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Hush, Hush... Sweet Charlotte - Ignacio Aguilar
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Hush, Hush… Sweet Charlotte

Adaptación cinematográfica de una historia de Henry Farrell, co-escrita por el mismo autor junto con el guonista Lukas Heller, con la que el cineasta norteamericano Robert Aldrich realizó una continuación apócrifa de su propio éxito «What Ever Happened to Baby Jane?» (1962). De hecho, originalmente volvió a contar con las mismas dos actrices protagonistas, Bette Davis y Joan Crawford, aunque ésta tuvo que abandonar el rodaje por enfermedad, siento sustituida por Olivia de Havilland, lo que obligó a rodar de nuevo parte de la película. En este caso, la apuesta es decidida por el thriller psicológico, e incluso por momentos, por el cine de terror, con ecos muy marcados del clásico de Henri-Georges Clouzot «Les Diaboliques» (1955). Los resultados son muy buenos, con un sólido argumento, buenas -aunque algo forzadas- interpretaciones y un gran final, que habría sido mejor si el cine de la época no hubiera exigido un soso epílogo. Agnes Moorehead, Joseph Cotten, unos jóvenes George Kennedy y Bruce Dern, Cecil Kellaway, Mary Astor y Victor Buono completan el reparto.

El director de fotografía fue el colaborador más habitual de Robert Aldrich, su colega Joseph Biroc [ASC], que colaboraron juntos en nada más y nada menos que dieciséis películas, entre las que se encuentran clásicos como «The Flight of the Phoenix» (1965), «Emperor of the North» (1973) o «The Longest Yard» (1974). Un director de fotografía veterano (había nacido en 1903) y de la vieja escuela, también trabajó en cuatro ocasiones para Samuel Fuller y quizá sea conocido sobre todo, aparte de por su asociación con Robert Aldrich, por sus trabajos para Irwin Allen en «The Towering Inferno» (1974), película en la que trabajó en las escenas de acción y le valió para obtener su único premio Oscar a la mejor fotografía -compartido con el director de fotografía de la primera unidad, Fred Koenekamp-, así como ya muy al final de su carrera, con casi ochenta años, por haberse hecho cargo nada más y nada menos que de «Airplane!» (Jim Abrahams, David Zucker, Jerry Zucker, 1980) e incluso su secuela: «Airplane 2: The Sequel» (Ken Finkleman, 1982). Sorprendentemente, su carrera de casi 50 años como director de fotografía, que incluye «It’s a Wonderful Life» de Frank Capra (1946) entre su legado, se alargó incluso más, ya que Biroc continuó trabajando en TV hasta 1987, con 84 años de edad, lo cual, si es que no es un récord en la época, debe de estar próximo.

La fotografía de «Hush… Hush Sweet Charlotte», que es una película rodada en exteriores en localizaciones en Lousiana, así como en interiores de estudio, se caracteriza de manera evidente por su blanco y negro con altísimo contraste, algo que no es para nada sorprendente teniendo en cuenta la veteranía y clasicismo de Joseph Biroc. Es una película en la que sobre todo destacan sus interiores, pero no algunos de ellos, sino todos y cada uno, pues su iluminación es tan interesante tanto en interiores día como en los nocturnos, que no es posible no reparar en la misma. Puesto que los mismos se rodaron en los platós de la Twentieth Century Fox en Los Ángeles, lo que vemos a través de las ventanas son siempre fondos o forillos. Biroc proyecta hacia dentro, desde el exterior, haces de luz que justifican la iluminación en dichas ventanas, pero siempre ubica dentro del propio decorado, generalmente a contraluz y desde arriba, luces duras y puntuales tanto sobre los actores como sobre los sets. Lo que hace interesante su estilo es que incluso en las escenas diurnas el contraste es ya muy elevado, con zonas de luz y de sombra muy marcadas, siempre trabajando con diafragmas más bien cerrados de al menos T/5.6.

La misma profundidad es también evidente en los interiores nocturnos, que son aún más interesantes y modélicos. En los mismos, lo que hace Biroc -probablemente- es trabajar con la misma intensidad de luz que en las escenas diurnas, pero siendo aún más preciso con sus aparatos a la hora de iluminar o no determinadas partes del decorado. Ello lo hace no solo a través de sus luces, sino también, de muchos cortes delante de las mismas, de gobos y, en general, técnicas para concentrar y dirigir sus luces hacia puntos muy concretos, que son los que lucen correctamente expuestos. El resto, prácticamente, son transiciones a negro, aunque con el detalle justo en la imagen. Ello puede hacerlo porque la puesta en escena de Robert Aldrich, una suerte en la que el director siempre destacó mucho y que, de hecho, solía cuidar mucho más que la luz de sus películas, es muy precisa. Tanto los movimientos de cámara como las posiciones de los actores están absolutamente coreografiados y marcados de antemano, lo cual es la única manera de hacer las cosas cuando se pretende trabajar con luces tan puntuales solo en determinadas áreas del fotograma. Es decir, donde incide la luz de Joseph Biroc, el espectador ve exposiciones correctas, pero donde no incide, la imagen es muy oscura. De esta manera, el director de fotografía dirige la mirada hacia los puntos de interés, generando por el camino imágenes de un brillo y un contraste apabullantes, con pinceladas de luz aquí y allá y actores y actrices caminando entre múltiples cortes de luz.

El estilo, que debió de ser lento y complicado de implementar, es maravilloso y, al trabajar con niveles de luz elevados, permite a Robert Aldrich emplear para momentos puntuales una herramienta entonces novedosa como el zoom, que seguramente sería el Angenieux 25-250mm T3.9, combinado con los Bausch & Lomb Baltar originales, ya en la época en que iban a ser sustituidos por los Super Baltar. Los exteriores diurnos son vistosos porque las localizaciones también lo son, aunque desde un punto de vista de dirección de fotografía, también son más normales y convencionales, al emplear diferentes momentos del día para su rodaje y niveles de luz de relleno típicos de la época, a fin de contrarrestar a la luz solar. Los resultados globales son, por lo tanto, espléndidos, sin ser además una película que trate de realzar en casi ningún momento el aspecto de sus actrices principales, más allá de algunos momentos iniciales con el personaje de Olivia de Havilland. El esfuerzo de Joseph Biroc se vio recompensado con una justísima nominación al Oscar, que curiosamente, fue la primera de su carrera cuando sobrepasaba los 60 años de edad, aunque aquél año el ganador en la categoría de mejor fotografía en blanco y negro fue Walter Lassaly por «Alexis Zorbas» (1964).

Título en España: Canción de Cuna para un Cadáver
Año de Producción: 1964
Director: Robert Aldrich
Director de Fotografía: Joseph Biroc, ASC
Ópticas: B&L Baltar, Angenieux
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Premios: Oscar a la mejor fotografía en B/N

Vista en Blu-ray

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© Ignacio Aguilar, 2025.



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