Killers of the Flower Moon
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Killers of the Flower Moon

Adaptación cinematográfica de un libro de David Grann, producido por Apple con un enorme presupuesto de doscientos millones de dólares, con los que durante también más de doscientos minutos de proyección Martin Scorsese adentra al espectador en la historia de los indios Osage, unos nativos americanos que encontraron petróleo en sus tierras. Y como consecuencia de la aparición del oro negro, llegó el hombre blanco a sus dominios para corromperlo todo. Robert De Niro interpreta a Bill Hale, un hombre influyente que vive en esas tierras, mientras que Leonardo Di Caprio es su tozudo sobrino, que se casa con una joven india (Lily Gladstone) por influencia del tío, que ansía, eliminando a toda su familia, quedarse con el dinero que poseen. Ello tiene muchas ramificaciones, entre ellas, la aparición en escena del FBI, que decide investigar los crímenes después de una denuncia cuando los mismos son absolutamente aparentes. Lo que a priori debería de ser una historia con mucho interés se convierte en una película de un ritmo muy errático y plomizo, que exige mucha paciencia al espectador hasta que la historia arranca de verdad, pero ni siquiera en su parte final -que además es más convencional- vuela demasiado alto, excepto, curiosamente, en un epílogo que cambia absolutamente de estilo con respecto a todo lo visto anteriormente. Y ello es una lástima, porque el talento delante y detrás de las cámaras es descomunal, pero las larguísimas tres horas y media de proyección se sienten minuto a minuto, mientras se tiene la sensación de que lo mismo podría haberse contado (mejor) en mucho menos tiempo.

El director de fotografía es el mexicano Rodrigo Prieto [ASC, AMC], quien en la última década se ha convertido sin duda en el favorito de Martin Scorsese, tomando el relevo de Robert Richardson, con colaboraciones en cine con “The Wolf of Wall Street” (2013), “Silence” (2016), “The Irishman” (2019) -fue candidato al Oscar por ambas- y el presente título, además del cortometraje “The Audition” (2015). Prieto es ya un veterano de la industra americana, a la que llegó poco después del éxito de “Amores Perros” (Alejandro G. Iñárritu, 2000). Con el propio Iñárritu trabajó también en “21 Grams” (2003), “Babel” (2006) y “Biutiful” (2010), aunque fue su trabajo en “Frida” (Julie Taymor, 2002), “8 Mile” (Curtis Hanson, 2002), “Alexander” (Oliver Stone, 2004), “Brokeback Mountain” (Ang Lee, 2005), su primera nominación al Oscar, o “Los Abrazos Rotos” (Pedro Almodóvar, 2009), los que le llevaron al estrellato. Después, trabajó también en “Argo” (Ben Affleck, 2012), “Passengers” (Morten Tyldum, 2016) o, más recientemente, en “Barbie” (Greta Gerwig, 2023), lo que -cuando menos de cara a la industria- le convierte probablemente en el director de fotografía del año, algo que quién sabe si puede llevarle a seguir el camino de compatriotas como Guillermo Navarro, Emmanuel Lubezki o Alfonso Cuarón, galardonados en los últimos tiempos con el Oscar a la mejor fotografía.

“Killers of the Flower Moon” tiene un aura de cine de antaño, con ecos de Terrence Malick (“The New World”) y sobre todo, de Paul Thomas Anderson (“There Will Be Blood”), lo cual no es para nada extraño teniendo en cuenta que el diseñador de producción de la película es Jack Fisk, habitual de ambos cineastas y especialista en este tipo de recreaciones de época. La reconstrucción de época es extraordinaria y es, sin ningún género de duda, uno de los puntos fuertes de una película que, guste o no, es intachable en este aspecto. Y Rodrigo Prieto y Martin Scorsese rinden tributo a dichos diseños rodando el film, acertadamente, en celuloide, si bien algunas escenas -parece ser que crepúsculos y quizá algún momento de bajos niveles de intensidad de luz en exteriores noche- fueron rodadas con la Sony Venice para aprovechar su alta sensibilidad (2500 ASA) en dichas circunstancias (en “The Wolf of Wall Street” y en “Silence”, Prieto recurrió a la Arri Alexa para las secuencias nocturas). Y además, “Killers of the Flower Moon” es uno de los pocos films de Scorsese rodados íntegramente en formato anamórfico (los anteriores fueron “Cape Fear”, “Bringing Out The Dead” y “Silence”, mientras que “The Wolf of Wall Street” era una continua mezcla de formato anamórfico y de lentes esféricas). En este caso, las lentes escogidas son las de última generación de Panavision, las “T Series”, que enfocan más cerca que modelos previos y fueron diseñadas como una alternativa moderna -solo para sensores digitales- a las clásicas “C Series”, aunque su rendimiento es extraordinario y posteriormente Panavision las ha adaptado para cámaras de celuloide e incluso cámaras digitales Full Frame, como la Arri Alexa Mini LF.

