Adaptación cinematográfica de la obra musical de Joseph Stein, quien a su vez adaptaba historias de Sholom Aleichem, que tiene como protagonista al lechero (Topol, en estado de gracia) de Anatevka, un pequeño pueblo ucraniano de comienzos del siglo XX, de población judía, que tiene que sufrir en sus propias carnes como sus tres hijas mayores desean casarse por amor en contra de sus deseos y de la tradición, que dicta que los matrimonios deben arreglarse a través de una casamentera y con la aprobación previa del padre de la novia. Y por si todos estos males fueran pocos, el antisemitismo en la Rusia imperial comienza a amenazar también su existencia. Dirigida por el canadiense (y “no judío”) Norman Jewison, “Fiddler on the Roof” es un excelente musical, con algunos grandes y famosos números (“Tradition”, “If I Were a Richman”, entre otros, adaptados para el cine ¡por John Williams!), pero con una historia tragicómica que funcionaría probablemente también (y tan bien) fuera del género. Norma Crane, Leonard Frey, Paul Mann, Paul Michael Glaser y Ray Lovelock, entre otros, conforman el reparto.
El director de fotografía fue el británico Oswald Morris [BSC], que ganó el Oscar por su trabajo en este film. Curiosamente, aunque trabajó todo tipo de géneros (e incluso las marionetas, ya que se retiró después de rodar “The Dark Crystal” en 1982), sus otras dos nominaciones también se adscriben al musical: “Oliver!” (Carol Reed, 1968) y “The Wiz” (Sidney Lumet, 1978). Morris es uno de los directores de fotografía ingleses más reputados de la historia, con colaboraciones muy interesantes con John Huston, desde “Moulin Rouge” (1952) hasta “The Man Who Would be King” (1975), pasando por “Moby Dick” (1956), “The Roots of Heaven” (1958) o “The MacKintosh Man” (1973), o con Sidney Lumet, para el que rodó la memorable “The Hill” (1964), “Equus” (1977) o la citada “The Wiz” (1978) e incluso “Just Tell Me What You Want” (1980), además de trabajos con Ronald Neame como la también musical “Scrooge” (1970), el thriller “The Odessa File” o clásicos como “Sleuth” (Joseph Mankiewicz, 1972) o incluso la “Lolita” (1962) de Stanley Kubrick, director con el que Morris no tuvo buena relación por sus intromisiones en la fotografía.
“Fiddler on the Roof” fue rodada en Yugoslavia con diseños (muy buenos) de Robert F. Boyle; el escenario otorga estupendos y casi idílicos paisajes para rodar esta historia, mientras que las construcciones encajan a la perfección con lo que el espectador espera de un pueblo de la Rusia zarista: auténticas y primitivas. Seguramente, algunos años atrás, “Fiddler on the Roof” hubiera sido el tipo de película rodada en 65mm, pero ya entrados en los 70, la decadencia de los grandes formatos hizo u obligó a los cineastas a rodar en formato 35mm anamórfico para componer (muy bien, con muchos personajes) a lo ancho, con lentes Panavision C-Series pero sobre todo, el zoom frontal Panafocal y algunos zooms adaptados al anamórfico, que por la época, seguramente fueran Angenieux. El film, estéticamente, destaca por muchos motivos, pero entre ellos se encuentra la decisión de los cineastas de buscar tonos cálidos y terrosos para el grueso de la narrativa. A fin de proporcionárselos a Norman Jewison, Oswald Morris rodó casi todo el film con una media marrón sobre los objetivos. Esa media, muy fina, difuma un poquito la imagen, aportando suavidad y un poco de halo o “glow” sobre las altas luces (algo muy evidente en los exteriores diurnos) al tiempo que su color marrón hace que la imagen sea más cálida, pero sin llegar al punto de que los cielos sufran. En algunas escenas nocturnas se aprecia bien cómo Oswald Morris cambia de técnica de filtraje, ya que en lugar de la media, este tipo de escenas evidencian mucho más el uso de algún ligero filtro “Fog” o bien, algún Low-Contrast. Curiosamente, en algunos momentos puntuales (como en la escena de petición de mano de la tercera hija de Topol, en el puente, así como en un flashback), se evidencia perfectamente la trama de la media en pantalla, bien por ir demasiado angular, demasiado cerrado de diafragma o por el uso del contraluz.
