Adaptación del libro de Molly Bloom (Jessica Chastain), que narra la historia verdadera de una mujer que al parecer estuvo a punto de acudir a los juegos olímpicos como esquiadora pero que, después de sufrir un accidente antes de su clasificación, se marchó a vivir a Los Angeles, en donde pronto se convirtió en anfitriona de importantes partidas de póker, lo que con el tiempo hizo que se convirtiera en objetivo del FBI una vez que se trasladó a Nueva York y en sus partidas comenzaran a jugar miembros de la mafia rusa. Se trata además del debut como director del famoso guionista Aaron Sorkin (“A Few Good Men”, “The Social Network”), también autor de la adaptación, que consigue que una película con una duración superior a las dos horas de proyección pase muy deprisa, aunque por supuesto, la verdadera estrella de la película es su protagonista, de la que Sorkin hace un “book” de tremendas proporciones para explotar su apariencia y dotes interpretativas. Idris Elba, Kevin Costner, Michael Cera y Graham Greene, entre otros, son algunos de los intérpretes del film.
La directora de fotografía es la danesa Charlotte Bruus Christensen [ASC] que cursó estudios en la prestigiosa National Film and Television School (NTFS) en Gran Bretaña y que llamó ya la atención internacional de la mano de Thomas Vintenberg en “The Hunt” (2012), protagonizada por Mads Mikkelsen. A continuación volvió a trabajar con el realizador en la nueva versión de la novela de Thomas Hardy “Far from the Madding Crowd” (2015) y posteriormente, ha realizado el salto a los EEUU, en donde es una de las principales directoras de fotografía, encadenando títulos como “The Girl on the Train” (Tate Taylor, 2016), “Fences” (Denzel Washington, 2016) y sobre todo, “A Quiet Place” (John Krasinski, 2018), un interesante film de terror que posee notables logros técnicos. Actualmente tiene pendiente de estreno “The Banker”, a las órdenes de George Nolfi, protagonizada por Samuel L. Jackson.
A pesar que a Christensen le gusta mucho la adquisición en formato 35mm, parece ser que el hecho de que “Molly’s Game” fuera rodada principalmente en Toronto hizo que la producción y no la directora de fotografía fuera la que escogiera rodar el film en formato digital haciendo uso de la Arri Alexa. Christensen, en cualquier caso, optó por una combinación de la cámara de Arri junto con ópticas anamórficas Panavision: la clásica serie “C” principalmente, así como los zooms 37-85mm T2.8 y 70-200mm T3.5, aunque la producción también llevaba consigo algunas focales de las series “B” y “E”. El grueso del film está rodado con la serie “C” como indicamos, aunque la distorsión de cojín de varias tomas a lo largo de la proyección indica claramente el uso de los zooms. En general, se trata de una película tan sólida como las anteriores de Christensen, bien rodada además y ello a pesar que Sorkin declara sin pudor que apenas sabe nada sobre el uso de cámaras y que se apoyó mucho en su directora de fotografía, pero que sobre todo es un manual acerca de cómo fotografiar a la actriz principal, que como principal reclamo o casi “producto” del film, luce realmente bien.
Es decir, la máxima y principal preocupación de Christensen, Sorkin, el equipo de vestuario y el de maquillaje es crear diferentes looks (y todos ellos sofisticados y llamativos) para Jessica Chastain, alrededor de la cual giran todas las escenas de la película y en las que se prioriza siempre su apariencia. Es cierto que la Molly real aparentemente era o es una mujer que (en palabras del personaje de Idris Elba) siempre vestía de manera “provocativa”: pues bien, en que los atuendos y aspecto que luce Chastain lo sean es en lo que la producción pone especial cuidado. Para ello, Christensen utiliza todo tipo de luces sobre la actriz, pero generalmente, es una luz suave, lateral y, al mismo tiempo, contrastada, la que cumple estos requisitos. Lo bueno es que la directora de fotografía se esfuerza mucho a lo largo de la película para que la luz en la que aparece Chastain no sea siempre la misma: hay una variedad de texturas, de temperaturas de color, e incluso de direcciones de luz. En todas ellas la actriz siempre luce muy bien. Y ello es de un gran mérito, no solo por esa variedad, sino porque los cineastas no caen en la tentación de haber encontrado la fórmula y limitarse a seguirla.
En el film hay varias localizaciones principales, todas ellas además con su propio aspecto. Los flashbacks en Colorado, con varias secuencias de esquí que lucen tan frías como cabría esperar. Por otro lado, las escenas que siguen a continuación, en Los Ángeles, son mucho más alegres y soleadas, ya que además corresponden a los momentos de mayor gloria del personaje principal, mientras que, para finalizar, las escenas de Nueva York están caracterizadas por su luz suave a la par que fría, que en muchas ocasiones también muestran el ambiente glamouroso en el que se movía el personaje real. No es un film memorable, aunque sí que está lo suficientemente bien escrito, interpretado y rodado como para justificar su visionado. Tampoco es el mejor trabajo de Christensen hasta la fecha, aunque sí que muestra un elevado oficio que a buen seguro, teniendo en cuenta que apenas cuenta con 41 años de edad y toda una carrera por delante, da a entender que el futuro de esta directora de fotografía es espléndido, bien desarrolle su carrera en los EEUU o en Europa.
Título en España: Molly’s Game
Año de Producción: 2017
Director: Aaron Sorkin
Director de Fotografía: Charlotte Bruus Christensen
Ópticas: C, B & E Series de Panavision, 37-85mm T2.8 y 70-200mm zoom.
Formato y Relación de Aspecto: Arri Alexa XT (ArriRaw), 2.4:1
Vista en HDTV