Alcott
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Emblemática y polémica adaptación de la novela de Anthony Burgess, escrita, producida y dirigida por Stanley Kubrick, que narra un futuro distópico (¿quizá finales de los años 80?) en el que el joven Alex (Malcolm McDowell) es el líder de un grupo de jóvenes que dedican sus noches a llevar a cabo todo tipo de disturbios ultraviolentos: desde peleas contra otros grupos, palizas a ancianos e incluso asaltos a domicilios y violaciones. Alex, que vive con sus padres, también practica el sexo libre durante el día, aunque siempre aduce cualquier motivo de salud para no acudir a la escuela. Tras ser encerrado y condenado a prisión por uno de sus crímenes, Alex se apunta voluntariamente al “tratamiento Ludovico”, un nuevo proceso médico que le asegurará la libertad en muy poco tiempo, convirtiéndole en un ciudadano ejemplar, anulándole los instintos criminales. “A Clockwork Orange” es todo un monumento cinematográfico en tanto que Stanley Kubrick muestra un dominio aplastante de todos los recursos cinematográficos, desde la puesta en escena, el uso -nunca mejor dicho- de unos actores absolutamente entregados, al empleo de la música y el sonido como elementos para perturbar al espectador. Los resultados son tan potentes como conscientemente desagradables, moviéndose en una peligrosa línea entre la comedia negra y la exaltación de la violencia, algo que, de siempre, ha hecho que “A Clockwork Orange”, sea uno de los films más polarizantes de su autor. Patrick McGee, Michael Bates, Warren Clark, Adrienne Corri, David Prowse, Philip Stone, Steven Berkoff o Anthony Sharp, entre otros, completan el reparto de la película.

Uno de los varios títulos con los que, a comienzos de la década de los 80, el mundo del cine se centró en las labores periodísticas (“The Year of Living Dangerously” y “The Killing Fields”, e incluso la posterior “Salvador”, comparten dicha premisa). En esta ocasión la acción se sitúa en 1979 en Nicaragua, país gobernado por un dictador ante el cual se alzan tropas rebeldes que pretenden derrocar su régimen. Allí acuden, en búsqueda de la noticia, entre otros, tres periodistas norteamericanos (Nick Nolte, Joanna Cassidy y Gene Hackman), así como varios personajes que podrían pertenecer a la CIA (Ed Harris, Richard Masur). Cuando el régimen nicaragüense afirma haber matado a Rafael, el líder revolucionario, los periodistas acuden a la región en que supuestamente se encuentra a fin de tratar de desmentir a la prensa oficial. “Under Fire” probablemente sea la mejor película de su director, Roger Spottiswoode, antiguo montador de Sam Peckinpah, quien se beneficia de las estupendas localizaaciones, de un buen guión co-escrito por Ron Shelton y obtiene buenas interpretaciones de su reparto, aunque el tono de denuncia quizá sea algo ligero como para ser tenido demasiado en cuenta. Jerry Goldsmith también fue autor de la banda sonora, en uno de sus trabajos más celebrados.

Extraña película del director de “Dead & Buried” (1981), que comparte con aquélla su fascinante irregularidad. Supuestamente basada en los procedimientos policiales de la época y en sucesos más o menos reales que tenían lugar en los bajos fondos de Hollywood y Sunset Blvd. (Los...

Producción canadiense de Sandy Howard y Harold Greenberg, especialistas en cine de serie B de consumo rápido, con la que debutó en la dirección Roger Spottiswoode, hasta entonces conocido por su labor como montador (con algunos títulos de Sam Peckinpah a sus espaldas, como “Straw Dogs” o “Pat Garrett & Billy The Kid”) o incipiente guionista (“48 Hrs”). Protagonizado por Jamie Lee Curtis, Hart Bochner y Ben Johnson, “Terror Train” es en concreto un claro explotation de “Halloween” (1978), a la que incluso roba a su protagonista principal, en una historia ambientada en un tren de estudiantes que van siendo asesinados uno a uno por un antiguo compañero con problemas mentales como consecuencia de una broma de mal gusto sufrida años atrás. Los resultados son pobres y la película va exclusivamente dirigida a fans del género.

Adaptación de una novela de Gustav Hasford, co-escrita por el propio autor, Michael Herr y el realizador Stanley Kubrick, con la que el director estadounidense trató de aportar su granito a arena a la moda de películas de Vietnam que imperaba en aquéllos tiempos. Con una estructura de tres actos (el entrenamiento de los marines, su estancia en Vietnam y la entrada en combate), Kubrick optó por un reparto de jóvenes desconocidos para interpretar a los reclutas que se alistaron voluntariamente para ir a luchar al sudeste asiático, e incluso por un antiguo instructor del ejército (Lee Ermey) para interpretar un papel parecido en pantalla. Los resultados son notables, pero aún así, distan mucho de los de las mejores obras del director, con un primer acto quizá demasiado largo, un segundo demasiado anecdótico y un tercero, el de verdadero interés, que deja con las ganas de algo más. Matthew Modine y Vincent D’Onofrio son los dos rostros más populares del film.

