Cuarta película de George Clooney como realizador, en la cual adapta una obra de Beau Willimon, que tiene como protagonista a un idealista asesor de campaña (Ryan Gosling), empleado por un político demócrata (el propio Clooney) en una campaña de primarias en el estado de Ohio, que se ve envuelto en un sucio juego ajeno a la ciudadanía en el que también participan una joven becaria (Evan Rachel Wood), su jefe de campaña (Philip Seymour Hoffman) e incluso el jefe de campaña de su rival (Paul Giamatti). Clooney, también co-guionista, como fan declarado del thriller de los años 70, lleva a cabo una adecuada actualización del género, incluyendo su estética, en la que destaca el muy buen hacer de todo el reparto, el moderado cinismo de la propuesta e incluso una sobria escritura, a pesar que el punto de fricción de la película parece muy inocente a los ojos del público del siglo XXI.
El director de fotografía fue el griego Phedon Papamichael [ASC, GSC], quien ya había trabajado con Clooney poco antes en “The Descendants”, a las órdenes de Alexander Payne. Papamichael es sobre todo conocido por su asociación con el director James Mangold, con el que ha rodado películas como “Walk the Line” (2005), “3:10 to Yuma” (2007) o, más recientemente, la notable “Ford Vs. Ferrari” (2019), probablemente su mejor trabajo hasta la fecha, además de por su nominación al Oscar por su fotografía en blanco y negro en “Nebraska” (2013), también para Alexander Payne.
Si bien la fotografía y realización de “The Descendants” era mediocre, mostrando en exceso la tendencia de Papamichael de rodar de manera rápida, simple y sin complicaciones (especialmente cuando el director no le exige nada a nivel visual) en esta ocasión la estética –tan importante en los filmes modelo del presente-, por fortuna, es bastante más elaborada.Aunque la renuncia al formato panorámico anamórfico en un film de éstas características resulta algo dolorosa (y si no, compárese la personalidad de éste en “Klute”, “The Parallax View” o “The Three Days of the Condor” con los resultados aquí obtenidos), lo cierto es que Papamichael realiza un trabajo sorprendentemente bueno, muy coherente, relativamente ajeno a las modas actuales y con bastante inspiración clásica, quizá más bien en la línea de Robert Elswit en “Michael Clayton” (2007) que en los modelos de Owen Roizman o Gordon Willis, pero en cualquier caso es destacable.
Se trata de una película en la que los pocos exteriores siempre presentan un cielo cubierto de aspecto grisáceo, que prepara bien al espectador para el tipo de narración que va a presenciar. Los interiores diurnos, a tono con los exteriores, presentan una luz suave generalmente justificada en las ventanas, ocasionalmente presentadas como única fuente, aunque en algunas ocasiones el contraste es algo más reducido –y por tanto, la imagen es más plana- de lo que debiera. Sin embargo, gran parte de los interiores nocturnos son muy destacables, pues Papamichael se centra algo más en iluminar las estancias en lugar de hacer lo propio con los actores, lo que inmediatamente se traduce en la presencia de un mayor número de zonas de oscuridad, de un contraste más pronunciado, así como en una luz más cálida, al ser muy frecuente la aparición de lámparas integradas en los decorados. Muchas veces, Papamichael introduce fuentes cenitales, o ilumina únicamente partes de una estancia, de manera que, cuando los personajes se mueven por la misma, intercambian constantemente posiciones en luz y sombra.
Lógicamente, además de rendir tributo a la estética de los 70, incluso con su granulada textura, presente en proyección digital, la idea detrás de estas transiciones luz-sombra consiste precisamente en ilustrar visualmente la temática de la propia película, es decir, la imagen pública del político y su profesión, en contraposición a los oscuros intereses que se mueven detrás de sus decisiones, nombramientos o comparecencias públicas. En este sentido, desde luego que el momento más inspirado de la película en términos de su fotografía es el instante entre las siluetas de Ryan Gosling y Philip Seymour Hoffman detrás de la bandera norteamericana mientras Clooney pronuncia un discurso, perfecta –por más que obvia- metáfora de la situación y maravilloso homenaje a la técnica favorita de Willis, es decir, la subexposición del subjeto en primer término debido a la presencia de una luz (correctamente expuesta) tras el mismo.
El trabajo de cámara de Clooney es correcto, sin aportar ninguna brillantez o idea de la puesta en escena que sea especialmente original o inspirada, aunque sorprende ocasionalmente el uso de la Steadicam y una particular utilización del sonido, por lo que parece que el mayor mérito del actor-realizador precisamente ha sido conseguir captar el ambiente de las películas en las que se inspira la presente, incluso forzando a un operador tan conservador como Papamichael –que en aras a la rapidez no llega a renunciar a utilizar zooms como focal variable- a perseguir una estética que, si bien no es arriesgada, al menos sí es propia del material que tiene entre manos (al contrario que sucedía en “The Descendants”, drama iluminado como una comedia o una película televisiva de sobremesa) y en bastantes ocasiones llega a resultar estimulante.
Título en España: Los Idus de Marzo
Año de Producción: 2011
Director: George Clooney
Director de Fotografía: Phedon Papamichael, ASC, GSC
Ópticas: Panavision Primo
Emulsión: Kodak 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: Super 35 2.4:1
Otros: 2K Digital Intermediate
Vista en DCP & Blu-ray