Producción de The Cannon Group, es decir, los productores israelíes Menahem Golan y Yoram Globus, que se aleja mucho de su prototipo de película barata y de serie “B”: basada en un antiguo guión de Akira Kurosawa -que estuvo a punto de filmarlo en los años 60 en los EEUU- reescrito por Djordje Milicevic, Paul Zindel y el antiguo presidiario metido a escritor y actor, Edward Bunker, la acción sigue a dos convictos (Jon Voight, puede que en su mejor papel) y Eric Roberts (sin duda en su mejor papel) que escapan de una prisión de alta seguridad en Alaska, para fastidio del alcaide (John P. Ryan), quien mantiene una grotesca rivalidad con Voight, un preso respetado y admirado por los otros presidiarios. Como consecuencia, el alcaide parte en su búsqueda por la gélida Alaska, mientras los reclusos tratan de huir montándose a un tren que, sin que ellos lo sepan, les lleva hacia el mismísimo infierno. En manos del realizador ruso Andrei Konchalovski (en la que sin duda es su mejor obra americana), “Runaway Train” se convierte en un extrañísimo film de acción de carácter existencial, magistralmente montado por Henry Richardson e interpretado por Voight y Roberts (los tres fueron candidatos al Oscar), ya que además de sus brillantes escenas de acción, contiene también un profundo estudio de personajes y una cautivadora resolución, que hacen de éste uno de los films más extraños de su género pero a la vez imprescindible dentro del mismo. Rebecca de Mornay interactúa entre Roberts y Voight.
El director de fotografía fue una extraña elección para un film norteamericano, pero a la postre, por la calidad de su trabajo, Alan Hume [BSC] se reveló como un gran fichaje para el film. Nacido en 1924, Hume era, por lo tanto, de una edad similar a la de grandes operadores británicos como David Watkin, John Alcott, Alex Thomson o Billy Williams, pero Hume nunca tuvo el prestigio de aquéllos, ya que aunque alcanzó el puesto de director de fotografía en 1960, salvo en algunas excepciones como “Legend of the Hell House” (John Hough, 1972) no sería hasta los años 80 cuando empezaría a rodar las películas por las que es realmente conocido. Y casi todas ellas, además, dentro del género de acción, quizá considerado menor, comenzando por tres películas de la serie Bond como “For Your Eyes Only” (1981), “Octopussy” (1983) y “A View to a Kill” (1985), todas ellas dirigidas por John Glen, con quien Hume ya se había hecho cargo de una de las segundas unidades de “The Spy Who Loved Me” en 1977. A la vez, Hume trabajó en 1981 con el realizador Richard Marquand en “The Eye of the Needle”, cuyo éxito hizo que ni más ni menos que George Lucas encargase al director la tercera película de la trilogía original de “Star Wars”: “The Return of the Jedi” (1983). Y Marquand contrató a Hume para el film. Además, Hume tuvo tiempo de rodar en los 80 “A Fish Called Wanda” (Charles Chichton, 1988), «Supergirl» (Jeannot Szwarc, 1984) y un film previo para “The Cannon Group” que seguramente hizo que le llegara el presente trabajo: “Lifeforce” (Tobe Hooper, 1985).
“Runaway Train” es una película absolutamente cruda y para nada comprometida ni con los estándares británicos ni Hollywoodenses relativos a cómo tenían que lucir las películas o los actores que aparecen en las mismas, algo que es sorprendente en Hume, que era un operador híbrido entre los clásicos británicos y los más modernos, capaz de rodar en uno u otro estilo pero generalmente mezclándolos provocando cierta confusión estilística. Pero aquí, de alguna manera, se transforma en un operador absolutamente moderno y comprometido con la narrativa del film, sin renunciar a un ápice de crudeza y contribuyendo de forma absolutamente decisiva para el realismo y éxito final de la propuesta. Todo comienza en esos interiores de la prisión en Alaska que hacen sentir al espectador absolutamente todo el frío del lugar y de los personajes que lo habitan, con una iluminación exclusivamente desde el exterior de la misma en los interiores diurnos que provocan un extraordinario aspecto de luz de una única fuente (que mezcla además de maravilla con los pequeños fuegos de la revuelta de los presidiarios). Ese estilo crudo, para nada comprometido con la estética pero sí (y además mucho) con la narrativa, es trasladado a las escenas que transcurren fuera de la prisión, comenzando con una serie de exteriores absolutamente fríos, llenos de viento, hielo y nieve, que congelan la sangre al espectador tanto o más que a los propios personajes que los sufren.