Pero más allá de las decisiones técnicas y de cómo afectan al estilo, lo más interesante de la película es el estilo para entonces moderno que emplea Oswald Morris, que se muestra casi como un seguidor de un pionero como su colega británico David Watkin (más joven que Morris), por el empleo de una luz mucho más suave de lo aún habitual en la época, o de su contemporáneo Geoffrey Unsworth, quien por aquélla época ensayaba también con los filtros de niebla y el humo y potenciaba las cualidades pictóricas de largometrajes como “Cromwell” (Ken Hughes, 1970) o especialmente, “Cabaret” (Bob Fosse, 1972). Los exteriores de Oswald Morris en “Fiddler on the Roof” prácticamente nunca evidencian la utilización de una luz de relleno tradicional en exteriores, bien porque Morris utiliza poca o bien porque cuando lo hace (y generalmente, lo hace) se trata de luz rebotada o de aparatos muy filtrados, en contra de los criterios de la época y la teoría del “arco a 45 grados” que todavía imperaba en este tipo de producciones. Por eso sus exteriores aunan la belleza de la localización, con la estilización del filtro y el realismo de la fotografía, que realza lo que tiene que realzar pero siempre de un modo más o menos invisible. Y por supuesto, la filosofía general de iluminación de los interiores diurnos es muy interesante. Aunque no del todo perfeccionada, la técnica que emplea Morris es la de una única fuente de luz lateral que hace las veces de luz solar entrando en las estancias. A su vez, Morris emplea una luz base suave y plana, que es probable que deje entre el gris medio y una ligera subexposición, mientras que sus luces principales están claramente por encima del gris medio, de tal manera que parece que iluminan aún más de lo que lo hacen. La técnica, que años después sería predominante, decimos que aquí aún no está del todo perfeccionada por Morris usa esa única fuente de luz como una luz casi dura (o poco filtrada), de tal manera que aunque siempre le queda muy bien, abre paso a sombras de los personajes en los interiores, a veces demasiado marcadas en las paredes como para ser creíbles.
El trabajo de Oswald Morris es tan bueno que incluye una secuencia (el previo a la boda) rodada majestuosamente en la hora mágica mientras las decenas de personajes en pantalla portan velas (con llamas gigantes, seguramente de triple mecha) que iluminan por lo menos un poco la escena, lo cual es muy meritorio rodando en anamórfico y con una emulsión de 100 ASA como lo era la Kodak 5254. Y por supuesto, el británico, el equipo de arte, vestuario y maquillaje se luce al completo en la escena del sueño del personaje de Topol, ya que la misma, rodada en estudio, incluye a fantasmas y personas “vivas” en una escala de grises que afecta incluso a los rostros, y que a pesar de la presencia de leves colores en los fondos, en un noventa por ciento luce intencionadamente como si fuera un onírico blanco y negro. De tal manera que, a pesar que la celebración de la boda se supone que es un exterior nocturno y está rodado de manera obvia en interiores de estudio, en el conjunto y su elevado grado de perfección es algo que se perdona de forma sencilla a los cineastas, ya que además de todo lo anterior, Morris se permite el lujo de ir marcando en pantalla las estaciones del año en que sucede la historia, identificando como es obvio el frío invierno (en el que desaparece la media y se sustituye por filtros “Fog”) con el momento en que los judíos son expulsados de Rusia en el triste final de la historia. Pero por el camino, además de un gran musical, queda por supuesto un enorme trabajo de Oswald Morris, probablemente el mejor y más inspirado de su carrera.
Título en España: El Violinista en el Tejado
Año de Producción: 1971
Director: Norman Jewison
Director de Fotografía: Oswald Morris, BSC
Ópticas: Panavision C-Series, Panafocal, Angenieux
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Premios: Oscar a la mejor fotografía, BAFTA, British Society of Cinematographers (nom)
Vista en Blu-ray
© Ignacio Aguilar, 2022.