The Big Short
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The Big Short

Adaptación de un libro de Michael Lewis (“Moneyball”), cuya acción comienza a mediados de la década de los 2000 y que tiene como protagonistas a un grupo de personajes del mundo de las inversiones y las finanzas que, juntos o por separado, se dan cuenta de que los créditos bancarios concedidos al menos en EEUU no son inversiones tan seguras como a priori parecían serlo, anticipando así la gran crisis económica mundial vivida desde el estallido de las “sub-prime” y la caída de bancos como Lehman Brothers. Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling y Brad Pitt –además co-productor de la película- encabezan el reparto de un ácido retrato de unos acontecimientos reales que cambiaron el mundo y de cuyas consecuencias aún hay muchos países y regiones que no se han recuperado. Adam McKay (“Anchorman”) sorprende con un film muy sólido y muy serio, incluso consciente de su propia importancia y en cierto modo reminiscente del cine-denuncia de los años 70, que explica muy bien los hechos que expone a pesar que lo que sucede en pantalla no siempre es fácil de seguir para el espectador común. Nominada a los premios Oscar más importantes: película, director y guión adaptado.

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El director de fotografía es el británico Barry Ackroyd [BSC], el cual se inició a través del documental y se asentó en el mundo del cine de la mano de Ken Loach, con el que inició una fructífera asociación que desde 1990 ha ofrecido ya un total de once películas. Asociado, por tanto, a un cine preocupado socialmente y de fuerte arraigo en la realidad, Ackroyd comenzó a abrir su carrera cuando comenzó a trabajar también con el director Paul Greengrass, empezando por la colosal “United 93”, uno de los mejores títulos de la década anterior, a la que han seguido la fallida “Green Zone” (2010) y “Captain Phillips” (2015), además de una película de Bourne ya rodada y pendiente de estreno. Estos títulos situaron a Ackroyd en el escaparate internacional, dándole la oportunidad de rodar “The Hurt Locker” (Kathryn Bigelow, 2008), con nominación al Oscar y al premio de la American Society of Cinematographers (ASC), o el presente film. Al contratar a Ackroyd, McKay deja muy claro sus intenciones de filmar una película de un aspecto muy realista, casi documental, con mucha frescura en la puesta en escena. Es el estilo en el que Ackroyd está plenamente especializado y que transpone de película en película, independientemente del lugar o lugares en el que esta se desarrolle o incluso de la temática de la misma. Pero lo cierto es que, en este estilo, el director de fotografía británico se ha consolidado en la industria como alguien muy capaz que, sin proporcionar las imágenes de más calidad, ofrece a las películas un plus de veracidad e incluso cierto compromiso con las ideas que transmiten, algo muy raro en la actualidad y más aún en un operador.

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Así pues, “The Big Short” se caracteriza, a nivel estético, por el habitual trabajo de cámara que ofrece Ackroyd. A través de una filmación exclusivamente con lentes zoom Angenieux Optimo (entre ellos, el 24-290mm y, seguramente, sus lentes más cortas y ligeras 15-40, 28-76 y quizá, el 45-120mm) y multicámaras, a priori parece que McKay, a través de Ackroyd, ha llevado a cabo una filmación del estilo de la que realiza Paul Greengrass: escenas interpretadas por los actores de principio a fin y multicámaras que se esfuerzan por rodar simultáneamente y captar las acciones y diálogos de estos, a veces con mucho movimiento de la cámara y otras muchas, mediante la cámara al hombro. Como consecuencia, gran parte de la película está captada por esos zoom en la zona teleobjetivo de los mismos, lo que también hace que exista un cierto abuso de los primeros planos de los actores mientras dialogan y conversan con los otros miembros del reparto. Como además de una estética realista, McKay también está realizando una película sobre la década pasada y ello requiere cierta ambientación, Ackroyd también ha recurrido a una filmación en 35mm -excepto planos aéreos con la Canon C500- por lo que el film posee cierta textura de grano y cierto sabor fotoquímico que apoyan su estética documental. Además, reforzando este aspecto, Ackroyd también ha importado sus frecuentes y rápidos zooms de alejamiento, acercamiento y reencuadre que realiza con Greengrass, e incluso a los cineastas no parece importarles que el enfoque sea muy deficiente en un buen número de tomas, en aras a la credibilidad y realismo de la propuesta.

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La luz de Ackroyd, como no podía ser de otra manera, es muy sencilla y naturalista, sin el menor intento de ejecutar una estética elaborada o mínimamente recargada. No hay más filtro que los ND necesarios para controlar las exposiciones en exteriores, ni una pretensión de obtener un buen aspecto de los actores. Para iluminar sus interiores, Ackroyd parece utilizar grandes fuentes de iluminación desde el exterior de las ventanas, siempre rebotadas y suavizadas, complementándolas con pequeños aparatos de luz en los interiores y relleno negativo para generar contraste. Pero si un actor o actriz queda en contra de la fuente de luz, Ackroyd lo deja en sombra o más en penumbra, sin afrontar esas situaciones con el menor ánimo de falsearlas o introducir falsas luces de relleno. Su estilo tampoco es que sea extremo (por ejemplo, en las escenas en las que aparece un personaje con una ventana detrás en su despacho, Ackroyd le sitúa una luz suave a 45 grados hacia el lado de su mirada) pero sí es mucho más sencillo que el de casi cualquier otro operador, que casi seguro que hubiera introducido más artificio o buscado cierto preciosismo o lucimiento personal. En este sentido, podría decirse que el sello de Ackroyd es precisamente la ausencia de elaboración de sus imágenes, así como la obtención de mucho material para ofrecer al montador Hank Corwin, también nominado al Oscar.

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Quizá con un operador menos interesado en las multicámaras, los zooms y un estilo documental, pero cierto parecido en su filosofía lumínica, la película hubiera tenido aún más empaque formal. Pero lo cierto es que los resultados son muy correctos, aunque quizá ya no cojan tan de sorpresa como antaño, ni ofrezcan a Ackroyd muchas posibilidades de lucimiento personal o de afrontar grandes riesgos, situaciones que sí se han producido en sus trabajos con Greengrass y en las que el operador de Manchester siempre ha dado un paso al frente. Lo que sí es evidente es que Adam McKay –actor ocasional, guionista y director- parece más centrado en su texto y los actores y más allá de la premisa de realismo, parece que ha confiado en Ackroyd para ejecutar la parte técnica de su película. Y en este aspecto, puesto que los resultados globales de la misma son notablemente satisfactorios, puede considerarse que la suya ha sido una apuesta muy acertada, con una película en la que la parte visual no brilla, pero apoya bien a la narrativa y tono de la misma.

Título en España: La Gran Apuesta
Año de Producción: 2015
Director: Adam McKay
Director de Fotografía: Barry Ackroyd, BSC
Ópticas: Angenieux Optimo
Emulsión: Kodak 5207 (250D), 5213 (200T) & 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 3-perf Super 35mm, 2.4:1
Otros: 2K Digital Intermediate

Vista en DCP

© Ignacio Aguilar, 2016.



Language / Idioma