Y lo mejor es que cuando la acción se traslada al interior del tren que metafóricamente podría ser la propia vida por el camino erróneo de los personajes de Voight y Roberts, Hume, a pesar del rodaje en estudio, con todas sus comodidades, renuncia a embellecer un solo fotograma, haciendo que la luz que entra por las ventanas de la locomotora tenga un efecto completamente natural, con suaves gradaciones desde las altas luces que generan sobre los personajes hasta negros que no son demasiado densos. Pero siempre, con la apariencia de que todo es real, de que el tren está en movimiento y además a una enorme velocidad, que es incontrolable y que lleva a los personajes a encontrarse con su irremediable destino. Esa forma tan realista de iluminar hace que el enfrentamiento actoral de gran altura entre Voight y Roberts también sea totalmente verosimil, pues en ningún momento nos planteamos que dichas secuencias no estén teniendo lugar en esa locomotora que vuela desbocada por las vías férreas de Alaska y mucho menos, en el interior de un estudio en Los Ángeles. Pero además, Hume mantiene el aspecto en la sala de control de trenes, con una luz que también parte principalmente de una ventana fuertemente sobreexpuesta (que recuerda a David Watkin en “Marat Sade”) y cuya apariencia, dirección y textura no se modifica en ninguna de las tomas, reforzando esa apariencia de naturalismo en contraposición a iluminar plano a plano para mejorarlo o embellecerlo. Tanto en estas escenas, como en las del tren u otros interiores, un bello uso de filtros tipo Fog, Low-Contrast o, más probablemente, Double Fog, acentúa esa sensación, al crear halos en torno a las ventanas, que la luz procede de las mismas y que la nieve del exterior produce un efecto cegador sobre los personajes.
El trabajo de cámara es excelente -están acreditados como operadores de la primera unidad los futuros directores de fotografía Alan Caso y Julio Macat, además de Mike Frift, el habitual de Hume- pues su movilidad y uso de la cámara al hombro o en mano dentro del tren también colabora de forma decisiva a lograr todo esto que hemos comentado previamente, mientras que da la impresión que Hume recurrió, como era frecuente en él, al zoom (Cooke Varotal) como focal variable cuando la cámara llevaba configuración de estudio. También brilla mucho la segunda unidad en Alaska, con fotografía a cargo de Don Burgess, el futuro autor de “Forrest Gump” (1994), también con otro director de fotografía como operador, Tom Priestley, Jr. Gracias al juego de diferentes velocidades de rodaje, incluyendo alta velocidad para realzar determinados momentos, con un gran riesgo y talento a la hora de ubicar la cámara sobre la monstruosa locomotora y posiblemente alterando bastantes veces la obturación para lograr determinados efectos y apariencia de velocidad, todo ello perfectamente mostrado en pantalla por el brillante montaje, la acción de “Runaway Train” es espléndida y está perfectamente dosificada por Andrei Konchalovski, aunque para sorpresa de casi todos aquéllos que se aproximen por vez primera a esta gran obra, el punto fuerte de la misma no es ni cómo está rodada ni lo que vemos en ella, sino lo que ocurre entre una serie de personajes llevados absolutamente al límite y en un lugar que, como sus propias vidas, ni controlan ni pueden escapar de él. Pero en cualquier caso, ciñéndonos a la fotografía, el plano final es de los que perduran en el recuerdo, como perfecto resumen de una película que muestra el mejor trabajo de Alan Hume, que como indicábamos, ilustra a la perfección esta rara joya única en su género, al ser un film de acción profundamente existencial.
Título en España: El Tren del Infierno
Año de Producción: 1985
Director: Andrei Konchalovski
Director de Fotografía: Alan Hume, BSC
Ópticas: Cooke Varotal, Cooke Speed Panchro
Emulsión: Kodak 5294 (400T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Otros: dirección de fotografía de segunda unidad de Don Burgess, ASC
Vista en HDTV