La gran triunfadora de la edición de los premios Oscar de 1988 fue este drama protagonizado por Tom Cruise y Dustin Hoffman, el cual se alzó con las estatuillas a mejor película, mejor director, mejor guión original y mejor actor (Hoffman). El film muestra a Tom Cruise como un empresario que vive en Los Ángeles, que en la compañía de su novia (Valeria Golino) debe viajar a Cincinatti tras el fallecimiento de su padre, con el que no tenía relación alguna desde hacía muchos años. Una vez allí descubre que su fortuna no ha ido a parar a él como su único hijo, sino que tiene un hermano mayor (Hoffman) que él, el cual vive en una institución médica en la que cuidan de él, al que su padre nombró heredero. A fin de intentar hacerse con la mitad del dinero, Cruise decide sacar a Hoffman del centro médico y llevarlo a Los Ángeles. Con la perspectiva que ofrecen los treinta años transcurridos desde entonces, quizá sea fácil aseverar que dichos premios fueron exagerados, si bien “Rain Man” fue uno de los primeros filmes en abordar en la gran pantalla un tema como el autismo, iniciando además la larga serie de actuaciones premiadas en Hollywood en las que los actores interpretaban a personajes con serias discapacidades mentales o físicas.
El director de fotografía fue el australiano John Seale [ASC, ACS], quien fuera operador de cámara de Russell Boyd en “Gallipolli” (1981) y director de fotografía de segunda unidad en “The Year of Living Dangerously” (1982). Con el mismo director de aquéllas, su compatriota Peter Weir, Seale consigue su primera nominación al Oscar en 1985, por su trabajo en “Witness”. Ello le abre de lleno las puertas de Hollywood, con nuevas colaboraciones con el propio Weir en “The Mosquito Coast” (1986) y “Dead Poet’s Society” (1989), o títulos como el presente, por el que es nominado por segunda vez, o “Gorillas In the Mist” (Michael Apted, 1988). En los 90 encadena trabajos con George Miller (“Lorenzo’s Oil”, 1992), Sydney Pollack (“The Firm”, 1993), Ron Howard (“The Paper”, 1994) o John Boorman (“Beyond Rangoon”, 1995), justo antes de rodar “The English Patient” (1996) con Anthony Minguella, que se convierte en éxito sorpresa y con la que Seale consigue su único Oscar. Posteriormente, con Minghella rueda “The Talented Mr. Ripley” (1999) y “Cold Mountain” (2003), por la que vuelve a ser nominado. Tras especializarse en la parte final de su carrera en películas complicadas como “The Perfect Storm” (2000) o “Poseidon”, ambas a las órdenes de Wolfgang Petersen, en 2015 firma su último trabajo, “Mad Max: Fury Road”, que después de muchos elogios le proporciona otra nominación más como broche de oro a su carrera.
La imagen de “Rain Man” es bastante típica del final de los años 80, época a la que pertenece la película, pero también muy típica del estilo habitual de John Seale, un hombre cuya filosofía de trabajo, en cierto modo, es muy loable: rueda casi todo el material que puede a través de lentes zoom, a fin de emplear menos tiempo en los cambios de focal durante el rodaje y poder ajustar el encuadre rápidamente cuando es necesario; adicionalmente, puesto que las lentes zoom normalmente suelen ser menos luminosas que las ópticas fijas, Seale, durante más de dos décadas, optó por utilizar exclusivamente emulsiones de alta sensibilidad para rodar íntegramente sus películas (llegando a rodar por ejemplo los exteriores desérticos de “The English Patient” en 500 ASA, con muchos NDs en cámara), algo que hacía tanto por la simplificación que ello supone, como para igualar las texturas de todos sus largometrajes. Y además, sobre todo, empleaba un estilo sencillo y naturalista, en el que ninguno de sus montajes de iluminación son demasiado complicados, también con el fin de conseguir que el rodaje avanzase lo más rápido posible o que el director y los actores tuvieran más tiempo para realizar su trabajo.
Por ello no es extraño que la práctica mayoría del metraje de “Rain Man” participe de este tipo de imagen natural, en el que la luz nunca intenta llamar la atención por si misma. Para ello Seale utiliza en los interiores las fuentes de luz naturales de cada localización, bien sea las ventanas en las escenas diurnas o lámparas o luces integradas en los nocturnos. Para evitar que el contraste sea excesivo, utiliza también una omnipresente luz de relleno muy suave y tamizada, que lo que hace es reducir notablemente las diferencias entre las altas luces y las zonas de sombra. Ello hace también que el aspecto sea algo plano en ocasiones, por esa carencia de contraste y porque el color, además, tampoco es excesivamente vivo bajo ninguna circunstancia. Seale se salta su regla de rodar todo con zooms en Las Vegas, seguramente para poder abrir algo más el diafragma de sus lentes (T1.9 con los Panavision Primo) y captar tanto la luz de ambiente de las calles de la ciudad, así como sobre todo, los neones y luces del interior de los casinos, que en celuloide no era posible registrar tal y como son en la realidad si no era mediante lentes ultraluminosas (de ahí que películas como “Casino” o “Sydney” fueran rodadas también en esférico unos años después).
Curiosamente, son los exteriores en lo que más se separa Seale de su filosofía, ya que en los mismos, sucumbe parcialmente a las modas de la época y utiliza de forma profusa filtros de corrección de color, múltiples degradados neutros, etc. tanto para controlar las exposiciones de sus cielos como para introducir suaves matices anaranjados (tipo Coral o algún Tobacco suave) en los paisajes norteamericanos por los que viajan los personajes. Los resultados, aunque muestran mucho oficio, tampoco son nada inspirados, ya que responden mejor al patrón de sencillez de su autor (más cercano en esta época a un John Alcott o Robby Müller, por su filosofía minimalista) que a un operador con fuerte personalidad dispuesto a impregnar de su estilo a la película, algo que Seale nunca fue. Aún así, el film gustó tanto que Seale fue candidato tanto para la Academia de Hollywood como para sus futuros compañeros de la American Society of Cinematographers (ASC), a la cual aún no pertenecía, pero a cuyos premios fue finalista de todos modos en un año en el que se impusieron, respectivamente, Peter Biziou por “Missisippi Burning” y Conrad Hall por “Tequila Sunrise”. Curiosamente, fue su trabajo en “Gorillas in the Mist” el que fue candidado a los BAFTA aquél mismo año.
Título en España: Rain Man, el hombre de la lluvia
Año de Producción: 1988
Director: Barry Levinson
Director de Fotografía: John Seale, ACS, ASC
Ópticas: Panavision Primo
Emulsión: Kodak 5295 (400T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Premios: Oscar a la mejor fotografía (nom), BAFTA (nom)
Vista en Blu-ray
© Ignacio Aguilar, 2018.