Tarantino
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Debut en la dirección de Quentin Tarantino, además guionista de una película en la que tuvo la habilidad de fragmentar la historia y, además, omitir precisamente el hecho que la desencadena: el atraco para robar unas joyas, en el que todo sale mal. Los protagonistas son un grupo de hombres que trabajan al margen de la ley para un jefe mafioso (Lawrence Tierney) y su hijo (Chris Penn). Para el trabajo, los hombres, que no se conocen entre sí, utilizan pseudónimos como Sr. Blanco (Harvey Keitel), Sr. Naranja (Tim Roth), Sr. Rubio (Michael Madsen), Sr. Azul (Edward Bunker), Sr. Marrón (el propio Tarantino) y el Sr. Rosa (Steve Buscemi). Después del fallido atraco, los supervivientes van llegando de uno en uno al punto de encuentro, un almacén, en donde comienzan a sospechar que hay un soplón entre ellos. Partiendo de inspiraciones ajenas de diversa índole, además de por su fragmentación, el debut de Tarantino está caracterizado por sus hábiles, frescos e ingeniosos diálogos, así como por sus altas dosis de violencia, que resultaron muy llamativas en la época en que el film se hizo famoso, sobre todo, a raíz del estreno de “Pulp Fiction” (1994). No es la mejor película de su director, pero posee momentos emblemáticos (como los títulos de crédito, o el baile del Sr. Rubio) y continúa siendo un estupendo debut detrás de las cámaras (Tarantino, por otro lado, evidencia que su lugar nunca debió de ser delante de las mismas).

Díptico de películas escritas y dirigidas por Quentin Tarantino (que originalmente iban a haber sido una única película), protagonizadas por Uma Thurman en su papel de “La Novia”: una mujer que, durante los preparativos de su boda, estando embarazada, es tiroteada junto al resto de los presentes por los miembros de una banda criminal liderada por Bill (David Carradine). Ello la deja en coma durante varios años, pero al despertar, La Novia decide ir a por todos y cada uno de esos miembros de la banda de Bill, para matarlos, hasta llegar hasta el mismísimo jefe y líder. En estas dos películas, Quentin Tarantino rinde un amplio homenaje al cine de artes marciales, a las películas de venganza y hasta al Spaghetti-Western, aunque toda la película no es sino un “fan service” destinado a proporcionar a la audiencia exactamente lo que quiere ver, sean peleas, entrenamientos, muertes o sangre en pantalla. Pero los resultados se ven seriamente deslucidos tanto por dicha complacencia, como, sobre todo, porque lo que originalmente debería de haber sido una única película de tres horas de duración se convirtió en dos de casi cuatro si las sumamos. Por ello, las situaciones están muy estiradas, con escenas que apenas hacen avanzar la trama, y un ritmo lento que, más allá de los homenajes, referencias y explosiones de violencia, que da lejos de las grandes obras de su autor.

Séptimo largometraje de Quentin Tarantino, ambientado en la Francia ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Con una estructura de episodios diferentes que van presentando a un nutrido grupo de personajes (un coronel de las SS especializado en cazar judíos, un grupo de paramilitares americanos especializados en cazar nazis, una chica judía que vive bajo una identidad falsa en París, un famosa actriz alemana, un teniente británico de orígenes alemanes… y hasta Joseph Goebbels y Adolf Hitler en persona), Tarantino propone un fresco audaz, violento, rodado en cuatro idiomas (francés, alemán, ingles y hasta italiano), con gloriosos diálogos y un estupendo montaje a cargo de Sally Menke, que dilata o acelera el tiempo a la pura conveniencia del director, cuya mezcla de referentes cinematográficos -a veces no ya de serie B, sino Z- curiosamente forman un cóctel explosivo de primer nivel -quizá el más alto de su autor, junto a “Pulp Fiction” y “Once Upon a Time… in Hollywood”- deliciosamente interpretado además por Brad Pitt, Christoph Waltz, Diane Kruger, Michael Fassbender, Melanie Laurent, Denis Minochet, Daniel Brühl, Eli Roth, Til Schweiger, Mike Myers, Rod Taylor o August Diehl, entre otros.

La novena película escrita y dirigida por Quentin Tarantino, ambientada en Hollywood en 1969, época de máximo florecimiento del fenómeno “hippie” y el momento en el que el cineasta polaco Roman Polanski se encontraba en la cumbre, después del estreno de “Rosemary’s Baby” (1968). Este director acaba de mudarse a Beverly Hills junto a su mujer Sharon Tate (Margot Robbie) y tienen como vecino a Rick Dalton (Leonardo Di Caprio), un actor televisivo que se encuentra en un momento bajo de su carrera y que se debate entre tratar de conseguir nuevos papeles en la pequeña pantalla o probar suerte en los Western italianos. El doble de Rick es Cliff (Brad Pitt), quien a su vez tiene problemas para encontrar trabajo como especialista porque tiene fama de conflictivo, así que se gana la vida llevando de un lado a otro a Dalton, que ha perdido el carnet por conducir borracho. Con una estructura que realmente es poco dramática, Tarantino tiene el valor de fiar que el espectador disfrute de sus más de dos horas y media de proyección gracias a lo bien que funcionan los pequeños segmentos que forman la película, que aparentemente no hacen avanzar la narrativa, pero que una vez más son totalmente coherentes con el conjunto (y su memorable conclusión) y que describen con inusitada pasión y franqueza una época pasada de Hollywood que murió junto a Tate para nunca volver. Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Dakota Fanning, Michael Madsen, Emile Hirsch, Margaret Qualley y Luke Perry, entre otros, tienen apariciones a lo largo de un metraje que quizá ni sea redondo ni lo mejor de su autor, pero que es súper disfrutable en casi todos sus aspectos. 

