Hito del cine de terror, que supuso una revolución tanto en el género, como a nivel industrial, pues en ambos apartados el film de George A. Romero marcó un antes y un después: casi sin quererlo, popularizó y definió a los zombies que tan de moda han estado en los últimos años, provocando varias secuelas propias e infinidad de imitaciones, al tiempo que “Night of the Living Dead” fue una pequeña película autoproducida, rodada con una evidente escasez de medios, pero ello no impidió que se convirtiera en un enorme éxito a pesar de no contar con el apoyo financiero de ninguno de los grandes estudios ni durante su rodaje ni durante su distribución. Los resultados globales continúan siendo muy satisfactorios a pesar de su irregularidad, la cual se hace especialmente patente en el segmento central de la proyección en la que Romero ofrece al espectador (a través de la radio y noticiarios) quizá demasiadas explicaciones sobre los sucesos que está viendo en pantalla.
Siendo un film de bajo presupuesto, rodado en apenas 30 días, no sorprende demasiado que el debutante George A. Romero asumiera el mismo, según cuentan las crónicas, las labores de fotografiar la película. Lo cierto es que no hay ningún director de fotografía acreditado en la película y sí un supervisor de iluminación con apenas tres créditos en IMDB, por lo que parece probable que fuera Romero, que se encargó de la fotografía de sus dos siguientes películas hasta que contó con un operador en “The Crazies” (1973), quien asumiera el rol en “Night of the Living Dead”.
Como consecuencia del bajo presupuesto, Romero tuvo que rodar el film en blanco y negro, aunque sí pudo contar por suerte con un negativo de 35mm, lo que hace que a pesar de la escasez de medios y el tosco estilo empleado, la película tenga una apariencia profesional en casi todo su metraje, algo que se ha evidenciado aún más con las modernas restauraciones de imagen. La ausencia de color, a la postre, resulta un punto muy a favor de la película, ya que el blanco y negro permite a Romero un estilo de iluminación mucho más duro (que en color hubiera quedado muy mal) y, sobre todo, produce una apariencia documental, casi de noticiario, muy potenciada por la puesta en escena con abundantes planos al hombro o cámara en mano y algunos zooms que hacen que lo que vemos en pantalla parezca más espontáneo y, por lo tanto, mucho más real y terrorífico, sobre todo en contraposición al cine de estudio de la época, generalmente rodado en decorados y con una elaboración muchísimo mayor que, por el contrario, hacía ver al espectador de manera inmediata que estaba viendo una “película”.
Pero como decíamos, ese tono directo y de noticiario del film tiene un estilo tosco, no exento de intención, pero con una ejecución que no siempre es la más deseable. A veces, en los breves exteriores diurnos, se aprecia claramente como los aparatos de iluminación inciden de forma directa sobre los actores, casi como luces de antorcha en mano, detrás de la cámara, rellenando a los personajes. Otras veces, son las lentes (fijas y zoom) completamente abiertas de diafragma, que causan problemas precisamente por este motivo, degradando la calidad de imagen al introducir imperfecciones ópticas. Pero por lo general es esa forma de iluminar a los actores con luz directa que inunda los decorados la que peor le queda a Romero, ya que en otras ocasiones, sí emplea haces de luz bien cortados que dirigen los aparatos exactamente hacia donde él pretende que incidan, dejando momento inquietantes en el sótano de la casa o en los exteriores nocturnos, que ocasionalmente, con esos haces de luz directa, tienen contraste y cierta profundidad.
Seguramente en manos de un director de fotografía profesional, o delegando dichas funciones en otra persona, Romero podría haber conseguido resultados estéticos superiores, aunque quizá no más efectivos, apartado en el que el film es óptimo a tenor de sus medios y fines. Aunque lo cierto es que bien fuera por motivos presupuestarios o porque el director quería ejecutar también el mismo la parte concerniente a la cámara y la iluminación, la doble labor fotografía-dirección no le funciona mal a Romero, aunque resulte mucho más interesante su labor en la segunda de ellas, en las que a través de enormes dosis de violencia, gestionando además algunas secuencias muy desagradables (como la de la camioneta, o la de la niña en el sótano) que debieron suponer un shock para las audiencias de 1968, ya que incluso a día de hoy, incluso sin tanto factor sorpresa, continúan causando cierta impresión.
Título en España: La Noche de los Muertos Vivientes
Año de Producción: 1968
Director: George A. Romero
Director de Fotografía: George A. Romero (sin acreditar)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.37:1
Vista en HDTV