Segunda película de Damien Chazelle, quien saltó a la fama inmediatamente con su ópera prima “Whiplash” (2014), que obtuvo tres premios Oscar (mejor actor secundario, montaje y sonido) además de nominaciones adicionales a mejor película y guión, para el propio Chazelle. En este caso, con “La La Land”, el joven cineasta ha conseguido igualar el récord de “All About Eve” (Joseph L. Mankiewicz, 1950) y “Titanic” (James Cameron, 1997) con un total de catorce nominaciones a unos Oscar aún por entregarse, pero en los que parte como favorita. Con ello queremos poner de manifiesto el tipo de fenómeno ante el que nos encontramos, una especie de versión moderna de “The Day of the Locust” (John Schlesinger, 1975) pero en clave musical, protagonizada por Emma Stone como una aspirante a actriz, que se enamora y empareja con un pianista de jazz (Ryan Gosling). Los resultados son buenos, incluso muy buenos, con cierto regusto clásico y una notabilísima puesta en escena del propio Chazelle, que confirma el inusual dominio del medio que posee el joven realizador a sus 31 años de edad. Quizá, aún con todo eso, la prematura fama de la película esté siendo un poco exagerada, aunque el tiempo, como siempre en estos casos, será el encargado de situar a esta película en el lugar que le corresponda en la historia del cine.
El director de fotografía es el sueco Linus Sandgren [FSF], que ha conseguido con este film los primeros reconocimientos importantes de su carrera, con nominaciones a los BAFTA, Oscar y premio de la American Society of Cinematographers (ASC), de la que ni siquiera es aún miembro. Llegado a EEUU en 2010, comenzó a destacar con “The Promised Land” (Gus Van Sant, 2012) y posteriormente de la mano de David O. Russell, con el que ha rodado “American Hustle” (2013) y “Joy” (2015). También ha rodado “The Hundred-Foot Journey” (2014), protagonizada por Helen Mirren, a las órdenes de su compatriota Lässe Hallstrom. Sustituye así a Sharone Meir, que hizo las labores de director de fotografía en la ópera primera de Chazelle, por lo que “La La Land” es la primera colaboración de Sandgren con el director de “Whiplash”. Si por algo ha destacado Sandgren hasta la fecha, quizá haya sido por sus elecciones técnicas poco comunes, como utilizar el formato 2-perf y lentes Canon K-35 en «American Hustle», o anamórficas 1,33×1 en «The Promised Land», o incluso parece que 5-perf 65mm en su próxima película con Hallstrom.
Por ello, no extraña que uno de los primeros aspectos que destacan de “La La Land” es la pretensión de los cineastas de rendir tributo al musical clásico, de ahí por ejemplo que el film comience con un logo de “CinemaScope”. También, como consecuencia, han elegido una relación de aspecto muy inusual, 2.55:1, que no es otra que la original del formato de la 20th Century Fox, antes que la necesidad de que las copias fueran compatibles para los sistemas de sonido de todos los cines (Magoptical) hiciera que la relación de aspecto fuera reducida hasta 2.35:1, la cual perduró hasta una nueva modificación en 1971 que la dejó en los actuales 2.39:1. Para conseguir esa relación de aspecto, se ha vuelto ha utilizar el espacio reservado a la pista de sonido para registrar imagen (formato Super 35), solo que en lugar de emplear ópticas esféricas, típicas de ese formato, Sandgren ha hecho uso de los anamórficos serie C de Panavision. El hecho de emplear un área de negativo algo superior al normal no tiene mayor repercusión, excepto que muchos cines no están preparados para una relación de aspecto tan ancha, por lo que la proyección de unas pequeñas bandas negras arriba y abajo es algo normal para este film. En cualquier caso, se trata de una diferenciación tan sutil que pocos espectadores captarán, por mucho que los cineastas declaren que están emulando el formato «CinemaScope 55«, algo que no es cierto, puesto que dicho formato, muy efímero en los 50, era diferente al aquí empleado.
