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Autobiografía confesa de Steven Spielberg, que se une a la moda de realizadores que evocan en cine su etapa de niñez o juventud. Solo que el emblemático responsable de títulos como “Jaws”, “E.T.” o “Minority Report” lo hace de manera mucho más exitosa que casi todos sus colegas: “The Fabelmans” es la historia de un joven apasionado del cine desde su niñez, que vive con sus padres y sus hermanas, y sufre por su extraña familia y por sus relaciones sociales en colegios e institutos, siendo realmente feliz cuando se coloca tras una cámara y proyecta sus creaciones en público, a veces filmando la realidad, otras, adaptándola a lo que él quiere contar. Y “The Fabelmans”, como película, es un autorretrato muy tierno, pero que no cae ni en el sentimentalismo ni en la nostalgia, a pesar de que la proyección (de 150 minutos de duración) tiene momentos mejores y otros peores. Pero al final, con su conclusión sobre cómo encuadrar paisajes “para que no sean aburridos”, termina tan en lo alto que uno querría ver una segunda parte sobre cómo aquél joven apasionado llegó a romper la puerta en Hollywood. Gabriel LaBelle, Michelle Williams, Paul Dano, Seth Rogen, Judd Hirsch y el cineasta David Lynch, en una aparición estelar ni más ni menos que como John Ford, completan el reparto.

Segunda adaptación cinematográfica de la obra musical de Arthur Laurents, con música de Leonard Bernstein y letras de Stephen Sondheim, que se estrena sesenta años después de la primera, a cargo de Robert Wise y el coreógrafo Jerome Robbins. En esta ocasión, Steven Spielberg y su equipo habitual se encuentran tras las cámaras de la consabida historia: la rivalidad entre los Jets y los Sharks, que habitan en el decadente West Side de Nueva York, se ve salpicada por la repentina historia de amor entre Tony (Ansel Elgort), uno de los líderes de los Jets, y María (Rachel Zegler), la hermana del jefe de los Sharks (David Álvarez). Spielberg no ha actualizado la época, que sin estar determinada parece que sigue siendo la primera parte de la década de los 60, de manera que, en esencia, más allá de alterar el orden de algunos números, se trata casi prácticamente de la misma película, con una estructura muy parecida, siendo el principal cambio, del de los escenarios, quizá, la presencia de Rita Moreno (la Anita original) en un papel no existente en la película de 1961 y que, como el propio film en sí, apenas aporta con respecto al mismo. Por supuesto, los números musicales están muy bien filmados por Steven Spielberg y existen numerosos momentos virtuosos en los que la cámara o las coreografías destacan mucho… pero no es que todo suene y parezca que se haya visto antes, sino que de hecho, es precisamente lo que ha ocurrido, sin que la falta de interés de la historia de amor principal, el mayor problema de la película de Robert Wise, se solucione con esa nueva versión. Ariana DeBose es quizá lo mejor de la película como la nueva Anita.

Típica producción de Don Simpson y Jerry Bruckheimer, que de alguna manera, viene a trasladar el argumento de películas como “Rocky” (1976) al mundo de la danza: una joven (Jennifer Beals) trabaja durante el día en una fábrica como soldadora y por la noche baila en un club nocturno. Su sueño es convertirse en una bailarina profesional y acudir a una prestigiosa escuela de danza. Mientras tanto, inicia una relación con el dueño de la fábrica (Michael Nouri). El guión de “Flashdance” fue co-escrito por Joe Eszterhas (“Basic Instinct”) pero carece de cualquier tipo de progresión dramática, no siendo más que una mera excusa para proporcionar una increíble sucesión de números de baile o de danza que, de manera independiente, parecen videos musicales o incluso anuncios publicitarios, campo en el que el realizador británico Adrian Lyne, futuro director de “Nine and a Half Weeks” o “Fatal Attraction”, su mejor trabajo, era un consumado experto. Los resultados a nivel narrativo son, por lo tanto, más bien ínfimos, aunque algunas de las canciones o la banda sonora de Giorgio Moroder, puede que justifiquen el visionado de una película que anticipó el estilo de obras posteriores como “Top Gun” (Tony Scott, 1986) justo en la época en que se consolidó la MTV.

