The Parallax View
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The Parallax View

Adaptación de una novela de Loren Singer (escrita para la pantalla por David Giler y Lorenzo Semple, Jr.) con la que Alan J. Pakula volvió a los esquemas del thriller ya tratados en la anterior “Klute” (1971); en esta ocasión, la trama gira en torno a un periodista (Warren Beatty) que comienza a indagar acerca del asesinato de un senador sobre el que la investigación oficial concluyó que el asesino actuó sólo y por motivos personales. Pero tras la muerte de varios de los testigos presenciales, la posibilidad de que se tratase de una conspiración cobra cada vez más fuerza. Se trata de una película muy fría, metódica y muy concisa tanto en su discurso como en la forma en que está rodada e interpretada. Al contrario que “All The President’s Men” (1976), el siguiente trabajo del realizador tras las cámaras, “The Parallax View” está basada en hechos ficticios, pero en los Estados Unidos de la época de Richard Nixon y tras los asesinatos de los hermanos Kennedy, su historia suena tremendamente pausible y, tras la proyección, resulta aterradora. Aunque este episodio de la trilogía que forma junto a los dos mencionados films quizá sea el menos conocido, no es por ello, ni por asomo, el menos interesante de los tres y, como los otros dos, hoy en día también tiene su misma consideración de clásico del thriller de los 70. William Daniels, Hume Cronyn, Paula Prentiss, Anthony Zerbe y Bill McKinney, el inolvidable montañés de “Deliverance, aparecen en los roles secundarios.

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El director de fotografía fue el neoyorquino Gordon Willis [ASC], que ya había trabajado con Alan J. Pakula en “Klute”. Willis es además el operador con el que más se asocia al realizador, ya que también colaboraron en la citada “All The President’s Men” (1976), “Comes A Horseman” (1978), “Presumed Innocent” (1990) y “The Devil’s Own” (1997), la última película de ambos. Desde que rodara “Klute”, que había sido uno de sus primeras películas como director de fotografía, Willis había rodado la primera entrega de “The Godfather” y, a pesar que su estilo era sumamente diferente del de la vieja escuela Hollywoodense (y en los EEUU se aproximaba mucho más al de gente como Owen Roizman ó Vilmos Zsigmond), su tendencia al tenebrismo y la subexposición todavía no había sido asimilada del todo por una industria tan conservadora como la cinematográfica. Sin embargo, poco a poco iba consolidándose en su oficio, al tiempo que comenzaba a ser admirado por los jóvenes directores y operadores, mucho más permeables a su rompedor estilo.

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“The Parallax View” destaca, al igual que “Klute”, por estar rodada en un vistosísimo formato panorámico anamórfico de cuyo fotograma hace Willis un magnífico aprovechamiento. Se trata de un thriller de investigación, pero también la historia de un hombre que, a medida que profundiza en la verdad y se enfrenta a la gigantesca y oscura corporación Parallax, se va quedando solo y volviéndose más y más paranoico. Dicha sensación la transmite la película a la perfección en su tercio final, a través de una serie de composiciones de imagen destinadas a empequeñecer al personaje o aislarle en el fotograma a través de teleobjetivos, además de un buen número de composiciones a lo largo de todo el metraje que, como indicábamos, explotan al máximo el ancho de la pantalla panorámica (atención por ejemplo al momento en que Beatty se introduce en la casa del Sheriff y la puerta de entrada queda al margen derecho del encuadre, anticipando lo que ocurrirá).

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Pero si por algo destaca la película, como todas las de Willis por aquélla época, es por su absoluta renuncia a las convenciones del cine americano en color del momento. Como en “Klute”, como en “The Godfather” o como en “The Paper Chase” (con la que comparte diseños de George Jenkins), la subexposición se adueña de la imagen desde el primer instante, con el interior de la Aguja Espacial de Seattle en el que tiene lugar el primer asesinato. Willis expone para que el fondo quede algo sobreexpuesto, pero lo que consigue con ello es evitar tener que utilizar iluminación artificial en el interior y, sobre todo, hace que todos los actores y figurantes queden subexpuestos, como siluetas a contraluz frente a la luz del exterior, creando un efecto de anticipación de lo que ocurrirá en dicho escenario. En exteriores, generalmente, Willis obtiene cielos de un azul muy denso y saturado rodando con el sol de frente, pero es en los interiores en los que aparece su verdadera personalidad: apenas se apoya en algunas lámparas o fuentes de luz integradas en pantalla, las cuales deja que se sobreexpongan sin miedo a que aparezcan quemadas, y deja que el resto del fotograma sea una completa transición a la oscuridad más absoluta. Por supuesto, también existe luz fuera de cuadro que hace el verdadero trabajo de iluminación (seguramente el famoso “Chicken-Coop”, una luz cenital de 6KW con difusión, colgada del techo), pero la apariencia global es muy oscura y muy realista, sin que el operador tenga miedo de dejar en penumbra a una estrella como Beatty. El colofón en la escena final en las pasarelas de un centro de congresos, en la que los personajes se mueven como meras siluetas frente a la luz que incide sobre la parte de abajo, con algunos contraluces estratégicamente situados para perfilar a los personajes en determinadas situaciones, en una estética que deriva ya casi totalmente en la del cine de terror.

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Los resultados globales son óptimos, con una estética que va completamente de la mano de la narración (atención también al empleo de luces fluorescentes sin corregir, como en la morgue, o al interior de un avión iluminado exclusivamente a través de las ventanas), aunque ello no signifique que las imágenes sean siempre amables, atractivas o especialmente estéticas. Es, por el contrario, un tipo de fotografía que únicamente puede y debe apreciarse en conjunción con el material que ilustra, al que apoya, matiza y secunda en función de las necesidades. Y en este aspecto, “The Parallax View” es una obra imprescindible, tanto en el conjunto de la obra de su autor, como para entender el aspecto del thriller de los 70 y las raíces de sus muchos seguidores, a través de cuyas obras el estilo de Willis continúa más vigente que nunca.

Título en España: El Último Testigo
Año de Producción: 1974
Director: Alan J. Pakula
Director de Fotografía: Gordon Willis, ASC
Ópticas: C-Series de Panavision
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1

Vista en DVD

© Ignacio Aguilar, 2014.



Language / Idioma