Richardson
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Díptico de películas escritas y dirigidas por Quentin Tarantino (que originalmente iban a haber sido una única película), protagonizadas por Uma Thurman en su papel de “La Novia”: una mujer que, durante los preparativos de su boda, estando embarazada, es tiroteada junto al resto de los presentes por los miembros de una banda criminal liderada por Bill (David Carradine). Ello la deja en coma durante varios años, pero al despertar, La Novia decide ir a por todos y cada uno de esos miembros de la banda de Bill, para matarlos, hasta llegar hasta el mismísimo jefe y líder. En estas dos películas, Quentin Tarantino rinde un amplio homenaje al cine de artes marciales, a las películas de venganza y hasta al Spaghetti-Western, aunque toda la película no es sino un “fan service” destinado a proporcionar a la audiencia exactamente lo que quiere ver, sean peleas, entrenamientos, muertes o sangre en pantalla. Pero los resultados se ven seriamente deslucidos tanto por dicha complacencia, como, sobre todo, porque lo que originalmente debería de haber sido una única película de tres horas de duración se convirtió en dos de casi cuatro si las sumamos. Por ello, las situaciones están muy estiradas, con escenas que apenas hacen avanzar la trama, y un ritmo lento que, más allá de los homenajes, referencias y explosiones de violencia, que da lejos de las grandes obras de su autor.

Primera película de Ben Affleck como director no adscrita al género “thriller” y que está ambientada en 1984, cuando Michael Jordan era únicamente un prometedor jugador de baloncesto y, sin embargo, se desató una guerra de ofertas para patrocinarle por parte de las principales marcas de calzado para este deporte. La historia, que se supone que es verídica, está narrada desde el punto de vista de la ganadora, Nike, centrándose en Sonny Vaccaro (Matt Damon), que es el ejecutivo que apuesta por invertir todo el presupuesto de la marca en un único jugador. El resto de personajes, interpretados por Ben Affleck, Chris Tucker o Jason Bateman, son el dueño y trabajadores de Nike, mientras que Viola Davis y Julius Tennon interpretan a los padres de Jordan y Chris Messina, al agente del jugador. Los resultados son agradables, pero la película es muy ligera y descafeinada, ya que aunque el final es conocido por todos, el desarrollo no posee tampoco demasiado interés.

Séptimo largometraje de Quentin Tarantino, ambientado en la Francia ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Con una estructura de episodios diferentes que van presentando a un nutrido grupo de personajes (un coronel de las SS especializado en cazar judíos, un grupo de paramilitares americanos especializados en cazar nazis, una chica judía que vive bajo una identidad falsa en París, un famosa actriz alemana, un teniente británico de orígenes alemanes… y hasta Joseph Goebbels y Adolf Hitler en persona), Tarantino propone un fresco audaz, violento, rodado en cuatro idiomas (francés, alemán, ingles y hasta italiano), con gloriosos diálogos y un estupendo montaje a cargo de Sally Menke, que dilata o acelera el tiempo a la pura conveniencia del director, cuya mezcla de referentes cinematográficos -a veces no ya de serie B, sino Z- curiosamente forman un cóctel explosivo de primer nivel -quizá el más alto de su autor, junto a “Pulp Fiction” y “Once Upon a Time… in Hollywood”- deliciosamente interpretado además por Brad Pitt, Christoph Waltz, Diane Kruger, Michael Fassbender, Melanie Laurent, Denis Minochet, Daniel Brühl, Eli Roth, Til Schweiger, Mike Myers, Rod Taylor o August Diehl, entre otros.

Biografía de Richard Nixon, el único presidente en la historia de los EEUU que se ha visto obligado a dimitir como consecuencia de sus actos durante su mandato entre 1968 y 1974. Siguiendo el tono grave de “JFK”, Oliver Stone planteó el film como un retrato de las luces y de las sombras del personaje, trasladando a la pantalla la idea de que casi todos los problemas del presidente se debían en parte a su complejo de inferioridad debido a su origen y sus escasos logros universitarios y deportivos, además de la inevitable comparación con los hermanos Kennedy. Pero el suyo es un retrato forzado y a la postre fallido, además de por algunos problemas en su estructura narrativa y de puesta en escena, por esa fuerte tendencia de Oliver Stone de intentar impregnar en el espectador sus propias ideas como una verdad única e incontestable sobre los hechos que pone encima de la mesa, lo cual es especialmente sangrante si se compara este film con la admirable “All The President’s Men” (1976). Así pues, aunque se trata de un film valiente y muy bien interpretado (Anthony Hopkins se convierte en el personaje, casi literalmente), los resultados son fallidos, aunque aún con eso superen por mucho la media de la filmografía del realizador. Joan Allen, James Woods, J.T. Walsh, E.G. Marshall, Larry Hagman, Paul Sorvino, Ed Harris, Bob Hoskins o Powers Booth, entre otros, figuran en el reparto de la película.