Continuación de la película de Denis Villeneuve de 2015, que vuelve a tener como protagonistas a los personajes de Benicio del Toro y Josh Brolin, esta vez en una nueva misión relacionada con el tráfico de seres humanos en la frontera entre México y EEUU. Para provocar un enfrentamiento entre los diferentes cárteles, los agentes norteamericanos simulan que un abogado del narcotráfico ha sido asesinado por los rivales y, como represalia, que los primeros secuestran a la hija de uno de los jefes (Isabela Moner). Pero cuando los policías mexicanos que escoltan a los agentes norteamericanos los traicionan, éstos se quedan atrapados en México, complicando la operación. Quizá el hecho de que la narración sea enrevesada es el mayor hándicap de este nuevo “Sicario”, de nuevo escrito por el guionista del original, Taylor Sheridan, y muy bien interpretado por el dúo protagonista, al que se le suman Catherine Keener, Matthew Modine, Jeffrey Donovan y Manuel García Rulfo. Los resultados están por debajo de los de la cinta dirigida por Villeneuve, más clara, concisa y de mayor impacto, pero tras un arranque titubeante, esta secuela ofrece un buen y disfrutable nivel.

Extraño giro en la carrera del cineasta norteamericano James Gray, autor de obras como “Little Odessa”, “Two Lovers” o “The Lost City of Z”, que en esta ocasión abandona la Tierra para adentrarse en la odisea espacial de Roy McBride (Brad Pitt), un astronauta al que le es encargada la misión de ir hasta el planeta Neptuno, en el que hace ya muchos años se perdió la pista de la nave tripulada por su padre (Tommy Lee Jones) en una misión especial en busqueda de vida extraterrestre. A pesar de la ambientación y de algunas secuencias de acción, lo que no pierde James Gray es su foco de atención en las relaciones humanas, en este caso, la relación paterno-filial entre estos dos personajes y como la misma ha condicionado la vida del personaje de Pitt. Sin embargo, las ambiciones de Gray (el film es una especie de cruce entre “2001: A Space Odyssey” y “Hearts of Darkness” de Joseph Conrad, libro del que surgió “Apocalypse Now”) quizá sean desmedidas para los resultados finales de la obra, que en ocasiones posee un desarrollo que parece demasiado visto en cine. Por ello, como le ocurría a la propia “The Lost City of Z”, “Ad Astra” es un film fallido, en el que parece que partiendo de un concepto muy interesante, Gray no ha sabido extraerle todo el jugo o bien que algo importante se quedó por el camino, pues la película queda lejos de ser tan trascendente como sus obvias referencias. Donald Sutherland, Ruth Negga y Liv Tyler tienen breves apariciones a lo largo de la proyección.

Extraña producción de Warner Bros., que recrea los inicios de Joker, el famoso antagonista de Batman, en un drama que poco o nada tiene que ver con el mundo de los superhéroes o los supervillanos, más allá de los personajes y lugares comunes que son mostrados en el film. Arthur Fleck -Joaquin Phoenix, en una de esas interpretaciones en las que es dificil descifrar la línea que separa a la actuación del personaje- es un hombre con graves problemas mentales, podría ser que ocasionados por una dificil infancia junto a su madre (Frances Conroy), antigua trabajadora de Industrias Wayne. Se gana la vida como payaso en una agencia que le envía a diferentes lugares, aunque su sueño es ser comediante y fantasea con aparecer en el late-show de Murray Franklin (Robert De Niro, no casualmente). Cuando deja de ser atendido por los recortes en los servicios sociales, Arthur inicia una espiral de degradación psíquica paralela un incremento de su agresividad, la cual se hace crítica cuando comienza a portar un arma en sus actuaciones. "Joker" es un drama que se toma muy en serio así mismo, tanto que parece que la principal fuente de inspiración procede de "Taxi Driver" y "The King of the Comedy", obras de Martin Scorsese con las que el film guarda grandes paralelismos a nivel temático y de desarrollo, mostrando el paulatino deterioro del personaje principal (casi único de la proyección) y las consecuencias de los actos que protagoniza, tratando de enlazarlas en una extraña crítica de la sociedad actual y de la lucha de las clases desfavorecidas, lo que termina por formar un raro y perturbador cóctel que está lejos de ser perfecto, pero que sí es muy sugerente.

