Crónica en clave documental del viaje del Apolo 11, el vuelo tripulado por Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins, que partió hacia la luna el 16 de julio de 1969 y llegó felizmente a su destino el 20 de julio. Pero el documental lógicamente no termina en ese punto, ya que también, el director Todd Douglas Miller reconstruye los pasos por la superficie lunar de Armstrong y Aldrin, así como parte del vuelo de regreso a la Tierra y, sobre todo, la recuperación de la cápsula lunar en alta mar, todo ello apoyándose en un metraje de época superlativo, en unos pocos gráficos creados para la ocasión y, sobre todo, en un excelente montaje que sitúa al espectador perfectamente en el lugar y en el tiempo preciso de todos los acontecimientos que tuvieron lugar durante esos mágicos días. Los resultados son muy buenos, por lo tanto y, curiosamente, el metraje real y la forma en que está montado el documental lo hacen infinitamente más excitante e interesante que “First Man” (Damien Chazelle, 2018), el film estrenado el año anterior sobre la vida de Neil Armstrong, que narraba al menos parcialmente los mismos hechos.
No hay un director de fotografía acreditado como tal en el documental, sino que las imágenes de archivo fueron captadas originalmente por diferentes equipos de cámara. Las imágenes más célebres seguramente sean las que Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins rodaron en la luna, incluyendo fotografías en gran formato y con lentes Hasselblad, que curiosamente los llevaron a ser introducidos como miembros honorarios en la American Society of Cinematographers (ASC), debido a la importancia histórica de sus imágenes. En el número de octubre de 1969 de la revista “American Cinematographer”, se indica que las imágenes del control de la misión del Apolo 11 fueron captadas por Bob Bird, Charles Turner y Jerry Bray, lo que probablemente quiere decir que el único director de fotografía conocido de todos los que figuran como autores del metraje original es Adam Holender [ASC], que en aquél mismo 1969 estrenaba su debut en el cine, ni más ni menos que “Midnight Cowboy” a las órdenes de John Schlesinger y protagonizada por Jon Voight y Dustin Hoffman, que fue la gran triunfadora de los premios Oscar de aquélla temporada. En su carrera posterior figuran “The Panic in Needle Park” (Jerry Schatzberg, 1971), “Sea of Love” (Harold Becker, 1989) o “Smoke” (Wayne Wang, 1995).
Tratándose de un documental que en apariencia no tiene ningún tipo de recreación de imágenes (es decir, que no tiene material rodado para el mismo), lo más llamativo es que los cineastas tuvieron acceso por primera vez a la increíble cifra de 170 rollos de material en 65mm rodados para la NASA en los días anteriores al lanzamiento del Apolo 11, durante el despegue y la vuelta a la Tierra. Este material parece ser que había sido “olvidado” por la agencia espacial, pero se encontraba en buen estado de conservación -a tenor de las imágenes, incluso podría ser excelente- y listo para ser empleado en el film, que ya se encontraba en proceso de producción incluso antes de esta milagrosa aparición. Las escenas en el control de la misión fueron rodadas en 16mm, como las escenas en celuloide y en movimiento en la luna, con muy poco material captado en 35mm. Finalmente, el film hace uso de las fotografías en gran formato captadas en la luna por los astronautas, así como del material de vídeo en blanco y negro que se recibió desde el satélite. El material en 65mm habría estado rodado principalmente en el clásico formato 5-perf 65mm, con equipos Todd-AO, los mismos empleados en clásicos como “Around the World in 80 Days” (Michael Anderson, 1956), “The Alamo” (John Wayne, 1960), “Cleopatra” (Joseph L. Mankiewicz, 1963), “The Sound of Music” (1965), “Airport” (George Seaton, 1970) o el documental “Baraka” (Ron Fricke, 1992), aunque también existían “reels” de material en un extraño formato cuadrado, 10-perf 65mm.