Adaptación cinematográfica de los libros de Jim Garrison y Jim Marrs relativos a las diferentes teorías alternativas al asesinato de John Fitzgerald Kennedy, Presidente de los EEUU, acaecida en Dallas (Texas) el 22 de noviembre de 1963. Años después de que la comisión Warren determinase que el Presidente falleció por la acción y disparos de un único hombre, Lee Harvey Oswald (Gary Oldman), el fiscal de Nueva Orleans, Jim Garrison (Kevin Costner, interpretando a Eliot Ness) inicia una investigación sobre el asesinato al encontrarse con algunas evidencias y testimonios que podrían indicar un complot mucho más amplio, que podría implicar desde a grupos anticastristas hasta agencias gubernamentales implicando incluso hasta al que fuera sucesor de Kennedy, Lyndon B. Johnson, hasta entonces su vicepresidente. Con un extraordinario montaje de Pietro Scalia y Joe Hutshing, Oliver Stone da rienda suelta a todas sus ideas y teorías conspirativas con una película que plantea muchas preguntas, dilemas e indicios racionales sobre los sucedido realmente, aunque lo cierto es que la forma en que se exponen los hechos y se muestran al espectador únicamente tienen por objeto obtener del mismo el convencimiento de que lo que dice Stone es la realidad, cuando la misma, de acuerdo con bastantes fuentes, también habría sido manipulada por el propio Stone en una narrativa fuertemente encaminada a que el mundo creyera su versión. En cualquier caso, “JFK” contiene momentos de gran cine, con un gran reparto que incluye nombres como Jack Lemmon, Edward Asner, Kevin Bacon, Sissy Spacek, Walter Matthau, Donald Sutherland, Michael Rooker, Tommy Lee Jones, John Candy, Wayne Knight o Joe Pesci, entre otros.

Segundo y hasta la fecha último largometraje dirigido por Robert De Niro, en el que además el actor se reserva un pequeño papel, el cual está ambientado en dos escalas temporales diferentes: una que tiene lugar en los años 40, cuando el joven Edward Wilson (Matt Damon) es reclutado por el gobierno de los EEUU para una serie de misiones secretas durante la guerra, mientras que la segunda, siendo ya parte formal de la CIA, está ambientada después de la invasión fallida de Cuba por parte de las fuerzas estadounidenses y en plena guerra fría. Se trata de una película casi tan fría y distante como su personaje principal, el cual se encuentra mucho más cómodo fuera de casa que con su esposa (Angelina Jolie) e hijo (Eddie Redmayne, en su debut en cine), casi siempre encargándose de alguna oscura misión o con el objetivo de derrocar a sus enemigos dentro o fuera de su país. A pesar de que se trata de un relato complejo, la narrativa fluye muy bien y el film es un notable retrato de los primeros años de la agencia gubernamental estadounidense, con todo su presupuesto y despligue de medios al servicio del mismo. Alec Baldwin, William Hurt, Tammy Blanchard, Keir Dullea, Billy Cudrup, Joe Pesci, Michael Gambon, Timothy Hutton y John Turturro, entre otros, conspiran en esta historia de espías, traidores y traiciones.

La novena película escrita y dirigida por Quentin Tarantino, ambientada en Hollywood en 1969, época de máximo florecimiento del fenómeno “hippie” y el momento en el que el cineasta polaco Roman Polanski se encontraba en la cumbre, después del estreno de “Rosemary’s Baby” (1968). Este director acaba de mudarse a Beverly Hills junto a su mujer Sharon Tate (Margot Robbie) y tienen como vecino a Rick Dalton (Leonardo Di Caprio), un actor televisivo que se encuentra en un momento bajo de su carrera y que se debate entre tratar de conseguir nuevos papeles en la pequeña pantalla o probar suerte en los Western italianos. El doble de Rick es Cliff (Brad Pitt), quien a su vez tiene problemas para encontrar trabajo como especialista porque tiene fama de conflictivo, así que se gana la vida llevando de un lado a otro a Dalton, que ha perdido el carnet por conducir borracho. Con una estructura que realmente es poco dramática, Tarantino tiene el valor de fiar que el espectador disfrute de sus más de dos horas y media de proyección gracias a lo bien que funcionan los pequeños segmentos que forman la película, que aparentemente no hacen avanzar la narrativa, pero que una vez más son totalmente coherentes con el conjunto (y su memorable conclusión) y que describen con inusitada pasión y franqueza una época pasada de Hollywood que murió junto a Tate para nunca volver. Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Dakota Fanning, Michael Madsen, Emile Hirsch, Margaret Qualley y Luke Perry, entre otros, tienen apariciones a lo largo de un metraje que quizá ni sea redondo ni lo mejor de su autor, pero que es súper disfrutable en casi todos sus aspectos. 