“La La Land”, si por algo destaca, es por la fabulosa puesta en escena y dominio de la cámara del que hace gala Chazelle desde el número inicial. Sus composiciones hacen uso de todo el ancho del formato panorámico y de lentes angulares, especialmente del 40mm serie C, incluyendo una versión especialmente modificada por Dan Sasaki para obtener un enfoque más cercano que la lente tradicional. Destaca además porque el director no solo rueda los números musicales utilizando planos muy largos, sino que muchas de las secuencias de diálogo están resueltas a través de planos-secuencia, o tomas que captan prácticamente la integridad de la escena, especialmente con la cámara montada en grúas durante los números musicales. Los planos amplios y las tomas largas permiten al espectador ver muy buenas coreografías que exigen a los actores principales a bailar además de actuar (a diferencia de películas como “Chicago”, en la que el movimiento-corte era la norma). Pero ello también trae una mala consecuencia: como los planos son largos y los actores y la cámara se mueven mucho, a veces incluso con alejamientos y acercamientos sobre los intérpretes, el enfoque va tan justo que “La La Land” posee muchos planos desenfocados, algo que desgraciadamente se está convirtiendo en algo habitual en grandes producciones. Ello se debe generalmente a la ausencia de ensayos, aunque en este caso tampoco ayuda que Sandgren haya rodado gran parte del film a T2.8 con unas ópticas que rinden mucho mejor a T4-5.6 como los C de Panavision.
No obstante, Sandgren hace un buen trabajo, con algunas secuencias muy notables, pero en general evidencia que es un director de fotografía que aún está lejos de los más grandes del momento, aunque es joven y aún tiene cierto margen de mejora. No es especialmente inspirado en cuanto a su luz el número inicial en la autopista (suponemos que el tener que cortar al tráfico una vía de esas características en una ciudad como Los Angeles y además rodar a mediodía tomas tan largas fueron los causantes de ello). A pesar del rodaje en celuloide, que aún a día de hoy posee mayor latitud de exposición que el HD, lo cierto es que la ausencia o práctica ausencia de luz de relleno sobre los actores crea un aspecto extraño; de un lado, la teatralidad de la coreografía y los complicados movimientos de cámara y, de otro, el naturalismo que supone que estén rodados sin el apoyo de grandes fuentes de luz, que habrían trasladado mejor al aspecto del musical clásico, en el que eran un pilar fundamental para conseguir ese aspecto tan saturado, se rodase en Technicolor de tres bandas o no. Sin esas luces, Sandgren sobreexpone un poco y con ello se pierde saturación, sin que las sombras dejen de ser pronunciadas, quedándose en tierra de nadie. Posteriormente, el film hace uso de mucha iluminación de color (geles verdes en algunos interiores noche, entrando por las ventanas, o azules inusuales como fuertes contraluces en los exteriores nocturnos, o incluso como luz de relleno en la hora mágica). Aunque todo luce bien, la fusión de naturalismo y estilización necesaria no siempre está bien conseguida del todo, e incluso Sandgren y Chazelle repiten varias veces el mismo efecto de retirar la luz de todo el set excepto del actor que va a efectuar un número musical, por lo que su eficacia se ve reducida. Para un musical de corte romántico, el tratamiento de Emma Stone quizá tampoco sea el más adecuado, pues no es tratada de forma especial y su aspecto en pantalla podría ser mejor.
Aún con sus limitaciones, algunas escenas y números rodados en la hora mágica (con la corta ventana de tiempo que ello supone, especialmente porque limita mucho la repetición de tomas) son muy vistosos, e incluso el director y el director de fotografía consiguen que una ciudad a priori tan poco atractiva como Los Angeles sí posea ese aúrea en pantalla. Pero aún con todo ello, no cabe duda de que Chazelle está varios pasos por delante de Sandgren en cuanto a talento e inspiración, ya que “La La Land” es un film en el que la cámara supera a la luz de forma muy evidente (e incluso a nivel técnico, con tantos roces de foco y algo de grano, habría elementos de discusión), aunque ello haya sido más que suficiente para dar un fuente empujón a la carrera del director de fotografía sueco y hacerle firme candidato a los premios más importantes del año en su categoría.
Título en España: La Ciudad de las Estrellas
Año de Producción: 2016
Director: Damien Chazelle
Director de Fotografía: Linus Sandgren, FSF
Ópticas: C-Series de Panavision
Emulsión: Kodak 5207 (250D) & 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.55:1
Premios: Oscar a la mejor fotografía (nom), American Society of Cinematographers (nom), BAFTA (nom)
Vista en DCP
© Ignacio Aguilar, 2017.