Octava película de Quentin Tarantino que, como la anterior, es un Western que vuelve a recoger un buen número de influencias cinéfilas del realizador (especialmente, “The Thing”, de John Carpenter) e incluso auto-referencias a su obra anterior: un cazador de recompensas (Kurt Russell) lleva a una peligrosa forajida (Jennifer Jason Leigh) hasta un pequeño pueblo de Wyoming en el que cobrará 10.000 dólares por entregarla. Sin embargo, la diligencia que usa como transporte se ve envuelta en una fuerte tormenta de nieve que le obligará tanto a acoger a dos personajes (Samuel L. Jackson, otro caza recompensas y Walton Goggins, quien dice ser el nuevo Sheriff del pueblo al que se dirigen), como a parar en una cabaña para refugiarse de la tempestad. Allí se encuentra con otros personajes más (Demian Bichir, Bruce Dern, Tim Roth y Michael Madsen), dándose cuenta de que su prisionera tiene un cómplice entre ellos que pretende liberarla. El grueso del film transcurre en el interior de esa cabaña, en la que Tarantino vuelve a demostrar su talento para los diálogos, monólogos y, como en la escena de la taberna de “Inglourious Basterds” (2009), hinchar su metraje al tiempo que acumula una enorme y creciente tensión a cada minuto que transcurre. Se trata de una gran obra en la que sobresalen Jason Leigh y Samuel L. Jackson, pero que quizá no sea apta para todas las audiencias y públicos por su particular estilo y alargada duración. Llena de matices y muy disfrutable, únicamente el tiempo la situará junto con las dos mejores de su autor (“Pulp Fiction” y “Basterds”), o bien en el escalón inmediatamente inferior. Ennio Morricone compone la banda sonora original.

Revisión del Spaghetti-Western y el cine Blaxplotation por parte del realizador de “Pulp Fiction” que, como casi todo su cine, toma una serie de modelos ajenos para convertirlos en su propio universo, en este caso más la referencia de Sergio Corbucci que la de Sergio Leone, quizá más apreciable en largos segmentos de “Kill Bill Vol. 2”. En "Django" el argumento gira en torno a un antiguo dentista, ahora convertido en cazarrecompensas (Christoph Waltz, que prácticamente retoma su personaje de “Inglourious Basterds”) que se une al personaje que da título al film, un antiguo esclavo al que libera (Jamie Foxx) para capturar forajidos y cobrar los importes que la justicia ofrece por ellos. Todo ello con la condición de que, cuando termine el invierno, el dentista ayude a Django a liberar a su mujer (Kerry Washington), esclava en una plantación de Mississippi cuyo dueño (Leonardo Di Caprio) es un entusiasta de las peleas entre esclavos negros. Don Johnson, Jonah Hill, James Remar, James Russo, Bruce Dern, el propio Tarantino, Franco Nero en un pequeño cameo y Samuel L. Jackson, como el jefe de los esclavos de la plantación, secundan al trío principal en una película irregular, demasiado larga y menos inspirada que la anterior obra del realizador, pero que sigue ofreciendo una estupenda muestra de su ingenio como guionista y su capacidad para reciclar material de desecho y convertirlo en un entretenimiento de primera categoría, no exento de ratos de gran cine, como toda la secuencia nocturna en la plantación.

Extraña película, en tanto que supone la fusión de dos estilos aparentemente contrapuestos: la dirección habitualmente esteticista de Tony Scott, que casi siempre prima el estilo sobre la sustancia, con el guión obra de Quentin Tarantino, en uno de sus primeros trabajos cinematográficos, anterior a saltar a la fama con el mega-éxito de “Pulp Fiction”, con cuya venta se dice que pudo llevar a cabo la producción de su posteriormente muy conocida ópera prima, “Reservoir Dogs”. La historia, aparentemente sencilla (una pareja –Christian Slater y Patricia Arquette- huye con un maletín de droga e intenta venderlo en Los Ángeles, al tiempo que les persigue tanto la mafia como la policía), está plagada de situaciones, personajes y diálogos rocambolescos y estrambóticos, pero a menudo tan brillantes como en el cine del propio Tarantino, por lo que fue una suerte que el menor de los Scott, que bien podría haber destrozado la historia, llevara a cabo uno de sus trabajos de más bajo perfil. Christopher Walken, Dennis Hopper, Gary Oldman, Val Kilmer o Brad Pitt completan el reparto. 

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