Cuarta película de Ben Affleck como director, en la que el también protagonista adapta él mismo una novela de Dennis Lehane, autor del que ya realizó la adaptación cinematográfica de “Gone, Baby, Gone” en su debut como realizador. En esta ocasión la historia está ambientada en la época de la prohibición, siguiendo a Joe Coughlin (Affleck), un gángster que pasa tres años en prisión tras ser traicionado por su amante (Sienna Miller). Tres años después tiene que aceptar la oferta de un clan italiano y marcharse desde Boston a Florida, en donde conoce a Graciela (Zoe Saldana), una mujer cubana de la que se enamora, y organiza junto con su socio Dion (Chris Messina) el tráfico de licor en la zona para su jefe (Remo Girone). Pero la presencia del Ku Klux Klan y un problema con Loretta (Elle Fanning), la hija del Sheriff local, le complican notablemente la existencia al protagonista. Quizá la película menos exitosa de Affleck hasta la fecha, “Live by Night” es sin embargo un sólido y entretenido relato criminal que no iguala a las obras maestras del género, pero que ofrece unos elevados valores de producción y una narrativa que bien merecen la oportunidad que se le negó rápidamente al film tras su estreno.

Octava película de Quentin Tarantino que, como la anterior, es un Western que vuelve a recoger un buen número de influencias cinéfilas del realizador (especialmente, “The Thing”, de John Carpenter) e incluso auto-referencias a su obra anterior: un cazador de recompensas (Kurt Russell) lleva a una peligrosa forajida (Jennifer Jason Leigh) hasta un pequeño pueblo de Wyoming en el que cobrará 10.000 dólares por entregarla. Sin embargo, la diligencia que usa como transporte se ve envuelta en una fuerte tormenta de nieve que le obligará tanto a acoger a dos personajes (Samuel L. Jackson, otro caza recompensas y Walton Goggins, quien dice ser el nuevo Sheriff del pueblo al que se dirigen), como a parar en una cabaña para refugiarse de la tempestad. Allí se encuentra con otros personajes más (Demian Bichir, Bruce Dern, Tim Roth y Michael Madsen), dándose cuenta de que su prisionera tiene un cómplice entre ellos que pretende liberarla. El grueso del film transcurre en el interior de esa cabaña, en la que Tarantino vuelve a demostrar su talento para los diálogos, monólogos y, como en la escena de la taberna de “Inglourious Basterds” (2009), hinchar su metraje al tiempo que acumula una enorme y creciente tensión a cada minuto que transcurre. Se trata de una gran obra en la que sobresalen Jason Leigh y Samuel L. Jackson, pero que quizá no sea apta para todas las audiencias y públicos por su particular estilo y alargada duración. Llena de matices y muy disfrutable, únicamente el tiempo la situará junto con las dos mejores de su autor (“Pulp Fiction” y “Basterds”), o bien en el escalón inmediatamente inferior. Ennio Morricone compone la banda sonora original.

Típico producto a cargo de Oliver Stone, todavía en su época de máximo prestigio –entre “Platoon” (1986) y “JFK” (1991)- en el que el guionista/realizador vuelve a tomar un tema candente de los EEUU –el capitalismo salvaje, reflejado en dos broker de la bolsa de Nueva York- y ofrece su particular y adoctrinante visión sobre el asunto. Michael Douglas consiguió una estatuilla al mejor actor por su papel de Gordon Gekko, un hombre sin escrúpulos capaz de realizar cualquier operación financiera sólo por sus beneficios propios, sin importarle las consecuencias, pero el film, más allá de por el discurso de Stone, está muy lastrado porque el rol principal (el del joven broker que se introduce en el mundillo) recayó en Charlie Sheen, un actor muy limitado y de escasos recursos dramáticos, lo cual queda al descubierto cada vez que comparte plano con Douglas o con su propio padre, Martin Sheen. En cualquier caso, las mayores críticas se las llevó Daryl Hannah en su papel de “chica-florero” y, más de veinticinco años después de su estreno, quizá resulte peor contemplar cómo el conjunto ha quedado tan superado tanto en sus aspectos dramáticos como en cuestiones de estilo.

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