Adaptación cinematográfica, parece ser que tomando algunos elementos de la historia real y modificando muchos otros, de la historia de Barry Seal (Tom Cruise), un piloto de líneas aéreas que dejó la compañía TWA para enrolarse en una serie de operaciones encubiertas de la CIA en Centroamérica. Sin embargo, Seal pronto se dio cuenta que el verdadero negocio estaba en vender las armas que transportaba para el gobierno norteamericano en otros países, además de comenzar una fructífera relación comercial con el cártel de Medellín, llevando la droga directamente al sur de los EEUU en su propio avión. El guión, festivo, trata todos los acontecimientos de forma muy superficial y ligera, casi a modo de comedia, sin que demasiadas de las acciones que vemos en pantalla aparezcan lo suficientemente creíbles y justificadas (lo cual es grave cuando muchas sucedieron de verdad). Liman, aún así, consigue una película divertida, quizá su principal propósito, pero no puede evitar que Cruise esté absolutamente perdido en el papel principal, en un conjunto sobre el que en todo momento cae la alargada sombra de las múltiples (y mejores) películas que ha rodado Martin Scorsese adoptando un tono parecido.
El director de fotografía es el uruguayo César Charlone [SCU], quien se hizo un nombre a comienzos de la década de los 2000 con el enorme éxito de “Cidade Deus”, por la que incluso llegó a conseguir una nominación al Oscar a la mejor fotografía. Tanto en este trabajo, como en otros posteriores a las órdenes de Fernando Meirelles (“The Constant Gardener”, “Blindness”), el estilo de Charlone, un director de fotografía surgido del documental, quedó muy bien definido por su trabajo de cámara en mano o al hombro, con mucho movimiento y apariencia de veracidad, así como por un estilo de iluminación tan minimalista como naturalista. Además, “Cidade Deus” destacó mucho por ser uno de los primeros films en mezclar una fotografía mayoritariamente rodada en formato Super 16mm, con algunos planos (generales) rodados en Super 35mm, todo ello gracias a la entonces novedosa técnica del Digital Intermediate, que además de la corrección digital de color, permitía crear un master a partir de diferentes elementos y sin que la copia final (filmada de nuevo a 35mm para su exhibición en salas) tuviera la degradación que se producía en el proceso óptico de hinchar el material de 16mm a 35mm.
Liman es un director que, además de haber ejercido como su propio director de fotografía en ocasiones anteriores (como en “Swingers” y más recientemente, en “Fair Game”), no repite con aquéllos con los que ha trabajado: desde Bojan Bazelli (“Mr. And Mrs. Smith”), Barry Peterson (“Jumper”) o más recientemente, Dion Beebe (“Edge of Tomorrow”). Incluso en su próxima película, pendiente de estreno en este momento, ha rodado con Ben Seresin. La elección de Charlone es algo extraña teniendo en cuenta que “American Made” es un proyecto comercial y de época, aunque se entiende desde el momento en que Liman busca un aspecto documental y natural para el film. A pesar de ello, aunque seguramente a Charlone le hubiera gustado emplear su habitual mezcla de Super 16mm y Super 35mm, el film está rodado íntegramente en formato digital con la Arri Alexa. Lógicamente ello proporciona un lienzo más nítido y definido que el que se obtiene en HD con la cámara de Arri, habiendo confiado en esta ocasión los cineastas en las técnicas de corrección de color para proporcionar un aspecto de época. Es en esta etapa en la que parece que se han empleado herramientas de post-producción para limitar un poco la apariencia de resolución de la imagen digital y, sobre todo, un fortísimo y agresivo etalonaje que parece querer emular también el aspecto de las emulsiones de 16mm, saturando los tonos cálidos y produciendo algunos virajes de color extraños.
El trabajo de cámara, que incluye los habituales zooms de Charlone como herramienta principal en cámaras al hombro, es muy vivo, con ese estilo importado del cine de Meirelles que, en un film de estas características, queda algo impostado y, desde luego, no tan fresco como en las películas del cineasta brasileño. Lo más inusual, de todas formas, es que Liman y Charlone efectúan un trabajo de iluminación tan minimalista como en la propia “Cidade Deus”, que es lo que hace que “American Made” tenga un aspecto tan diferente al del grueso del cine norteamericano. Charlone no se molesta ni se preocupa en conseguir exposiciones perfectas, ni imágenes estilizadas, dejando incluso que aparentes errores técnicos (como por ejemplo la tremenda sobreexposición de los fondos en la primera visita de Cruise a casa de los narcotraficantes en Colombia) lleguen a la gran pantalla con la pretensión que, a través de los mismos, lo que vemos parezca más veraz o real.
Los resultados no está del todo conseguidos, sobre todo porque el rodaje en digital con una post-producción de color tan marcada, a priori puede resultar demasiado intrusiva o agresiva (de hecho lo es). Pero también es cierto que ello hace que el film tenga un aspecto diferente, con cierta personalidad (lo cual es raro de ver en cine comercial Hollywoodense) y que Charlone se muestra fiel a sus principios, algo que tampoco suele ser fácil cuando un operador con un estilo tan marcado como el del uruguayo se traslada a trabajar, aunque sea esporádicamente, a EEUU. Así pues, se trata de un film con un aspecto desigual, pero interesante, y que al menos consigue el objetivo de trasladar al espectador a la época en que transcurre la acción, por más que seguramente un rodaje en celuloide hubiera sido mucho mas deseable y deseado por los propios cineastas.
Título en España: Barry Seal: Traficante
Año de Producción: 2017
Director: Doug Liman
Director de Fotografía: César Charlone, SCU
Ópticas: Angenieux Optimo, Zeiss Ultra Prime & Canon
Formato y Relación de Aspecto: Arri Alexa (ArriRaw 2.8K), 1.85:1