Tomorrowland
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Tomorrowland

Superproducción de la factoría Disney, escrita por Damon Lindelof (“Lost”, “Prometheus”) junto con Brad Bird (“The Incredibles”, “Mission Impossible: Ghost Protocol”) y dirigida por este último, que tiene como protagonista a una joven (Britt Robertson) de grandes habilidades científicas y a un antiguo niño prodigio (George Clooney) que junto a un peculiar robot (Raffey Cassidy) se unen en la peligrosa misión de encontrar un lugar, indeterminado en el tiempo y en el espacio, llamado “Tomorrowland”, el cual es la llave para la salvación de la humanidad. Como no podía ser de otra manera, se trata de una película suntuosa a nivel visual y auditivo, en la que la vanguardia técnica cinematográfica y un gran talento detrás de las cámaras se dan cita para ofrecer algunas de las más sugerentes secuencias que se recuerdan. La labor de las dos actrices protagonistas también es muy loable, aunque por desgracia, el conjunto, de una notabilísima inspiración e inventiva, no está ni mucho menos tan bien resuelto como todo el metraje previo a su recta final. Walter Murch (“Apocalypse Now”) firma el brillante montaje de la película mientras que Michael Giacchino pone las notas musicales de su banda sonora.

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El director de fotografía es el chileno Claudio Miranda [ASC], cuya carrera se ha desarrollado íntegramente en los EEUU. Originalmente, Miranda comenzó en el mundo del cine ejerciendo de eléctrico y posteriormente gaffer, a través del cine de los de los realizadores con mayor influencia visual de las dos últimas décadas: Tony Scott y David Fincher. Llegó a las películas del primero de la mano de Darius Wolski (“Crimson Tide”), lo que le sirvió para trabajar también en “The Fan” (1996) y “Enemy of the State” (1998), en ésta ya a las órdenes de Dan Mindel. Al cine de Fincher llegó a través del tristemente desaparecido Harris Savides, cuando éste se encargó de la fotografía adicional de “Se7en” (1995). Posteriormente, junto a Savides, trabajó ya como gaffer en “The Game” (1997) y con Jeff Cronenweth en “Fight Club” (1999). Después de hacerse cargo de la fotografía adicional de “Zodiac” (2006) ya como primer operador, Fincher le ofreció “The Curious Case of Benjamin Button” (2008), por la que obtuvo una primera nominación al Oscar. Su trabajo para Fincher, así como sus obras posteriores (“Tron: Legacy”, “Life of Pi”, “Oblivion”) le consolidan como un especialista en rodajes digitales y películas en las que la integración de personajes y acción real en entornos digitales es la labor fundamental del director de fotografía. Su premio Oscar por “Life of Pi” fue muy discutido precisamente porque apenas contenía trabajo físico (al menos, no en el sentido tradicional) aunque en su especialidad Miranda es un auténtico número uno.

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A pesar que sus orígenes están en la animación, el realizador Brad Bird es uno de esos directores que manifiestan de forma más o menos abierta sus preferencias por el aspecto que sigue ofreciendo la adquisición fotoquímica. Tratándose de una historia absolutamente épica y en la que la parte visual tiene la pretensión de impactar y maravillar al espectador, Bird originalmente deseaba rodarla en celuloide. Miranda rodó tests comparativos con cámaras como la Red Epic Dragon, Arri Alexa XT, Sony F65 y negativos Kodak 15-perf 65mm (IMAX), 8-perf 65mm, 5-perf 65mm y 35mm convencional. Los resultados convencieron a los cineastas para utilizar la cámara de Sony, una bestia que adquiere el metraje a una resolución de 8K (para un formato de salida 4K RAW) y que combina las mejores características de las cámaras RED (resolución) y Arri (latitud) en un único cuerpo de cámara. Su hándicap: su enorme tamaño y peso, que hace que mucha gente la compare con la cámara Arri 535, así como un workflow y trabajo en el set a la hora de realizar descargas que hace de ella un soporte más complicado de trabajar. Debido a su peso, para algunas tomas en Steadicam y algunos planos destinados a ocupar muy pocos fotogramas en pantalla, los cineastas emplearon también la Sony F55, hermana pequeña de la F65. Todas las cámaras fueron equipadas con ópticas Arri/Zeiss Master Prime y zooms Fujinon Premier, la misma combinación empleada por Miranda en “Oblivion”. El resultado es una película con una calidad de imagen colosal, incluso viéndola reducida a 2K de resolución, que cumple muy bien su objetivo de codearse con los 65mm, a los que Bird quiso rendir tributo utilizando su atípica relación de aspecto para todo el film: 2.20:1.

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Aquéllos que conozcan el trabajo de Miranda no se sentirán sorprendidos por lo que aquí ofrece el operador chileno: imágenes que no buscan en ningún momento una reminiscencia del celuloide, sino aprovechar al máximo las cualidades del soporte digital. Trabajando para conseguir un negativo digital lo más “denso” posible, las imágenes de “Tomorrowland” están llenas de color, matices y detalle fino, y son apoyadas por un diseño de producción e iluminación en el que se abrazan muchos tonos de color con una saturación máxima. Aunque puede que la principal preocupación de Miranda sea recrear ante pantallas verdes (o fondos proyectados para su integración directa) el aspecto de los fondos y la incidencia de la luz de los mismos sobre los personajes, cuando tiene que iluminar secuencias reales lo hace realmente bien, siempre buscando un aspecto natural pero muy atractivo, con fuentes de luz suave y mucho contraste. Por ello, todo el aspecto de la película es muy alegre y de una enorme vistosidad. La integración es espectacular; sin lugar a dudas nos encontramos ante una de esas películas en las que la conexión entre los efectos y la acción real está tan lograda que, pasados unos minutos de la proyección, el espectador es capaz de introducirse por completo en la historia, gracias a la verosimilitud de sus imágenes.

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Pero quizá sea la puesta en escena de Brad Bird el plato fuerte de la película, como ya lo era en su anterior “Mission Impossible: Ghost Protocol”. El cineasta norteamericano recoge aquí –como en aquélla- la mejor tradición del cine de Steven Spielberg o incluso de Brian de Palma y ofrece un portentoso encadenado de pequeñas piezas a lo largo de todo el metraje en las que la cámara, cómo se mueve ésta y los actores forman una verdadera sinfonía visual. Ello no impide, como decíamos, que la resolución de la película o incluso su mensaje global resulten fallidos, pero Bird ofrece durante casi dos horas un espectáculo visual de primerísima categoría, que auna un enorme talento tras la cámara, con los mejores y más avanzados efectos visuales que se recuerdan, una tremenda inventiva y gusto por el detalle –incluso desde el propio guión- y un estupendo trabajo de Miranda, que logra que el espectador se sienta parte de la aventura que viven los personajes y que, como ellos, sea capaz de creer en la existencia del mundo del mañana.

Título en España: Tomorrowland: el mundo del mañana
Año de Producción: 2015
Director: Brad Bird
Director de Fotografía: Claudio Miranda, ASC
Ópticas: Arri/Zeiss Master Prime, Fujinon Premier
Formato y Relación de Aspecto: Sony F-65 & F-55 (4K RAW), 2.20:1
Otros: 4K Digital Intermediate

Vista en DCP

© Ignacio Aguilar, 2015.



Language / Idioma