Irregular adaptación de una novela de Winston Graham a cargo de Alfred Hitchcock, en la que el director británico contó por segunda y última vez en su carrera con la actriz Tippi Hedren en el papel principal. En esta ocasión, Hedren interpreta a una mujer con algunos problemas psicológicos y traumas, que se dedica a conseguir empleos en empresas y, en cuanto puede, roba grandes cantidades de dinero. Pero en una de estas empresas, Marnie se encuentra con Mark (Sean Connery), un hombre decidido a ayudarla aunque para ello deba casarse con ella. Los problemas de la película son sobre todo los giros de un guión que nunca resulta demasiado o lo suficientemente convincente, así como sobre todo, los pobres resultados interpretativos de Hedren y Connery en los papeles principales, que hacen que el argumento resulte aún menos creíble de lo que ya era por sí mismo. Aún así, el realizador se las ingenia para mantener cierto interés y suspense, pero la película se encuentra muy lejos de sus obras más conseguidas en casi todos los aspectos.
El director de fotografía fue el norteamericano Robert Burks [ASC], quien fotografió casi todos los films de Hitchcock desde “Strangers on a Train” (1951) hasta el presente título, que fue el último de todos ellos. Entre medias, Burks hizo todos los títulos de Hitchcock en formato VistaVision, entre los que destacan “To Catch A Thief” (1955), por la que el director de fotografía obtuvo el Oscar a la mejor fotografía en color, así como “Vertigo” (1958) y “North By Northwest” (1959). No rodó “Psycho” (1960), de la que se hizo cargo John L. Russell, porque se trataba de una producción de bajo presupuesto para la que Hitchcock quiso contar con el mismo equipo que rodaba habitualmente sus series de televisión. Después de “The Birds” y “Marnie”, Hitchcock también contó con John F. Warren, uno de sus operadores televisivos, para “Torn Curtain” (1966), pero nunca se podrá saber si su relación profesional con Burks había finalizado para siempre o no porque éste falleció trágicamente junto a su esposa en un incendio en su casa en mayo de 1968.
En cualquier caso, lo que sí que puede afirmarse es que la fotografía de “Marnie” era convencional para los estándares de la época, así como que desde una perspectiva actual ha quedado terriblemente anticuada. Ello se debe a una mezcla de varios factores, pero sobre todo, quizá, a que Burks o Hitchcock no eran hombres innovadores en el apartado de la imagen y el film arrastra, siendo en color, casi todos los convencionalismos de la etapa en blanco y negro. Ello no solo supone que el film está iluminado siguiendo el esquema básico de los tres puntos de luz, como si fuese un film en blanco y negro propiamente dicho, sino que además, Burks lo hace con altísimos niveles de intensidad de luz y sin la menor pretensión de que sus escenas parezcan otra cosa que cine de estudio, incluso en los exteriores diurnos. En lo relativo a estos, además, “Marnie” es uno de esos films muy lastrados porque el realizador rara vez quería salir de los platós de rodaje, por lo que las escenas exteriores, generalmente, están rodadas contra fondos proyectados (situando a los actores ante las pantallas de retroproyección), o haciendo un extensivo uso de fondos pintados y “matte paintings” a cargo de Albert Whitlock.
Ello hace que, globalmente, el aspecto sea muy acartonado y teatral, circunstancia en la que el aproximamiento de Burks, propio de otra época, hacia el aspecto de los actores no hace sino agravar la situación. En efecto, el director de fotografía, bien por ideas propias o bien del realizador, hace que Hedren tenga tratamiento de estrella. A pesar de ser una mujer joven en aquél momento, Burks no solo emplea sobre ella luz frontal que evita cualquier tipo de sombra o que cualquier defecto en su rostro aparezca en pantalla, sino una fortísima difusión en cámara cada vez que la cámara se acerca a la actriz. El film en general tiene una textura suave porque casi todo el mismo está también rodado con filtros difusores, solo que cuando aparece Hedren de cerca, el efecto es en grado máximo. A veces Burks también emplea esa difusión en el contraplano del actor que comparte escena con ella, pero a veces no, generando una inconsistencia muy molesta a nivel fotográfico.
Aunque la puesta en escena de Hitchcock siempre es uno de los puntos fuertes del realizador británico y “Marnie” a este respecto no es una excepción en su cine (incluyendo esos segmentos sin diálogo, a lo “Vertigo”, que tanto influenciaron por ejemplo a Brian de Palma), incluyendo una temprana adoptación del zoom 25-250mm que acababa de aparecer en el mercado muy poco tiempo antes, lo cierto es que nos encontramos ante un conjunto irregular, muy lastrado por el escaso trabajo real en localizaciones (inexistente de hecho por la primera unidad), así como por una fotografía en color muy deudora del estilo clásico en blanco y negro de los años 30 y 40. Por ello no es del todo extraño no solo que Hitchcock prescindiera de Robert Burks para su siguiente film, sino que además, en el mismo, John F. Warren pusiera especial énfasis en conseguir un estilo más moderno y suave, pero no a través de la utilización de gruesos filtros difusores, sino empleando por primera vez en la carrera del realizador británico y de forma extensiva una técnica que venía de Europa y que poco a poco comenzaría a calar en Estados Unidos: la luz reflejada o rebotada.
Título en España: Marnie, La Ladrona
Año de Producción: 1964
Director: Alfred Hitchcock
Director de Fotografía: Robert Burks, ASC
Emulsión: Kodak 5251 (50T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Otros: el operador de cámara fue el futuro director de fotografía Leonard J. South, ASC.
Vista en HDTV