Zsigmond
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Recreación de la historia real de la creación del Proyecto Manhattan y de la construcción de las dos primeras bombas nucleares, las cuales fueron lanzadas sobre Japón en los estertores de la Segunda Guerra Mundial. La historia sigue al General Groves (Paul Newman) y al científico J. Robert Oppenheimer (Dwight Schultz), el cual lideró a un grupo de científicos aislados durante dieciocho meses en Los Álamos (Nuevo México), que son los que consiguieron el desarrollo tecnológico nuclear con fines armamentísticos. Sin embargo, en manos del director británico Roland Joffé, que acumulaba mucha fama tras sus éxitos consecutivos con “The Killing Fields” (1984) y “The Mission” (1986), “Fat Man and Little Boy” fue un relativo fracaso que además tuvo que cambiar su título originales por el de “Shadow Makers” para tratar de recuperar la inversión. Ello se debe a que lo que aquí se cuenta es muy interesante, pero muy poco dramático, con muchos personajes que, a excepción del interpretado por Paul Newman, entran y salen de la narración muy desdibujados, sin que los intentos de los cineastas por crear suspense tengan excesivos frutos. John Cusack, Laura Dern, Natasha Richardson y Bonnie Bedelia completan el reparto de un film que también tuvo a un equipo de primera tras las cámaras, como la montadora Françoise Bonnot o el músico Ennio Morricone.

Extrañísima adaptación de una novela de Richard Condon (el autor de “The Manchurian Candidate” o “Prizzi’s Honor”), que en clave de sátira o comedia negra propone la investigación de la muerte del Presidente de los EEUU en un atentado, a través de la figura de su hermano (Jeff Bridges) y con la ayuda de su multimillonario padre (John Huston). Entre los sospechosos o personas que ayudan en la investigación se encuentran rostros de Hollywood como Sterling Hayden, Richard Boone, Anthony Perkins, Eli Wallach, Dorothy Malone, Elizabeth Taylor o Belinda Bauer. Pero la película sufrió tremendos problemas financieros durante el rodaje que llevaron a cancelar y retomar el mismo en varias ocasiones, e incluso parece ser, que a estrenar una versión no del gusto del director, que llegó a comprar la película y reestrenar su montaje años después. El original es un film absolutamente fallido, pero curioso porque el presupuesto fue elevado y la premisa hubiera sido interesante en manos de otro director y productores, aunque ni su tono -con secuencias cómicas fuera de contexto- ni su desarrollo, dejando entrever que múltiples escenas se quedaron fuera del montaje o ni siquiera llegaron a rodarse, son en absoluto satisfactorios, a pesar de los esfuerzos del diseñador de producción o del director de fotografía.

Título poco conocido de las respectivas filmografías de Gene Hackman y Al Pacino (que había sido dirigido poco antes por el realizador Jerry Schatzberg en “The Panic in Needle Park”), pero que sin embargo, irónicamente, ofrece dos de sus mejores papeles según los propios actores. Y esas afirmaciones de Hackman y Pacino tienen mucho de cierto: ambos interpretan a dos perdedores que se unen con la intención de abrir un lavadero de coches en Pittsburgh, pero en su dificil camino desde California hasta dicho núcleo industrial de los EEUU se van encontrando con todo tipo de dificultades, que van desde sus propias y conflictivas personalidades hasta algunos problemas del pasado que vuelven al presente de sus vidas. Se trata de una suerte de “road-movie” de cocción lenta, quizá influenciada por “Midnight Cowboy” (John Schlesinger, 1969), pero muy efectiva, en la que Hackman y Pacino se funden perfectamente en sus respectivos roles y hacer perfectamente creíble el impactante arco de la historia y sus protagonistas.

Debut de Mel Gibson en el cine norteamericano, con una película de corte muy diferente a sus mayores éxitos comerciales. En la misma, Gibson y Sissy Spacek interpretan a una pareja de granjeros cuyas tierras se encuentran en una zona con graves riesgos de inundación. Tras unas fuertes lluvias, lo pierden todo y han de comenzar casi de cero, mientras que el cacique local (Scott Glenn) hace todo lo posible por convertir el valle y sus granjas en un gran pantano tras la construcción de una presa. Se trata de una película que, dentro de su academicismo, pretende aunar algo de cine social o de denuncia con una historia íntima entre sus dos personajes centrales, sin ser particularmente exitosa en ninguno de los dos apartados, aunque sus dos horas de proyección se siguen con agrado y cierto interés. Quizá Gibson fuera demasiado joven para el papel y ese sea uno de los problemas de una película que no llega a despegar. Spacek, la fotografía de Vilmos Zsigmond y la música de John Williams fueron candidatos al Oscar, premio que sí consiguieron los efectos sonoros de la película.

