Obra maestra del neorrealismo italiano, que tiene como protagonista a Antonio (Lamberto Maggioriani), un hombre que lleva sin trabajo dos años, tras la Segunda Guerra Mundial, y que cuando consigue uno para pegar carteles por la ciudad, lo hace bajo el requisito indispensable de tener una bicicleta con la que poder desplazarse. Tras empeñar sus sábanas, consigue recuperar la suya, que había tenido que empeñar también antes. Y es entonces cuando, el primer día de trabajo, le roban la bicicleta. Acompañado de su hijo Bruno (Enzo Staiola), Antonio dedicará toda una jornada de domingo en una búsqueda frenética que le permita recuperarla y conservar su empleo. Vittorio De Sica rodó el film de manera muy directa, con actores no profesionales y en localizaciones reales, realizando así un tremendo retrato de la Italia de la posguerra, así como de la desesperación humana, con múltiples lecturas, que deja tanto imágenes como secuencias completas imborrables de la memoria del espectador.

El director de fotografía fue Carlo Montuori, que además de trabajar en varias películas de otros directores en los que Vittorio De Sica participó como actor, realizó un total de cuatro películas con De Sica también detrás de las cámaras: «Cuore» (1948), el presente título, «L’Oro Di Napoli» (1954) e «Il Tetto» (1956). Ya era de hecho un veterano del cine italiano cuando se encargó de «Ladri di Biciclette», puesto que había nacido en 1885, lo que le hacía rondar los 63 años en el momento del rodaje de la que, sin ningún tipo de dudas, es su película más popular y valorada. Además, trabajó en «Anni Difficili» (Luigi Zampa, 1948), «Catene» (Raffaello Matarazzo, 1949) y «La Città Si Defende» (1951). Su hijo Mario Montuori, que fue su operador de cámara en este film, posteriormente fue director de fotografía. Y algunas fuentes acreditan también al posteriormente famosísimo Carlo Di Palma (director de fotografía de Michaelangelo Antonioni y Woody Allen, entre otros) como foquista del film.

El movimiento neorrealista italiano en blanco y negro se caracterizaba por una huida del cine elaborado y de estudio que era el tradicional de las décadas anteriores, sustituyéndolo por el rodaje en las verdaderas calles de la ciudad, e incluso, interiores naturales. En este sentido, la fotografía de «Ladri Di Biciclette» está muy conseguida, puesto que gran parte de esa naturalidad, de ese realismo y de esa cercanía que transmite el drama del film se debe a la manera en que está rodado: por ejemplo, en exteriores, haciendo de forma clara, por lo general, uso de la luz disponible para las tomas amplias. En este caso, por ejemplo, en muchas ocasiones los personajes transitan entre zonas de sol y de sombra en el primer o segundo término, o el sol incide al fondo directamente sobre una fachada, etc. y lo que hace Carlo Montuori es compensar su exposición para ambas zonas se vean de forma razonable a la vez, sin necesidad de tener que recurrir, como se habría hecho en otro tipo de cine, a una iluminación cinematográfica que rellenase las sombras para poder rodar en las mismas. Aunque cuando De Sica se acerca a los actores, Montuori sí que ilumina (probablemente con reflectores, algunas veces, con iluminación cinematográfica, otras), todo esto hace que el film se sienta más cercano, más verdadero si cabe, que el blanco y negro de otras producciones.

También resulta interesante apreciar un verdadero esfuerzo por captar las diferentes horas del día, por ejemplo, en las secuencias en las que los trabajadores acuden a sus puestos, al amanecer, cuando vuelven de los mismos, al atardecer, o cuando Antonio y su hijo Bruno inician la búsqueda de la bicicleta robada en la jornada siguiente, en la que la luz es siempre coherente con el momento del día en que sucede cada acción. En los interiores, quizá las cosas se sientan más tradicionales, como por ejemplo en el segmento central en la iglesia, pero en otras ocasiones, como en el interior del apartamento de Antonio, la fotografía de Montuori también luce realista, aunque quizá fuera por el simple hecho de que, al tratarse de un interior natural y no de un decorado, la única forma de iluminarlo seguramente fuera a través de las ventanas, lo cual, de algún modo forzaba a los cineastas a utilizar menos luz que en un plató y con una procedencia más justificada, además que el presupuesto de este tipo de films posteriores a la Segunda Guerra Mundial también era reducido y probablemente tampoco permitía grandes dispendios en este apartado.

Lo que sí que se aprecia, claramente además, es una diferencia significativa en el rendimiento de las ópticas, fueran las que fueran: en exteriores, cerradas de diafragma, la imagen es nítida y el enfoque se mantiene bien a lo ancho del fotograma, pero en interiores, abiertas o mucho más abiertas de diafragma, los bordes de la imagen se desenfocan de manera significativa y se aprecia incluso cierta curvatura del enfoque, con un bokeh tipo «petzval», que fue eliminado en los diseños ópticos posteriores. Los resultados son, por consiguiente, buenísimos, porque además de este tipo de aproximamiento realista, directo y cotidiano, ello no significa que Vittorio De Sica realice una puesta en escena poco elaborada: al contrario, se aprecia de forma clara también un manejo muy bueno de los extras de cada escena (entre ellos, un joven Sergio Leone, que formaba parte del equipo de dirección de De Sica), actores muy bien repartidos por el fotograma en la relación de aspecto del cine clásico, o incluso muchos travellings muy bien ejecutados, que hacen que la tragedia que se presente en pantalla, aunque cercana, dura y real como la vida misma, sí que posea un envoltorio y una narrativa absolutamente cinematográficas.
Título en España: Ladrón de Bicicletas
Año de Producción: 1948
Director: Vittorio De Sica
Director de Fotografía: Carlo Montuori
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.37:1
Vista en Blu-ray
© Ignacio Aguilar, 2025.