Notable docudrama sobre los hechos reales acaecidos en la ciudad norteamericana de Boston en 1963, cuando un asesino en serie atemorizó a toda la comunidad con un total de once terribles muertes. Narrada de forma muy inteligente por Richard Fleischer, el film trata de ser muy fiel a la realidad en todo momento, mostrando la investigación desde sus inicios y el pánico que se generó sobre todo entre las mujeres que vivían solas en la ciudad, hasta el momento en que aparece el asesino y se produce el vuelco en la investigación. La segunda mitad de la narración, con el estrangulador ya atrapado y puesto a buen recaudo, es una original aunque quizá no tan interesante investigación sobre la mente del asesino, en la que destaca la labor de Tony Curtis en la piel del verdadero Albert Desalvo. Henry Fonda, como el líder de las investigaciones, así como George Kennedy, Murray Hamilton o Mike Kellin, como algunos de los policías, forman el reparto principal de la primera de las dos películas que realizó Fleischer sobre asesinos en serie.
El director de fotografía fue Richard H. Kline [ASC], en el que era nada más el tercer largometraje del que fue uno de los directores de fotografía más importantes en Hollywood desde finales de los 60 hasta primeros de los años 80. Su trabajo en cine comenzó a lo grande, puesto que con “Camelot” (Joshua Logan, 1967), su debut, ya obtuvo una primera nominación al Oscar. Anteriormente, había conseguido labrarse una sólida carrera como segundo operador para directores de fotografía como Burnett Guffey o Philip Lathrop, además de haber pasado un tiempo rodando televisión ya como primer operador. “The Boston Strangler” fue la primera de sus cinco colaboraciones junto con Richard Fleischer (las otras cuatro fueron “Soylent Green”, “The Don is Dead”, “Mr. Majestyk” y “Mandingo”), quizá el realizador con el que más congenió, en una carrera en la que también destacan mucho sus dos obras para Robert Wise (“The Andromeda Strain” y “Star Trek: The Motion Picture”), el remake de “King Kong” a cargo de John Guillermin (que le proporcionó su segunda nominación al Oscar en 1976), o sus trabajos para Brian de Palma en “The Fury” (1978) o Lawrence Kasdan, en su debut, con “Body Heat” (1981).
Filmada en un vistoso formato panorámico anamórfico, la fotografía de “The Boston Strangler” quizá destaca, inmediatamente, por el elegante e inteligente uso de la pantalla partida a cargo de Fleischer y de Kline, no como una distracción como habitualmente suele suceder con este recurso, sino para narrar acciones que, de otra manera, hubiera sido complicado hacer llegar al espectador con tanta efectividad, como por ejemplo ocurre durante las escenas en que múltiples policías interrogan (gracias a la pantalla partida) simultáneamente a múltiples sospechosos o durante las escenas en que cunde el pánico entre las mujeres de Boston y todas ellas, al mismo tiempo, toman precauciones o alertan a la policía sobre la posible identidad del asesino. En dichas escenas el tono de docudrama está más presente que nunca y constituyen seguramente lo mejor de una película muy austera y con muy pocas concesiones al espectador, ya que se limita a contar los hechos de forma seca y directa, sin que los personajes, con la excepción del asesino, puedan casi ser considerados como tales a pesar de estar interpretados por rostros conocidos.
Estéticamente, “The Boston Strangler” es también una obra muy interesante de Kline, un director de fotografía que fue un maestro de la iluminación en estudio y que durante los 70, sirvió de perfecto puente entre el estilo de los operadores clásicos con los que se había formado, con el de las nuevas tendencias que llegaban de Europa y propugnaban innovaciones como la luz rebotada y/o difusa. Si bien posteriores films de Kline son absolutamente híbridos en ese aspecto (con escenas clásicas y escenas modernas mezclándose continuamente), en “The Boston Strangler” el camino es exclusivamente clásico, aplicando todavía el estilo de iluminación heredado del blanco y negro (con luces duras y puntuales sobre los actores), con un enorme contraste, pero controlando muy bien el uso del color, que durante casi toda la proyección está restringido a tonos marrones y grisáceos. Por ello, la fotografía de Kline es muy interesante, porque propone fuertes claroscuros y contrastes muy a tono con la historia que están contando los cineastas, al tiempo que, a través de esas luces duras puntuales y grandes zonas de oscuridad, consigue una estética muy atractiva. Resulta especiamente interesante la presentación del asesino, un hombre con doble personalidad interpretado por un actor muy famoso: los cineastas nos lo muestran viendo la televisión a contraluz, con una ventana detrás de él y, a través de una brillante única toma, la cámara se va acercando al mismo y rodeándole para mostrar el otro lado de su rostro que sí está iluminado y revela el verdadero rostro del asesino… y quién es el actor que lo interpreta. Y por si fuera poco, dicha excelente toma continúa presentándonos a su familia hasta que el asesino sale de su casa en busca de una nueva víctima.
Richard Fleischer también fue conocido por ser uno de los directores más hábiles en el uso del formato panorámico anamórfico, habiendo sido además uno de sus primeros usuarios en “20000 Leagues Under The Sea” (1954). “The Boston Strangler” contiene composiciones memorables al respecto, con muchos personajes muy bien repartidos por el encuadre y una operación de cámara que nunca pierde las marcas de los intérpretes. Los resultados son, por lo tanto, muy buenos, pero podrían haber sido aún mejores de no haber caído el film en el uso y abuso de una herramienta como el zoom, que en aquél entonces llevaba relativamente poco tiempo disponible. Además de algún plano con zoom aquí y allí, está empleado con muchísima frecuencia en la parte final de la narrativa, cuando Fleischer, a través del personaje de Henry Fonda, trata de introducirse en la mente del asesino. Si solo lo hubieran empleado para leves acercamientos sobre Tony Curtis, podría tener un pase… pero lo cierto es que el zoom (seguramente el primer Angenieux 25-250mm T3.9, adaptado a formato anamórfico duplicando su focal) está empleado con excesiva alegría durante esa parte de la proyección, añadiendo ciertos problemas (opticos y desenfoques) que fácilmente podrían haber sido evitados si en lugar del zoom los cineastas hubieran empleado una herramienta más apropiada como el travelling.
Título en España: El Estrangulador de Boston
Año de Producción: 1968
Director: Richard Fleischer
Director de Fotografía: Richard H. Kline, ASC
Ópticas: Panavision C-Series, Angenieux 50-500mm T5.6
Emulsión: Kodak 5251 (50 ASA)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.35:1
Vista en Blu-ray