Debut en la dirección de largometrajes cinematográficos de Steven Spielberg, con una historia propia, basada en unos hechos reales acaecidos en Texas en 1969, escrita a cuatro manos por Hal Barwood y Matthew Robbins: una mujer (Goldie Hawn) convence a su marido (William Atherton), a punto de salir en libertad condicional del correccional en el que se encuentra, para que huya junto a ella y ambos puedan recuperar a su hijo, un bebé de apenas dos años de edad que ha sido dado en adopción por el estado. Durante el camino, secuestran a un agente de policía de tráfico (Michael Sacks) y por ello, son perseguidos por un gran número de agentes de la policía estatal de Texas, comandados por un veterano agente (Ben Johnson). La indeterminación del tono y argumento del film –que se mueve de forma constante entre la comedia y el drama- es uno de los mayores problemas de la primera película de Spielberg, que si bien demuestra una vez más (no hay que olvidar que ya había rodado “Duel”) su habilidad tras la cámara, nunca consigue que el film termine de funcionar a nivel dramático.

Uno de los títulos más importantes del cine norteamericano de los años 70 fue este potente drama que lanzó (y estrelló al mismo tiempo) a su director, Michael Cimino. Ambientada a finales de los 60 en un pueblo cuyos habitantes, de ascendencia rusa, trabajan en la siderurgia, Cimino dedica una larga hora a describir sus personajes (Robert De Niro, Christopher Walken, Meryl Streep, John Savage, John Cazale, George Dzundza y Chuck Aspegren) y después envía a tres de ellos (De Niro, Walken y Savage) a Vietnam, en donde vivirán un infierno muy lejano a las glorias bélicas por ellos imaginadas. Y lo que es peor, un duro regreso en el que ya no serán los mismos. Ganadora de cinco Oscar (película, director, actor secundario, montaje y sonido), “The Deer Hunter” es un compendio de las virtudes de Cimino como director –excelente dirección de actores, ambientación y realización- aunque también muestra alguno de sus excesos, que incluyen una duración desmesurada, aunque el tono melancólico y dureza de la historia hacen que las virtudes de la película pesen mucho más que sus defectos a lo largo de sus algo más de tres horas de proyección.

Peculiar adaptación de una novela de Edmund Naughton, ambientada en los tiempos del viejo Oeste, que tiene como protagonista a John McCabe (Warren Beatty), un jugador de cartas que inicia un próspero negocio de prostitución en un pueblo minero, con la ayuda de una mujer (Julie Christie) que se encarga del buen funcionamiento del mismo. Sin embargo, todo cambia cuando unos emisarios de una gran corporación llegan al pueblo y desean comprar todos los terrenos y negocios de McCabe. Altman narra la película con un tono muy casual y despreocupado un film cuyas mayor virtud es el retrato desmitificador de la época y de sus personajes, principalmente los de Beatty y Christie, aunque incluso los personajes secundarios poseen esa misma cualidad espontánea que los hace más veraces en pantalla y muy diferentes de los del cine del Oeste anterior al presente. Por supuesto, la película también es muy conocida por las canciones de Leonard Cohen, que el director utiliza muy bien con los pasajes nevados de Vancouver, así como por su pésimo sonido directo, que por increíble que parezca, hace que unos subtítulos sean imprescindibles para el visionado a no ser que se quiera asumir el riesgo de no entender nada de lo que los personajes hablan. René Auberjonois, Keith Carradine, William Devane o Shelley Duvall completan el reparto.

Variación del mismo argumento tratado por Michaelangelo Antonioni en "Blow Up" (1966) y que también fue abordado por Francis Ford Coppola en "The Conversation" (1974); es decir, un hombre (John Travolta), técnico de sonido de cine de bajo presupuesto, graba por casualidad -mientras recoge sonidos de ambiente para la película en la que está trabajando- el accidente de coche en el que pierde la vida el gobernador del estado de Pensilvania y máximo favorito ser el próximo presidente de los EEUU. Gracias al sonido que ha conseguido obtener, así como a diversas incongruencias en la versión oficial de los hechos, el técnico comienza a sospechar que alguien está ocultando una verdad muy incómoda. Sin embargo, De Palma no utiliza la premisa de la forma en que lo hicieron Antonioni o Coppola, o ni siquiera está interesado en las lecturas políticas o conspirativas de los clásicos de Alan J. Pakula en la década anterior (“Klute”, “The Parallax View”, “All The President’s Men”). Lo que claramente motiva al director neoyorquino es realizar un tremendo ejercicio de estilo y de puesta en escena mientras su cámara sigue a Travolta (en uno de sus mejores papeles) intentando desenmascarar la verdad. Los resultados, obviando los precedentes y como puro ejercicio de estilo, son óptimos, incluyendo la oscura resolución que cierra el relato. Habituales del cine de De Palma como John Lithgow, Nancy Allen y Dennis Franz comparten protagonismo junto a Travolta.

En una trágica semana para la fotografía cinematográfica, el mundo ha perdido a dos de los grandes maestros de la dirección de fotografía. Haskell Wexler (Chicago, 1922) falleció el pasado 27 de diciembre de 2015 en su casa de Santa Mónica en Los Ángeles, a los 93 años de edad, mientras que Vilmos Zsigmond (Szeged, Hungría, 1930) ha fallecido el 1 de enero de 2016 a los 85 años de edad. De raíces, por tanto, muy distintas, ambos formaron parte de la generación de operadores que introdujeron el estilo rupturista que venía de Europa y que cambió para siempre la estética del cine norteamericano, de los que fueron pilares fundamentales durante el último medio siglo.

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