Baby Driver
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Baby Driver

Curiosa y salvaje mezcla de géneros (desde la acción pura y dura, la comedia romántica, el thriller y hasta el musical) que tiene como protagonista a Baby, un joven (Ansel Elgort) que trabaja como conductor en los atracos por encargo que planifica un ladrón (Kevin Spacey) que va cambiando equipos en cada nuevo trabajo. Baby, que siempre escucha música y se mueve y conduce a su ritmo, un día conoce a una chica (Lily James) que trabaja como camarera en el mismo 24h en el que trabajaba su madre. Pero su incipiente relación e incluso su vida se pondrán en peligro cuando debe realizar un robo en la compañía de tres peligrosos personajes (Jamie Foxx, Jon Hamm y Eiza González). El explosivo cóctel sale muy bien parado al estar en manos de Edgar Wright, que dirige la acción con espléndido pulso y con un talento extraordinario tanto para la puesta en escena, como para la coreografía de las secuencias y su montaje. Los resultados distan mucho de ser “high-art”, pero como mero entretenimiento se trata de una película extraordinariamente lograda y, a buen seguro, uno de los platos fuertes de la temporada y uno de esos títulos que están llamados a pasar a la posteridad de entre los pertenecientes a este 2017.

El director de fotografía es el veterano Bill Pope [ASC], quien saltó a la fama junto con los hermanos Larry y Andy Wachowski, para los que fotografió, de forma consecutiva, su acertado debut en la dirección (el thriller “Bound”, de 1996, que probablemente siga siendo su mejor película) así como “Matrix” (1999) y sus dos secuelas posteriores. Pero Pope no se inició en el cine por lo más alto, sino a través de las pequeñas producciones de Sam Raimi de finales de los 80 y principios de la década de los 90: suya es la fotografía de “Darkman” (1990) y de “Army of Darkness” (1992), aprovechando su experiencia como fotógrafo de secuencias de efectos. Posteriormente, Pope afrontaría un trabajo tan diferente como el de captar las marionetas de “Team América” (2004) o, de nuevo junto a Raimi, la segunda y la tercera parte de “Spiderman”. También ha rodado para Barry Sonnenfeld (“Men in Black 3”) y este es su tercer título para Edgar Wright, después de “Scott Pilgrim” y “The World’s End”. El año pasado se hizo cargo de otra película de deslumbrantes efectos, su especialidad: “The Jungle Book” (Jon Favreau, 2016).

A pesar que Pope es por tanto una eminencia de la integración de efectos digitales con metraje real, lo curioso es que “Baby Driver” es una película muy opuesta a esta especialidad. Y ello no porque no contenga múltiples de escenas de acción complicadísimas, e incluso coreografías en los que los tiempos y la superposición de elementos y sujetos son primordiales. Es opuesta a su especialidad porque Wright y Pope, en un verdadero alarde de oficio y por qué no, talento, han rodado la película de un modo que contiene un mínimo de imágenes digitales o retoques digitales. Por ello, todas las persecuciones están rodadas con especialistas ejecutando el grueso de las acciones de forma real, mientras que las largas tomas que muestran complicadas coreografías de cámara y personajes no tienen trampas ni trucajes visuales. La pretensión de los cineastas va tan lejos en este aspecto que, siendo una película contemporánea, e incluso una película que contiene un buen número de escenas de acción nocturnas o en lugares con escasez de luz (como parkings, por ejemplo) los cineastas la han rodado haciendo uso del formato 35mm y, además, en anamórfico, que añade una capa de dificultad por el mayor peso de los equipos, la necesidad de iluminar a diafragmas algo más cerrados (aunque Pope rueda muy abierto, a T2.8 o incluso más) o la imposibilidad de enfocar de cerca en espacios como dentro de los coches.

Rodada en Atlanta, el trabajo de Pope es muy bueno y, partiendo de una realidad más o menos cotidiana, juega a estilizarla mediante la introducción de gelatinas en sus luces (de ahí esas escenas en que su luz simula atardeceres), por la utilización de unidades de iluminación que de por sí están viradas hacia otros colores (como fluorescentes verdosos o cián) o, sobre todo, por abrazar la luz de neón de lugares como la cafetería 24h en la que se desarrolla parte de la acción, o incluso ya de forma descarada cuando la narrativa se vuelve frenética y casi paródica (durante la escena final) por hacer uso incluso de los fuertes colores de las luces de freno de los coches para crear una iluminación súper-expresionista pero que, dentro de un conjunto con tantos referentes, encaja a la perfección. El rodaje en celuloide le aporta un punto que quizá a estas alturas es extraño para una historia contemporánea (ya que la nitidez es notablemente inferior a la de, por ejemplo, una Arri Alexa, mientras que sin necesidad de recurrir al filtraje, la imagen da la sensación de tener un filtro “integrado” que crea ciertos halos sobre las altas luces y una reducción sensible del detalle en la misma) pero le queda bien al tipo de luz saturada y expresiva que emplea Pope, que demuestra que también es perfectamente capaz de llevar a cabo rodajes muy complicados sin la intervención o retoque digital.

Sin embargo, la verdadera estrella de la función es la puesta en escena de Edgar Wright, que desde el mismo comienzo de la película se luce con una serie de tomas muy largas de Steadicam que crean el ritmo adecuado para adentrar al espectador en lo que va a ver, sentir y disfrutar. No es ya que las escenas de acción (no menos espectaculares e intensas que las de cualquier otro blockbuster, incluyendo los de robots que se pelean y bichos gigantes) estén fenomenalmente bien rodadas y editadas, es que la película, a través de cada escena y casi de cada línea de diálogo o corte de montaje, tiene un prodigioso ritmo interno que la mantiene viva, fresca y activa. De ahí que lo que cuenta (que es muy sugerente por la mezcla de géneros, pero que en realidad está muy visto) sea lo de menos; lo que importa es que Wright mueve al espectador con su cámara y lo hace apretando el acelerador en cada curva para llevarle al límite y al pleno disfrute cinematográfico.

Título en España: Baby Driver
Año de Producción: 2017
Director: Edgar Wright
Director de Fotografía: Bill Pope, ASC
Ópticas: Panavision C-Series, G-Series, T-Series, ATZ, AWZ2
Emulsión: Kodak 5207 (250D) & 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Otros: Digital Intermediate

Vista en DCP

© Ignacio Aguilar, 2017.



Language / Idioma