Wright
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Una joven estudiante de diseño de moda (Thomasin McKenzie) se traslada a Londres a vivir. Sin embargo, no termina de encajar con sus compañeras de residencia, de manera que se traslada a un viejo edificio regentado por una anciana (Diana Rigg). Muy pronto, comienza a soñar que se transporta cada noche al mismo barrio en el que vive, solo que en la década de los años 60. Muy pronto, su sueño comienza a transformarse en una pesadilla de la que no puede escapar, y en la que aparecen una joven aspirante a cantante (Anya Taylor-Joy), un hombre que quiere obligarla a prostituirse (Matt Smith) e incluso un misterioso octagenario que aparece frecuentemente por el pub donde la protagonista trabaja (Terence Stamp). A pesar que se trata de una película que cuenta con la característica energía que caracteriza el cine de su director, el británico Edgar Wright, “Last Night in Soho” mezcla demasiadas influencias y fluctúa entre diferentes géneros de manera demasiado altisonante como para resultar exitosa como propuesta, de manera que a pesar de resultar moderadamente entretenida, está lejos de sus mejores o más simpáticas películas, como pueda ser por ejemplo la anterior “Baby Driver” (2017).

Adaptación para la gran pantalla de los sucesos ocurridos en la política inglesa en mayo de 1940, cuando el Reino Unido, después de la invasión nazi de Europa y con sus propias tropas atrapadas en Dunkerque, se encomendó a Winston Churchill para que tomara el relevo de Neville Chamberlain como primer ministro de la nación, todo ello en un momento en el cual parecía que Hitler y sus aliados podrían tomar también las islas británicas y ganar la Segunda Guerra Mundial. Estos instantes de duda, así como la psicología del personaje, están muy bien interpretados por Gary Oldman (ganador del Oscar al mejor actor) como Churchill, en un film que sin embargo cae en exceso en la hagiografía del personaje con varias escenas un tanto sonrojantes, lo que no quita que en cierto modo sea una película complementaria con “Dunkirk” de Christopher Nolan, cuyos entresijos sí están bien narrados en esta película de Joe Wright. La caracterización de Oldman como Churchill a través del maquillaje también fue valedora de un Oscar. Lily James, Kristin Scott-Thomas y Ben Mendelsohn completan el reparto.

Adaptación de la novela clásica de Leon Tolstoi a cargo del dramaturgo Tom Stoppard, que narra la historia de una aristócrata rusa (Keira Knightley) que vive una aventura amorosa con un joven conde (Aaron Taylor-Johnson), a caballo entre San Petersburgo y el Moscú de finales del siglo XIX, lo cual origina todo tipo de rumores en la alta sociedad rusa y evidentes problemas entre la mujer y su esposo (Jude Law). Quizá lo más llamativo de esta solvente producción sea su carácter eminentemente teatral –toda la película está representada como si la acción tuviera lugar en el escenario, incluso con frecuentes transiciones temporales y/o geográficas realizadas en la misma toma-, un recurso que tiene su origen en un recorte presupuestario tardío en la producción, pero que hace más creíbles en pantalla las acartonadas relaciones que viven los personajes y el hieratismo de la sociedad en la que viven. Dario Marianelli con su música y los equipos de diseño (de producción y vestuario) son los puntos fuertes de un film muy sólido, pero que termina haciéndose demasiado largo y en el que la química entre el dueto amoroso principal nunca es del todo satisfactoria. Matthew MacFayden, Olivia Williams, Kelly MacDonald y Emily Watson completan los papeles secundarios de la función.

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