Diamonds Are Forever
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Diamonds Are Forever

Séptima entrega de la serie Bond, el personaje creado por Ian Fleming inicialmente interpretado por Sean Connery, quien después de rechazar el papel en el título inmediatamente anterior, “On Her Majesty’s Secret Service” (1969), volvió en este film para encarnar a Bond por última vez en la serie oficial. En esta película, que no es precisamente de las mejores de la misma, la acción principal se sitúa en Estados Unidos y más concretamente en Las Vegas, en donde Bond sigue la pista de unos diamantes que le conducen hasta su famoso enemigo Ernst Blofeld (Charles Gray), que por supuesto tiene un plan maligno que el agente tratará de evitar. Jill St. John, Lana Wood, Bruce Glover y Putter Smith, interpretando a un duo de malvados ¿homosexuales?, completan el reparto junto a algunos miembros del casting original de la serie, como Louise Maxwell, Bernard Lee o Desmond Llewelyn como Moneypenny, “M” y “Q” respectivamente.

Con la vuelta a la dirección de Guy Hamilton, quien se había hecho cargo anteriormente de “Goldfinger” (1964), uno de los títulos más reputados de la serie, el director de fotografía volvió a ser el sudafricano Ted Moore [BSC], quien ya había rodado las cuatro primeras entregas del personaje de Ian Fleming: “Dr. No”, “From Russia With Love”, “Goldfinger” y “Thunderball”. Cuando los presupuestos ascendieron notablemente a la hora de rodar “You Only Live Twice” (1967), que tenía además un complejo decorado final diseñado por el habitual Ken Adam, los productores recurrieron a Freddie Young, que acababa de ganar dos Óscar por sus trabajos en “Lawrence of Arabia” (1962) y “Doctor Zhivago” (1965) para David Lean. Aunque Moore hizo lo propio por su trabajo en la estupenda película de Fred Zinnemann “A Man for All Seasons” (1966), los productores únicamente volvieron a llamarle para Bond cuando los presupuestos se redujeron. Después de el presente título, se encargó del primero protagonizado por Roger Moore, “Live and Let Die” (1973), pero cayó enfermo durante el rodaje del segundo, “The Man With the Golden Gun” (1974) y tuvo que ser sustituido por Oswald Morris. Una vez recuperado, años después, se hizo cargo de películas como “Orca” (Michael Anderson, 1977) o “Clash of the Titans” (Desmond Davis, 1981), retirándose a comienzos de los 80.

La imagen de “Diamonds Are Forever” luce muy anticuada para los estándares actuales y, aunque la serie rara vez ha sido demasiado avanzada a nivel de imagen, lo cierto es que si lo encuadramos en su época, quizá sea uno de los films de un aspecto más desfasado de todos los de James Bond. Ello no porque luzca especialmente mal, sino precisamente porque Ted Moore emplea aquí exactamente el mismo estilo que “Thunderball” seis años antes, o el de la propia “Dr. No”, desde la cual ya había transcurrido casi una década. Comparada por ejemplo con “The Spy Who Loved Me”, obra del francés Claude Renoir solo seis años después, “Diamonds Are Forever” para incluso más antigua de lo que es. Moore, efectivamente, emplea exactamente el mismo estilo de luz dura, contraluz y relleno de todas sus películas anteriores, sin el menor intento de suavizar su luz o incluso de introducir algún tipo de filtraje a tal efecto, como sería una de las modas aparecidas justo en esta época. Los colores, por lo tanto, lucen muy fuertes y saturados, e incluso algún exterior, fotografiado de forma absolutamente clásica y con abundante luz de relleno sobre los personajes, es meritorio, pero todo parece anclado en los años 50 y 60, sin el menor signo de evolución.

Quizá una secuencia de persecuciones en Las Vegas, rodada a grandes aperturas de diafragma, sea lo más novedoso del film a nivel estético, ya que por lo demás es una película en la que, como decíamos, el estilo es absolutamente clásico, conservador y decididamente continuista. El zoom ya había sido introducido por Peter Hunt y su director de fotografía Michael Reed en “On Her Majesty’s Secret Service” y es utilizado extensivamente en “Diamonds Are Forever”, aunque para ello Moore tuviera que iluminar gran parte de sus escenas hasta T/5.6. Con esos diafragmas, al menos consigue que algunas escenas tengan cierto contraste e interés, al existir claroscuros en la imagen y fuertes separaciones entre las zonas en las que incide la luz y en las que no, pero también es cierto que en manos de Moore, que no era precisamente el más inspirado de los directores de fotografía asentados en Inglaterra, el aspecto es mayoritariamente aburrido y anodino. Lo mismo puede decirse del trabajo de Guy Hamilton en la puesta en escena, que desde luego no aporta nada y parece que recurre claramente a la segunda unidad para todas las escenas de acción.

Algunas secuencias ambientadas en el desierto están rodadas en noche americana, algo comprensible debido a su ambientación nocturna y la imposibilidad de iluminar espacios tan grandes, pero en general es un film formulaico y en absoluto destacable, sobre todo si es comparado con la película inmediatamente anterior en la serie, que pese a estar protagonizada por el que de lejos ha sido el peor Bond (George Lazenby), a nivel argumental y de puesta en escena continúa siendo uno de los mejores films que nos ha ofrecido en la pantalla el emblemático personaje de Ian Fleming.

Título en España: Diamantes para la Eternidad
Año de Producción: 1971
Director: Guy Hamilton
Director de Fotografía: Ted Moore, BSC
Ópticas: C-Series de Panavision, Angenieux 50-500mm T5.6
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Otros: efectos visuales a cargo de Albert Whitlock y Wally Veevers [BSC]. Fotografía de segunda unidad de Harold Wellman [ASC].

Vista en HDTV

© Ignacio Aguilar, 2018.



Language / Idioma