Uno de los primeros papeles de Kevin Costner como protagonista fue el de este interesante thriller, basado en una novela de Kenneth Fearing ya llevada al cine en “The Big Clock” (John Farrow, 1948), en el que un héroe de la marina de los EEUU es reclamado por el Secretario de Defensa (Gene Hackman) para una misión secreta en las altas esferas de Washington. Pero ambos hombres, al mismo tiempo, comparten la misma amante (Sean Young). Cuando el Secretario descubre que la mujer tiene otro amante, la mata por accidente y con la ayuda de su segundo (Will Patton), organiza una falsa investigación para dar con el amante y culpabilizarle del crimer. “No Way Out” propone una historia rocambolesca, de inicio lento y sólido desarrollo, que en términos generales funciona bien hasta su extraño desenlace, lo que no impide que resulte un entretenimiento más que aceptable en su conjunto y un buen ejemplo del cine de la parte final de la Guerra Fría. George Dzundza, Howard Duff, Iman y Fred Dalton Thompson son algunos de los populares rostros secundarios.

Adaptación del clásico de Edgar Rice Burroughs, que tiene como personaje principal al nieto (Christopher Lambert) de un noble escocés (Ralph Richardson) el cual, muchos años después de que el barco en el que viajaban sus padres naufragara en las costas africanas, es encontrado por unos expedicionarios no sólo conviviendo con los monos que lo criaron y protegieron, sino como líder de los mismos. Cuando es devuelto a Europa, se produce el choque entre su falta de educación y la aristocracia escocesa. Ian Holm, James Fox y Andie McDowell (cuya voz fue doblada por Glenn Close) forman el reparto de secundarios de una película que escribió el afamado guionista Robert Towne (“Chinatown), pero que firmó bajo pseudónimo al no estar de acuerdo con los cambios que se efectuaron sobre su libreto. Hugh Hudson, el autor de “Chariots of Fire” (1981), con infinidad de medios a su disposición, consigue una película sólida pero no exenta de defectos (se echa en falta metraje eliminado que muestre la progresión de los acontecimientos, actores mejores que Lambert y McDowell, etc), lo que a la postre hace que, aunque su pretensión sea la de ser la película definitiva sobre Tarzán, el resultado global sea algo fallido.

Espada y brujería a cargo del director de “Phantasm” (1979), estrenada además el mismo año de “Conan: The Barbarian”, en la que al igual que Arnold Schwarzenegger en el film de John Milius, en esta ocasión es Marc Singer (después muy conocido por su papel en la serie “V”) el que busca vengar la muerte de su familia y todo su pueblo, asesinados por un clan rival. Para ello, cuenta con la ayuda de unos animales sobre los que tiene un extraño control, fruto de un hechizo que sufrió antes de nacer. Tanya Roberts ejerce el clásico papel de chica florero y, como se trata de un título de la década de los 80, época en que las calificaciones por edades eran más permisivas, exhibe su vistosa anatomía sin pudor alguno, mientras que Rip Torn es el malo de la función. El resultado es más bien flojo, como si se tratara de un “explotation” de la película de Milius, aunque ello no impidió que “The Beastmaster” gozara de cierta popularidad y tuviera varias continuaciones.

Adaptación de la novela autobiográfica que William Hayes escribió junto a William Hoffer, en la que relataba su detención en 1970 en Estambul –acusado de posesión de drogas- y su posterior estancia y fuga de la prisión turca de Sagmacilar, tras haber sido condenado a treinta años cuando ya había cumplido cuatro. Con producción de los británicos Alan Marshall y David Puttnam y del norteamericano Peter Guber, este fue el segundo largometraje de Alan Parker y partió de un polémico guión de Oliver Stone –galardonado con el Oscar-, que alteraba significativamente la realidad de la estancia de Hayes en la prisión y añadía una clara repulsa hacia el pueblo turco y el propio país, por lo que por mucho que la película esté muy bien interpretada por Brad Davis, John Hurt o Randy Quaid, su descripción es muy poco realista y tan maniquea como manipuladora.

El primer film del director danés Nicolas Winding Refn después del éxito de la tan excitante como irregular “Drive” (2011) es este thriller ambientado en los bajos fondos de Bangkok, en donde un norteamericano, traficante de drogas (Ryan Gosling), debe vengar la muerte de su hermano por petición expresa de su madre (Kristin Scott Thomas), haciéndole enfrentarse a un peligroso ex-policía. El argumento es tremendamente simple, como lo son los diálogos de una película eminentemente visual a la que Refn trata de dotar de una enorme solemnidad y perfección formal, pero cuyo frustrante ritmo y pretenciosidad (Refn, que se gusta continuamente, demuestra en cada fotograma que se tiene a sí mismo en una altísima estima) la lastran por completo, de modo que el conjunto siempre está mucho más cerca de los momentos más irritantes de su anterior obra que de aquéllos en los que despuntaba.

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