Baltar
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Adaptación de una nueva de Richard Llewellyn, ambientada en Gales en el tránsito entre el siglo XIX y el siglo XX, y más específicamente en un pueblo minero encuadrado en un idílico valle. La historia se centra en, los Morgan, una familia de mineros y en su lucha y esfuerzos por conseguir un presente y un futuro mejor sobre todo para el hijo menor (Roddy McDowall) y para su bella hija (Maureen O’Hara), enamorada del párroco del pueblo (Walter Pidgeon). Se trata ni más ni menos de la película que no solo compitió con “Citizen Kane” por los honores a ser la mejor película de 1942, sino que además, la que salió triunfadora del duelo, llevándose entre otros los Oscar a la mejor película, mejor director, actor secundario (Donald Crisp), mejor fotografía y mejor dirección artística. La decisión, en retrospectiva, lógicamente parece discutible, pero ello no impide que sobre todo la primera mitad de “How Green Was My Valley” sea un estupendo melodrama, muy bien ambientado, narrado e interpretado, aunque la segunda parte del mismo se mueva por terrenos más convencionales y menos interesantes.

Adaptación cinematográfica de una novela de Robert Holles, ambientada en un país africano durante la época del colonialismo británico, que tiene como protagonista al rígido sargento Lauderdale (Richard Attenborough), quien, durante un golpe de estado, debe de hacerse cargo de la peligrosa situación que vive junto a sus mandos inferiores cuando son sitiados por un grupo de enemigos que pretenden recuperar a un supuesto traidor. La ambientación bélica de la película resulta algo engañosa, en el sentido que “Guns at Batasi” es mucho más un drama y una descripción del final del colonialismo británico, que una película “de guerra”, ya que está mucho más basada en el diálogo que en las acciones bélicas, que resultan secundarias en pantalla. Posee además una excepcional interpretación de Attenborough en el papel principal (fue ganador del BAFTA), así como una muy sólida ambientación en África que resulta absolutamente convincente, a pesar que la película está rodada íntegramente en Pinewood. Jack Hawkins, en su clásico papel de autoridad, Flora Robson, como una diputada que pretende dialogar con los golpistas, John Leyton y Mia Farrow, en su debut en cine, completan el reparto de un film muy bien escrito y dirigido por John Guillermin con extraordinaria solvencia y elegancia.

Adaptación cinematográfica de una obra de teatro de George Axelrod, escrita a cuatro manos con el realizador Billy Wilder, cuyo argumento gira en torno a un ejecutivo (Tom Ewell) de una compañía de publicidad que, con ocasión del caluroso verano neoyorquino, manda a su familia fuera de la ciudad. Y a pesar que ha prometido a su esposa quedarse en casa, no trasnochar y portarse bien, resulta que descubre que tiene como nueva vecina a una atractiva joven (Marilyn Monroe). Ello le ocasionará bastantes quebraderos de cabeza, sobre todo cuando comience a darle rienda suelta a su hiperactiva imaginación. Se trata del típico relato teatral sobre confusiones y equívocos que tan bien dominaba Billy Wilder, pero quizá, de un lado, las situaciones cómicas no están tan logradas como en sus grandes obras y, por otro, su temática o más bien su desarrollo ha envejecido de forma considerable, de manera que dentro de la filmografía de Wilder, el presente es un título decididamente menor y que se encuentra lejos de sus grandes logros.

Relato ambientado en los albores de la Segunda Guerra Mundial, basado en una obra de teatro de Murray Burnett y Joan Alison, cuyo personaje protagonista es el norteamericano Rick (Humphrey Bogart), que regenta el club de moda en la ciudad de Casablanca, bajo dominio francés en el norte de África y ocupada, como el país galo, por tropas alemanas. Justo después de conseguir dos salvoconductos para huir a América vía Lisboa, se presenta en su local -para pedirle ayuda- una pareja (Paul Henreid e Ingrid Bergman) que huye de Francia. Él es un héroe de la resistencia y ella la antigua amante de Rick, a la que no ha podido olvidar, de modo que a éste se le presenta el dilema de qué hacer con sus dos salvoconductos. “Casablanca” es una película folletinesca cuyo prestigio entre las obras más grandes del séptimo arte es absolutamente exagerado, pues aparte de la gran presencia y del gran personaje compuesto por Bogart (atención a sus frases e intercambios de diálogo) contiene poco más como para considerarla algo más que la buena película que es. Claude Rains, como el corrupto jefe de policía local y Peter Lorre, en un breve papel que es clave en el film, completan el reparto.

Producción de Alfred Hitchcock, basada en una historia corta de Cornell Woolrich, con la que el cineasta británico, en aquél momento ya plenamente establecido en Hollywood, realizó uno de sus más grandes trabajos. La historia es muy sencilla, un fotógrafo (James Stewart) sufre un accidente durante uno de sus viajes de trabajo y se encuentra postrado en una silla de ruedas y con una pierna totalmente escayolada en su domicilio, sin poder encontrar más entretenimiento que observar a sus vecinos a través de la ventana de su casa, que da al patio de manzana. En su observación de los mismos, comienza a sospechar que uno de ellos (Raymond Burr) podría haber asesinado a su mujer, de modo que con la ayuda de su novia (Grace Kelly), de su asistente (Thelma Ritter) y de un policía (Wendell Corey), nuestro protagonista intenta desenmascarar el crimen. Se trata de una película modélica en todos sus aspectos, desde la propia concepción del escenario, pasando por la precisa escritura y la maravillosa dirección de Alfred Hitchcock, que además de obtener un gran partido de los intérpretes, ofrece una verdadera lección de dominio de la narrativa y el espacio en uno de los más encantadores thrillers de todos los tiempos.