Como cabía esperar, por el presupuesto y por estar Martin Scorsese detrás de las cámaras, “Killers of the Flower Moon” está rodada de manera muy vistosa: hay planos aéreos, planos desde grúa en mitad de multitudes, Steadicam e incluso largos planos secuencia que la emplean para ir de una estancia a otra en interiores. Pero no son planos que únicamente resulten vistosos, sino que también se muestra ingenio tras los mismos, por lo que Scorsese se muestra en buena forma creativa superados los 80 años de edad. Por su parte, Rodrigo Prieto aprovecha muy bien la férrea paleta de color creada por Jack Fisk y la diseñadora de vestuario Jacqueline West, con muchos negros, marrones, tonos ocres en general y algunos verdes, lo cual ya de por sí retrotrae a la época y hace que el aspecto de la película resulte muy elegante. Y sobre todo, lo que hace Prieto es una iluminación de alto contraste, algo que se percibe especialmente en los interiores: en los diurnos, siempre justificándola en las ventanas, deja que gran parte de los fotogramas se vayan a la penumbra y únicamente haya luz en aquéllos lugares en los que la luz incide de forma directa. A veces, mediante luz dura que imita los haces de luz solar u otras, mediante luz suave o bien, una combinación de las dos. En los interiores nocturnos, la luz casi siempre es cenital y también muy suave, con mucho contraluz, pero también es contrastada porque incide sobre los rostros de los personajes y, como casi siempre van vestidos de negro, marrón o tonos oscuros, sus rostros son lo que más destaca de cada uno de los fotogramas. En los exteriores, se aprecia claramente el empleo de palios, sedas y materiales de difusión en general tanto para controlar la luz como para suavizar el sol, por lo que el aspecto general, más que realista, es muy moderno, pulido y sofisticado, casi en el extremo opuesto de Vilmos Zsigmond en «Heaven’s Gate«, que apostaba por una aproximación brumosa, suave y romántica, con la «imperfección» como medio para trasladar a la época.

En parte, esa es también la mayor crítica que se le puede hacer a la que, por otro lado, es una muy buena fotografía, que sin embargo, carece de la espontaneidad de las citadas “The New World” (Emmanuel Lubezki) o “There Will Be Blood” (Robert Elswit). Rodrigo Prieto lo hace muy bien, pero opta por una línea de “perfección” más a lo Roger Deakins, con menos espacio -parece- para la improvisación, imponiendo un estilo muy férreo que también es bonito y pone de manifiesto su versatilidad como director de fotografía; basta con ver las grandes diferencias estilísticas que existen respecto a ”Barbie”, que en muchos aspectos es un film opuesto en lo visual a la película de Martin Scorsese. Incluso a nivel narrativo, los cineastas se esfuerzan en crear un aspecto diferente para la segunda mitad de la película; donde en la primera parte encontramos una paleta de color que, como decíamos, es restringida, con cierta imitación de procesos de color como los Autochromes y los Photocromes, que producen virajes de ciertos tonos, pero con una saturación normal, en la segunda mitad el contraste es aún mayor y el color está reducido en post-producción, creando una especie de “ENR” o Bleach-by-pass digital que se ajusta bien a lo que se está contando en pantalla, para pasar a una paleta rica y llena de colores rojos en el epílogo. Los resultados, por consiguiente, son muy buenos, aunque como el propio film, quizá sean algo fríos y no enamoren, por más que la representación de la época y el nivel técnico, con la mezcla de celuloide y digital, sean muy elevados (con la excepción del primer plano de Leonardo Di Caprio y otro de Robert De Niro en el juicio, curiosamente, demasiado sobreexpuestos, sobre todo el de Di Caprio). El material tipo “newsreel” en blanco y negro fue rodado con una cámara manual Bell & Howell propiedad de Scorsese.

Título en España: Los Asesinos de la Luna
Año de Producción: 2023
Director: Martin Scorsese
Director de Fotografía: Rodrigo Prieto, ASC, AMC
Ópticas: Panavision T-Series
Emulsión: Kodak 5203 (50D), 5207 (250D), 5219 (500T), Kodak Double-X 5222 (200T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision) + Sony Venice (X-OCN) + Phantom (High Speed), 2.39:1

Vista en HDTV 4K HDR

© Ignacio Aguilar, 2023.



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