Todo este celuloide, rodado en diferentes emulsiones positivas Kodak Ektachrome de acuerdo con “American Cinematographer” (SO 168 de 160 ASA, SO 368 de 64 ASA), tendría además un grosor inferior al normal, de manera que en cada rollo pudieran rodarse más metros de película. El material en 65mm, que seguramente ocupe entre el 50 y el 60 por 100 de la proyección final, fue escaneado a grandes resoluciones (8K y 16K) para extraer toda la información posible del mismo. El material en 16mm lógicamente tiene una calidad netamente inferior a la del 65mm, pero el director Todd Douglas Miller tiene la suficiente habilidad técnica como para emplearlo generalmente en pantallas partidas, narrando acciones simultáneas con este metraje, un poco a la manera de “Woodstock” (Michael Wadleigh, 1970), lo que hace que su inferior calidad no llame tanto la atención dentro del conjunto, al aparecer estos 16mm “más pequeños” que las imágenes capturadas en 65mm. Cuando aparecen en pantalla completa, el grano y la textura es descomunal -los niveles de luz en la sala de control variaban desde los 7 hasta los 16 “footcandles” según las zonas, lo que obligaba a rodar a 20fps y abierto de diafragma en lentes zoom– pero precisamente, cuando aparece en pantalla completa es para crear un efecto, de la misma manera que, por lo general, sucede con el material de vídeo en blanco y negro o las fotografías reales de la luna.
Pero evidentemente, el plato fuerte del proyecto, a nivel estético, es el 65mm. De un lado, porque su calidad de imagen, en proyección en 4K, es espectacular. En cierto modo, parece un metraje fotoquímico tan hiperreal que cuesta creer que sea, precisamente, real. Supone por tanto una ventana al pasado, por la que gracias al milagro de que alguien decidiese documental el lanzamiento del Apolo 11 en 65mm y gracias al milagro de que dicho material haya aparecido ahora, podemos ver con la calidad máxima de nuestros días, un momento histórico del pasado exactamente tal y como fue, sin recreaciones o reconstrucciones. Y por otro, dicho material es el plato fuerte porque quien quiera que lo rodase (¿Adam Holender?) estuvo realmente inspirado con las composiciones, ángulos de cámara, movimientos, selección de focales, exposición, etc. y no se limitó, de ninguna manera, a plantar su cámara y rodar. Hay planos de helicóptero, teleobjetivos, planos de la muchedumbre, individuales del público, de los astronautras, del lanzamiento, de la recuperación de los astronautas por el USS Hornet, etc. que quitan el aliento por lo que tienen de testimonio histórico del momento y por los altos valores cinematográficos que poseen.
Y además, tienen una extraña cualidad, que probablemente haga de este documental y de su imagen algo único en su especie. El formato 65mm siempre se ha asociado a los más sofisticados y caros espectáculos de cine, con la elaboración que conllevan los mismos. Sin embargo, aquí están empleados con luz disponible, mostrando una profundidad de campo muy estrecha que recuerda indudablemente al formato medio de fotografía, un desenfoque muy marcado, fuertes viñeteos, defectos ópticos variados, veladuras, flares, etc. de modo que supone una oportunidad única de presenciar la mezcla del formato 5-perf 65mm junto con la luz disponible de los diferentes lugares y espacios a los que tuvo acceso el equipo de rodaje. Por ello, “Apollo 11”, que ya de por sí es un documental de elevado interés, es un documento imprescindible para los amantes de la técnica cinematográfica y, en especial, para aquéllos interesados en los formatos cinematográficos y de los 65mm, cuyo celuloide representa lo mejor del mundo analógico -colores espectaculares, textura fotoquímica- y, sin serlo, del digital -la increíble resolución y limpieza- que lo convierten, posiblemente, en el mejor formato jamás inventado para el rodaje cinematográfico.
Título en España: Apolo 11
Año de Producción: 2019
Director: Todd Douglas Miller
Director de Fotografía: Adam Holender, ASC y otros.
Ópticas: Todd-AO, Canon, Beaulieu, Hasselblad.
Emulsión: Kodak Ektachrome SO-168 (160 ASA) & SO 368 (64 ASA)
Formato y Relación de Aspecto: 5-Perf 65mm (Todd-AO) (formato principal), 2.21:1
Otros: 4K Digital Intermediate
Vista en HDTV 4K