Adaptación de una novela de Roy Chanslor, escrita para la pantalla por el guionista Philip Yordan, con el que el realizador Nicholas Ray consiguió uno de los Western más prestigiosos de todos los tiempos. A pesar de su título, el film tiene realmente como protagonista a Vienna (Joan Crawford), una mujer de fuerte carácter que regenta un salón a las afueras de un pueblo. Mientras espera a que el ferrocarril llegue hasta dicho lugar y ello la convierta en millonaria, es victima del odio que siente hacia ella Emma (Mercedes McCambridge), una mujer enamorada de Dancing Kid (Scott Brady), quien sin embargo le profesa amor a Vienna. Ello supone que Emma, con el apoyo de las autoridades, intente el linchamiento de Vienna acusándola de robar un banco junto con la banda de Kid. Y en medio de todo esto se encuentra Johnny Guitar (Sterling Hayden), pistolero y amante de Vienna, recién llegado al pueblo, que se oculta bajo dicho nombre pretendiendo ser un simple guitarrista sin experiencia con las armas. Aunque los resultados de la película son algo teatrales, el conjunto de notables interpretaciones del elenco (que incluye a Ernest Borgnine) y especialmente el personaje de Crawford constituyen el mayor interés de un film quizá demasiado artificial incluso para el género en el que se enmarca.

Brillante adaptación de una novela de Henry Farrell, escrita por Lukas Heller y dirigida con la habitual soltura de Robert Aldrich, que tiene como protagonistas a dos hermanas que viven su vejez en su casa de Los Ángeles. Una de ellas, Jane (Bette Davis), fue una antigua estrella infantil que no consiguió dar el paso a estrella adulta, mientras que su hermana Blanche (Joan Crawford) fue una estrella adulta que sin embargo, quedó paralítica como consecuencia de un accidente en la cúspide de su carrera. Décadas después de su éxito, Jane todavía guarda recelos de Blanche y la mantiene cautiva en su casa, mientras fantasea con recuperar sus números infantiles. Thriller en el que parece ser que existió una legandaria rivalidad entre las dos actrices, “What Ever Happened to Baby Jane?” funciona a la perfección en todos los aspectos, desde la minuciosa escrita, hasta la narrativa de Aldrich, pasando por supuesto por un duelo interpretativo de altura del que quizá salga vencedora Davis, que también tenía el papel más indicado para su lucimiento personal.

Adaptación de una novela de Elleston Trevor, que tiene como protagonistas a un grupo de hombres que sufren un accidente de avión en el desierto del Sahara. La mayoría de ellos sobreviven al impacto, pero entonces se dan cuenta que sus probabilidades de sobrevivir son muy escasas si no son rescatados durante los próximos diez días, debido a su limitado suministro de agua. Sin embargo, uno de ellos (Hardy Krüger) manifiesta que es diseñador de aeronaves y que con los materiales y restos de los que disponen podrían crear un aparato que los saque de su situación. Con un reparto de lujo (capitaneado por James Stewart y Richard Attenborough, con papeles secundarios para Peter Finch, Ernest Borgnine, Ian Bannen o Christian Marquand, entre otros, además de cómo en cualquier película de desastres aéreos que se precie, reservando un rol a George Kennedy, el director Robert Aldrich filma una historia de aventuras muy entretenida y muy interesante, a pesar que, lógicamente, la credibilidad no se encuentra entre sus mayores virtudes.

Adaptación cinematográfica de una novela de Nevil Shute, dirigida y producida por Stanley Kramer y ambientada en un futuro próximo en Australia, lugar en el que viven los últimos supervivientes en la Tierra del Holocausto nuclear provocado por la guerra entre EEUU y la URSS. Un submarino norteamericano (capitaneado por Gregory Peck) se encuentra en esta aguas y se dispone a efectuar un reconocimiento por el océano pacífico para verificar cuánto tiempo tardará en llegar la temida radiación hasta el último rincón del planeta. Mientras tanto, una serie de personajes (Anthony Perkins, como un militar asignado al submarino de Peck, Fred Astaire, como un especialista en radiación, o Ava Gardner, como la mujer con la que Peck vive un romance mientras trata de decidir si puede olvidar a su fallecida familia o no) pasan los que pueden ser sus últimos momentos de vida. Los resultados son irregulares, porque la mezcla de drama romántico y ciencia ficción con mensaje antinuclear y antibelicista (muy propio de un liberal como Kramer) nunca termina de encajar y, además, la película sufre problemas por su exagerada duración –supera ampliamente las dos horas de proyección- y altibajos de ritmo y tono, por mucho que posea un final potente que mitigue parcialmente dichos inconvenientes.

Adaptación de una obra de teatro de Patrick Hamilton, adaptada para la pantalla por el actor Hume Cronyn, escrita por Arthur Laurents (“West Side Story”, “The Way We Were”, “The Turning Point”) y dirigida por el realizador británico Alfred Hitchcock, quien en esta ocasión fía su puesta en escena a la utilización de largos planos secuencia que pretender dar fluidez al conjunto y hacer pensar al espectador que lo que están viendo es una accion en tiempo real. Los resultados no son del todo satisfactorios precisamente porque los largos planos secuencia incrementan la sensación de esta viendo una obra de teatro filmado, haciendo que además suponga la renuncia al montaje cinematográfico y con él, a todos los juegos de miradas y sospechas que podrían haberse explotado de otra forma. James Stewart interpreta uno de los papeles secundarios del film, pero uno de los más importantes, mientras que los dos roles principales recayeron en John Dall y Farley Granger.

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