiso utilizar el formato Super 35 y renunciar a la posibilidad de obtener copias por contacto de su negativo original. De esta forma, los cineastas se decantaron por el formato tradicional 1.85:1, procurando además dar énfasis a los elementos verticales –como las montañas- de sus escenarios. Como curiosidad, cabe mencionar que Toll también mostró su disgusto ante la decisión de Kodak de descatalogar la mítica emulsión 5247 durante el rodaje –introducida por ver primera en 1974 en las escenas de efectos visuales de “The Towering Inferno”-, puesto que consideraba a su sustituta (la 5248) como una emulsión inferior.
La imagen de “Legends of the Fall” destaca, como hemos adelantado, por el magnífico aprovechamiento que hace Toll de sus exteriores, muchos de ellos captados por teleobjetivos tanto para mostrar a los personajes en los mismos como para otorgar una mayor presencia a las montañas y fondos sobre los que se desarrolla la historia, captando así con gran belleza los escenarios canadienses. Aunque en determinados instantes la sombra de Néstor Almendros y “Days of Heaven” es evidente con el uso de la hora mágica, lo cierto es que tampoco son muchas las escenas captadas durante el crepúsculo, sino que más bien lo que hace Toll es evitar las horas centrales el día y utilizar en su lugar los momentos en los que el sol rinde en su plenitud pero desde un ángulo más bajo, con los personajes situados casi siempre a contraluz y muy poco o escaso relleno, siempre, además, mediante rebotes de la luz natural sobre los personajes y nunca mediante la introducción de luz artificial convenientemente difuminada. A resaltar también es el tratamiento que recibe Brad Pitt, con sus cabellos al viento casi siempre tocados por el sol, como si de una estrella femenina se tratara.
Los interiores del film siguen también un claro patrón naturalista, ya que Toll suele fijar una ventana como fuente de iluminación principal e ilumina con luz suave y contrastada la totalidad de las estancias desde ese mismo y único ángulo, muchas veces con un ligero tono azulado para generar un ambiente algo frío. Son algo menos exitosas sus escenas interiores nocturnas, en las que simula que lámparas de aceite proporcionan la cálida iluminación, pues a pesar de que consigue un buen aspecto, éste quizá sea algo plano y muchas veces demasiado intenso para resultar creíble como una luz real. Sin duda, en cualquier caso, lo menos logrado de su aproximamiento son los exteriores nocturnos, como el del ataque del oso al inicio o la batalla de la primera guerra mundial, en los que a pesar de que emplea fuentes muy grandes y muy alejadas, nunca consigue que éstas obtengan un aspecto creíble, quedándose más bien en el clásico tono azulado de aspecto teatral que funciona más por convención que por su veracidad. Los feísimos ralentizados que aparecen en algunas de las escenas de cierre, que hacen mucho daño al film, parecen más bien creados durante el proceso de montaje, sin que por ello puedan serle achacados a Toll.
El conjunto, a pesar de sus problemas, es muy notable, dotando a las imágenes del requerido preciosismo cuando es necesario, pero siempre partiendo de la estética naturalista que siempre ha caracterizado a su operador y, aunque quizá su prestigio fue exagerado en un año de muy fuerte competencia, lo cierto es que permanece como uno de los mejores trabajos de exteriores de su década, a pesar que el conjunto del film no sea tan exitoso.
Título en España: Leyendas de Pasión
Año de Producción: 1994
Director: Edward Zwick
Director de Fotografía: John Toll, ASC
Ópticas: Panavision Primo, Canon 200mm T/1.8, Canon 150-600mm T/5.6
Emulsión: Kodak 5247 (125T), 5293 (200T) y 5296 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Premios: Oscar a la mejor fotografía, American Society of Cinematographers (nom)
Vista en Blu-ray
© Ignacio Aguilar, 2013.