Extraño giro en la carrera del guionista y director norteamericano Paul Thomas Anderson, que en su cuarta película decidió apartarse de la gravedad de las tres anteriores (“Sydney”, “Boogie Nights” y especialmente “Magnolia”) y dio el papel protagonista del film al cómico Adam Sandler, generalmente identificado con un tipo de cine radicalmente diferente al de Anderson. Sandler interpreta a un joven empresario con un carácter pasivo-agresivo, que es dominado por sus hermanas y tiene brotes de extrema violencia en situaciones insospechadas. Además de comenzar a salir con una compañera de trabajo de una de sus hermanas (Emily Watson), Sandler tiene problemas a raíz de haber llamado a una línea erótica y haber dejado sus datos personales, lo cual da pie a una serie de giros cuando además es víctima de un intento de extorsión. Los resultados son extraños pero brillantes, pues el film raramente camina sobre un terreno firme, sorprendiendo constantemente al espectador con su energía y su poco ortodoxo desarrollo. Philip Seymour Hoffman interpreta al personaje que se haya detrás de la extorsión.

Producción de 20th Century Fox basada en la vida de Freddie Mercury (Rami Malek), el famoso vocalista del grupo británico Queen, que narra el período de su vida en el cual se incorporó a la banda, hasta su vuelta triunfal a los escenarios con el Live Aid celebrado en Wembley en 1985. Parece ser que el proyecto de biografía de Mercury estuvo controlado en todo momento por Brian May y, además, es publico y notorio que el director Bryan Singer fue despedido durante el rodaje, siendo sustituido por Dexter Fletcher cuando aún restaban al menos dos semanas de una filmación en la que, durante las ausencias y retrasos de Singer anteriores a su despido, fue el director de fotografía Newton Thomas Sigel quien tuviera que tomar las riendas de la misma. Los resultados son muy descafeinados, pues la película profundiza muy poco en el personaje de Mercury, además que a pesar de sus 135 minutos de proyección, deja de lado toda la etapa de la enfermedad del cantante, cuyo fallecimiento por complicaciones relacionadas con el Sida que padecía desde hace años supuso todo un shock a nivel mundial. Lo que mejor funciona, más allá de una acertada interpretación gestual a cargo de Malek (que realmente hace muy poco para ganar el Oscar), es la escena final, en la que los cineastas realmente lo tenían fácil porque durante la misma pueden desplegar y despliegan algunos de los temas más celebrados de la banda británica.

Vehículo para el lucimiento total de Arnold Schwarzenegger, uno de los reyes infalibles de la taquilla en aquella época, que sin embargo pinchó ante el público e irónicamente supuso el inicio del declive del actor de origen austríaco como héroe de acción. El guión, co-escrito por el especialista en “buddy movies” Shane Black, tiene como protagonista a un joven muy aficionado al cine y a las películas de acción (el repelente Austin O’Brien) que en uno de sus visionados y con la ayuda de una entrada mágica que le ha dado su amigo el proyeccionista (Robert Prosky), se introduce sin quererlo en mitad del último film de acción del propio Schwarzenegger. A partir de ahí, el interesante planteamiento inicial se agota y el film no es sino una sucesión de todos y cada uno de los clichés del cine de acción de la época, a pesar que el tono autoparódico salva un poco la situación. Algunos actores muy conocidos en cameos (Sharon Stone, Robert Patrick, Jean-Claude Van Damme, Chevy Chase, James Belushi entre otros) y secundarios como Charles Dance, F. Murray Abraham, Tom Noonan o Anthony Quinn tratan de animar la función.

Retorno del cineasta mexicano Alfonso Cuarón a su país natal, circunstancia que no se producía desde “Y Tu Mamá También” (2001). En esta ocasión, el oscarizado director de “Gravity” (2013) narra una historia que parece ser que tiene mucho de autobiográfico, ambientada en el barrio de México DF en el que creció y cuyo nombre titula al film. Casi todo lo que ocurre en el mismo gira en torno a Cleo (Yalitza Aparicio), una de las sirvientas que trabajan en casa de una familia de clase alta en la que el padre, doctor de profesión, está a punto de abandonar a la madre (Marina de Tavira) y sus cuatro hijos. La existencia de Cleo en la casa es tranquila, hasta que conoce a Fermín (Jorge Antonio Guerrero), un joven que la deja embarazada y se desentiende de ella. A partir de ahí su cotidiana existencia se vuelve más complicada, a pesar del apoyo de la familia para la que trabaja. Con una larga duración (135 minutos) y estreno, tras un breve paso por algunas salas de cine, directamente en Netflix, parece ser que “Roma” es un proyecto muy personal del realizador de “Children of Men”, quien trata de ofrecer una mirada objetiva sobre los hechos que muestra en pantalla, aunque el drama tarde demasiado en aparecer y, curiosamente, cuando lo hace, parezca forzado y sentimental, lo que no ha impedido que el film esté siendo muy elogiado en su estreno.

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