Segunda película del cineasta de origen afroamericano Barry Jenkins, quien ha alcanzado un enorme éxito crítico (con elevados reconocimientos en la temporada de premios, incluyendo 8 nominaciones al Oscar) con esta historia que tiene como protagonista a un chico de un barrio marginal del sur de los Estados Unidos, al que se nos muestra en tres etapas de su vida: como niño, adolescente y finalmente, como adulto, siempre haciendo frente a problemas como la fuerte drogadicción de su madre (Noemie Harris), o las burlas de sus compañeros por su condición de homosexual. Rodada de forma independiente con un presupuesto modesto para los estándares americanos (cinco millones de dólares), el éxito de “Moonlight” parece que tiene más que ver con esa tradición crítica norteamericana de elevar a los altares un proyecto “indie” de cuándo en cuándo, que con los verdaderos méritos de una película que ni está especialmente bien rodada ni termina de rematar ninguna de las tres historias semi-independientes que se integran en el film, aunque es justo decir que nunca llega a descender a los infiernos de “Precious” (Lee Daniels, 2009), con la que no obstante guarda algunas similitudes.
El director de fotografía es James Laxton, quien en 2008 rodaba la opera prima de Jenkins en formato MiniDV y desde entonces su carrera está formada por algunos documentales, cortometrajes y películas muy pequeñas que tampoco parece que hayan tenido una acogida crítica demasiado buena. Sin embargo, ello no ha impedido que Laxton, hasta la fecha un perfecto desconocido, consiga nominaciones de la American Society of Cinematographers (ASC), de la que ni siquiera es miembro aún, e incluso de la Academia de Hollywood por este trabajo. Aunque ello, como se describirá a continuación, tiene mucho más que ver con el exagerado prestigio crítico que arrastra el film (que como es habitual, ha hecho que apartados secundarios del mismo también opten a premios) que con la calidad de su trabajo, lo cierto es que es prácticamente seguro que ofrecerá a Laxton buenas oportunidades para confirmar su talento. Y con los medios de los que dispondrá será cuando tendrá que confirmar o no si este reconocimiento ha sido prematuro y exagerado o realmente responde a un joven talento.
Como indicamos, en opinión de quien suscribe estas líneas, “Moonlight” no ofrece un acabado visual ni una puesta en escena dignas de tales reconocimientos, que son los mayores que existen en materia de fotografía cinematográfica. Se trata de una película rodada muy a la moda de estos tiempos, haciendo uso de una Arri Alexa XT (con grabación en Prores, no en ArriRaw, lo cual resta opciones en post-producción pero apenas afecta a la calidad de imagen) y casi siempre con la cámara al hombro siguiendo a los personajes. Además, Laxton y Jenkins han optado por un rodaje en formato anamórfico, con lentes Hawk V-Lite completamente abiertas (o casi completamente) de diafragma en toda circunstancia, bien se trate de interiores, exteriores día o exteriores noche. Con ello consiguen una profundidad de campo reducidísima y que las Hawk ofrezcan su peor versión, mostrando en pantalla mucha suavidad (que puede ser un plus para asemejarse al celuloide) pero sobre todo, su fuerte tendencia a perder enfoque en las cuatro esquinas del encuadre e incluso en la parte superior e inferior del mismo, como si de una mala lente anamórfica de origen soviético se tratase. Puesto que toda la película es así, esto es evidente que es intencionado.
Con un presupuesto reducido y solo 25 días de rodaje, era ya obvio antes de presenciar la proyección que Laxton no iba a haber destacado por su uso de la luz artificial. Como era de prever, por tanto, “Moonlight” es una película que hace un uso extensivo de la luz disponible. Pero lo que destaca en este apartado es la particular forma que tiene Laxton de exponer a la Alexa, a buen seguro que absolutamente condicionado por la presencia exclusiva de afroamericanos en el reparto. A fin de conseguir que sus rasgos y rostros aparezcan de forma correcta en pantalla sin apenas recurrir a iluminación cinematográfica, Laxton ha sobreexpuesto mucho el sensor (si bien mucha gente tiende a sobreexponer con la Arri Alexa, aquí el efecto es todavía más llamativo) a fin de que la lectura en los rostros sea aproximada al gris medio en la medida de lo posible. Pero ello hace que con mucha frecuencia los fondos, o sobre todo los exteriores que se ven por ventanas y puertas en los interiores diurnos, estén muy quemados. No están llevados fuera de los límites de la capacidad de registro de la cámara de Arri, que es muy extensa, pero prácticamente. Aunque el público cada vez esté más acostumbrado a aceptar este tipo de decisiones estilísticas en HD, lo cierto es que la forma en que el celuloide se sobreexpone o responde en la parte alta de su curva, continúa siendo una de sus ventajas evidentes.
Es decir, “Moonlight”, por estos motivos, está expuesta conscientemente (sobre el papel) de forma incorrecta. Ello podría resultar muy interesante, pero el problema de Laxton es que no consigue con ello un aspecto especial, o bien que resulte interesante. Al contrario, evidencia que se encuentra en una encrucijada técnica y que, con sus (no) medios, se ve forzado a tratar de realizar exposiciones promedio entre sus actores y las altas luces. El film, eso sí, queda caracterizado por la utilización de algunas cámaras lentas en momentos puntuales y por el uso de una paleta de color muy saturada y variada, especialmente cuando Jenkins se lanza a referenciar a Wong Kar Wai. La utilización de la luz de la luna, en cambio, queda reducida a una secuencia muy concreta e importante de la proyección, ya que dentro de un ambiente urbano, Laxton imita la luz de sodio sobre sus actores o incluso deja que la misma disponible en las calles de los suburbios pobres en los que está rodado el film inunde sus fondos.
Por todo ello, no es una fotografía especialmente destacable (quizá alguna secuencia nocturna en los coches, con una luz dorada que funciona muy bien sobre las pieles negras, sea lo mejor del film), sino un trabajo que se deja llevar mucho por la moda imperante del rodaje en HD con lentes anamórficas completamente abiertas de diafragma, sin importar demasiado que ello destruya la calidad óptica de las mismas, en la que el director de fotografía nunca aparenta tener el control completo sobre la imagen, sino que más bien, trata de obtener un aspecto lo más natural posible exponiendo a base de promedios, mientras la cámara de su director se dedica a hacer movimientos y piruetas constantes que no siempre le funcionan tan bien como pretende (tómese como ejemplo la escena inicial con el traficante). Más allá de alguna secuencia aislada, bien por la hora mágica o por la especial reproducción de las pieles que consigue Laxton), el reconocimiento obtenido hasta la fecha parece que tiene mucho más que ver con el que ha tenido el propio film como conjunto que por el mérito personal de su director de fotografía.
Título en España: Moonlight
Año de Producción: 2016
Director: Barry Jenkins
Director de Fotografía: James Laxton
Ópticas: Hawk V-Lite, Angenieux Optimo 2S
Formato y Relación de Aspecto: Arri Alexa (Prores 2K), 2.4:1
Otros: 2K Digital Intermediate
Premios: Oscar a la mejor fotografía (nom), American Society of Cinematographers (nom)
Vista en DCP
© Ignacio Aguilar, 2017.