Edgar Wright
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Una joven estudiante de diseño de moda (Thomasin McKenzie) se traslada a Londres a vivir. Sin embargo, no termina de encajar con sus compañeras de residencia, de manera que se traslada a un viejo edificio regentado por una anciana (Diana Rigg). Muy pronto, comienza a soñar que se transporta cada noche al mismo barrio en el que vive, solo que en la década de los años 60. Muy pronto, su sueño comienza a transformarse en una pesadilla de la que no puede escapar, y en la que aparecen una joven aspirante a cantante (Anya Taylor-Joy), un hombre que quiere obligarla a prostituirse (Matt Smith) e incluso un misterioso octagenario que aparece frecuentemente por el pub donde la protagonista trabaja (Terence Stamp). A pesar que se trata de una película que cuenta con la característica energía que caracteriza el cine de su director, el británico Edgar Wright, “Last Night in Soho” mezcla demasiadas influencias y fluctúa entre diferentes géneros de manera demasiado altisonante como para resultar exitosa como propuesta, de manera que a pesar de resultar moderadamente entretenida, está lejos de sus mejores o más simpáticas películas, como pueda ser por ejemplo la anterior “Baby Driver” (2017).

Tercera entrega de una especie de trilogía de películas del realizador británico Edgar Wright, formada inicialmente por "Shaun of the Dead" (2004) y "Hot Fuzz" (2007), en la que Simon Pegg y Nick Frost vuelven una vez más a los papeles protagonistas. En esta ocasión, lo que inicialmente parece una comedia sobre unos amigos que, rondando los cuarenta años de edad, se reunen de nuevo para realizar una loca gira por los bares del pueblo en el que vivían cuando eran adolescentes, toma un giro de ciento ochenta grados y se convierte rápidamente en una parodia del cine sci-fi del estilo de "The Invasion of the Body Snatchers" en sus diferentes versiones, cuando los amigos descubren que el pueblo está tomado por unos robots extraterrestres que han sustituido a los verdaderos habitantes del mismo. Los resultados son simpáticos, pero muy irregulares, ya que cuanto más estruendosa se vuelve la narrativa, peor funciona, siendo la química entre los intérpretes o algunos detalles de la puesta en escena de Wright lo mejor del film, y en dicho aspecto, funcionan mejor algunos de sus otros films.

Disparatada comedia que tiene como protagonista a un inspector de policía londinense (Simon Pegg) que, por su elevada eficiencia, es enviado a un pequeño pueblo inglés a fin de evitar que deje en mal lugar a sus compañeros. Una vez en ese pueblo, poco a poco se irá dando cuenta que los extraños sucesos que comienzan a acaecer están relacionados entre sí. El director Edgar Wright presta menos atención al hilarante desarrollo argumental que a los gags interpretativos o visuales que le ofrece el guión co-escrito con el propio Pegg, ofreciendo además por el camino múltiples referencias cinéfilas (que van desde “The Wicker Man” hasta “Bad Boys 2”) hasta acabar ofreciendo un espectáculo puro de acción. Nick Frost, Jim Broadbent, Timothy Dalton, Billie Whitelaw, Paddy Coinsidine y Cate Blanchett, en un breve papel no acreditado, completan el reparto.

Curiosa y salvaje mezcla de géneros (desde la acción pura y dura, la comedia romántica, el thriller y hasta el musical) que tiene como protagonista a Baby, un joven (Ansel Elgort) que trabaja como conductor en los atracos por encargo que planifica un ladrón (Kevin Spacey) que va cambiando equipos en cada nuevo trabajo. Baby, que siempre escucha música y se mueve y conduce a su ritmo, un día conoce a una chica (Lily James) que trabaja como camarera en el mismo 24h en el que trabajaba su madre. Pero su incipiente relación e incluso su vida se pondrán en peligro cuando debe realizar un robo en la compañía de tres peligrosos personajes (Jamie Foxx, Jon Hamm y Eiza González). El explosivo cóctel sale muy bien parado al estar en manos de Edgar Wright, que dirige la acción con espléndido pulso y con un talento extraordinario tanto para la puesta en escena, como para la coreografía de las secuencias y su montaje. Los resultados distan mucho de ser “high-art”, pero como mero entretenimiento se trata de una película extraordinariamente lograda y, a buen seguro, uno de los platos fuertes de la temporada y uno de esos títulos que están llamados a pasar a la posteridad de entre los pertenecientes a este 2017.

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