Panavision T Series
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Vuelta de tuerca del clásico de Sidney Lumet "12 Angry Men" (1957), a cargo del veteranísimo Clint Eastwood, que tiene como protagonista a Justin Kemp (Nicholas Hoult), un hombre que está a punto de ser padre junto a su esposa (Zoey Deutch). Cuando queda poco tiempo para que ésta de a luz a su hijo, es convocado para ejercer como jurado en un caso de asesinato. La víctima, tras haber discutido con su pareja (Gabriel Basso) en un pub, había aparecido golpeada entre unas rocas, junto a la carretera. Es entonces cuando Justin comienza a pensar que, quizá, la misma noche en que murió la mujer, él mismo, que estuvo en ese mismo pub, quizá no tuvo un accidente con un ciervo, como pensaba, enfrentándose pues a un dilema moral sobre si debe dejar que se condene a un inocente o bien, entregarse por lo sucedido. La premisa de la película, prácticamente un improbable caso de laboratorio, no impide su disfrute global, gracias al ejercicio de clasicismo del que Eastwood impregna a la película, con una puesta en escena muy sencilla y concisa y, en general, al buen trabajo actoral (con una destacable Toni Collette como la fiscal del caso, aunque J.K. Simmonds tenga poco tiempo en pantalla). Sin embargo, algunas lagunas del guión -atención al momento de la búsqueda en Google- lastran demasiado a una película que, a pesar de su interés y su eficacia, no pertenece a los grandes títulos de la filmografía de su director.

Adaptación cinematográfica de un libro de David Grann, producido por Apple con un enorme presupuesto de doscientos millones de dólares, con los que durante también más de doscientos minutos de proyección Martin Scorsese adentra al espectador en la historia de los indios Osage, unos nativos americanos que encontraron petróleo en sus tierras. Y como consecuencia de la aparición del oro negro, llegó el hombre blanco a sus dominios para corromperlo todo. Robert De Niro interpreta a Bill Hale, un hombre influyente que vive en esas tierras, mientras que Leonardo Di Caprio es su tozudo sobrino, que se casa con una joven india (Lily Gladstone) por influencia del tío, que ansía, eliminando a toda su familia, quedarse con el dinero que poseen. Ello tiene muchas ramificaciones, entre ellas, la aparición en escena del FBI, que decide investigar los crímenes después de una denuncia cuando los mismos son absolutamente aparentes. Lo que a priori debería de ser una historia con mucho interés se convierte en una película de un ritmo muy errático y plomizo, que exige mucha paciencia al espectador hasta que la historia arranca de verdad, pero ni siquiera en su parte final -que además es más convencional- vuela demasiado alto, excepto, curiosamente, en un epílogo que cambia absolutamente de estilo con respecto a todo lo visto anteriormente. Y ello es una lástima, porque el talento delante y detrás de las cámaras es descomunal, pero las larguísimas tres horas y media de proyección se sienten minuto a minuto, mientras se tiene la sensación de que lo mismo podría haberse contado (mejor) en mucho menos tiempo.

Quinta entrega de las aventuras de Indiana Jones, el personaje creado por George Lucas y Steven Spielberg para “Raiders of the Lost Ark” (1981), con continuaciones como “The Temple of Doom” (1984), “The Last Crusade” (1989) e “Indiana Jones and the Kingdom of Crystal Skull” (2008), todas ellas dirigidas por Steven Spielberg. En esta ocasión, el veterano cineasta le cede los mandos al realizador James Mangold (“Ford Vs. Ferrari”), aunque el protagonista sigue siendo Harrison Ford, quien contaba con 78 años en el momento del rodaje en 2020. El argumento, ambientado en 1969, justo cuando Indiana se jubila de sus clases, gira en torno a la búsqueda (cómo no) de un artefacto diseñado por Arquímedes, que teóricamente, podría permitir los viajes en el tiempo a quien tuviera las dos partes en que se divide en su poder. Y también, cómo no, un antiguo nazi (Mads Mikkelsen), que ahora trabaja en el programa lunar estadounidense, se encuentra tras la pista del mismo. A fin de encontrarlo, Indy será acompañado en esta ocasión de Helena (Phoebe Waller-Bridge), hija de un antiguo colega del arqueólogo (Toby Jones), así como del joven Teddy (Ethann Isidore). A pesar de todos los esfuerzos por conseguir recuperar el tono de la trilogía original, así como de crear una película de aventuras entretenida y para todos los públicos, el ejercicio que mejor le funciona a los cineastas es el de la nostalgia de ver a Harrison Ford de nuevo en la piel de Indiana Jones, pues los resultados son (en el mejor de los casos) más bien discretos, comenzando por un guión muy errático y terminando con una ejecución que resulta manifiestamente mejorable, algo de lo que ya adolecía la cuarta entrega de la saga, que es con la que desgraciadamente guarda más similitudes esta quinta. Thomas Kretschmann y Antonio Banderas tienen papeles muy secundarios en el film.

Biopic del famoso cantante norteamericano, muy bien interpretado por Austin Butler, que generalmente está narrada bajo el punto de vista (aunque sin ser estrictos respecto al mismo) del que fuera su manager, el polémico Coronel Tom Parker (Tom Hanks). El argumento es bien conocido: el film arranca ya con el Elvis Presley adulto, un chico de familia de escasos recursos, que comienza a tener éxito en el mundo de la música y que ofrece prodigiosos y polémicos conciertos, hasta que es reclutado por Tom Parker, quien le lleva a ser una celebridad en todo EEUU pero también parece que podría estar excediéndose en su porcentaje de ganancias y en la forma en que dirige hacia el estrellato la carrera de Elvis. Pero tras su matrimonio con Priscilla (Olivia DeJonge), comienza un aislamiento y decadencia hasta sus últimos días. Baz Luhrmann, cineasta australiano conocido por películas como “Romeo + Juliet” o “Moulin Rouge!”, más que una biografía al uso, en la que parece poco interesado, construye una larga película en la que lo que más importancia tienen son los conciertos de Elvis, por encima de casi cualquier otra consideración. De manera que como espectáculo, este “Elvis” puede resultar interesante, aunque como retrato del cantante, quizá el antiguo telefilm de John Carpenter con Kurt Russell, que data de 1979, sea una mejor aproximación al Rey del Rock.

Segunda adaptación cinematográfica de la obra musical de Arthur Laurents, con música de Leonard Bernstein y letras de Stephen Sondheim, que se estrena sesenta años después de la primera, a cargo de Robert Wise y el coreógrafo Jerome Robbins. En esta ocasión, Steven Spielberg y su equipo habitual se encuentran tras las cámaras de la consabida historia: la rivalidad entre los Jets y los Sharks, que habitan en el decadente West Side de Nueva York, se ve salpicada por la repentina historia de amor entre Tony (Ansel Elgort), uno de los líderes de los Jets, y María (Rachel Zegler), la hermana del jefe de los Sharks (David Álvarez). Spielberg no ha actualizado la época, que sin estar determinada parece que sigue siendo la primera parte de la década de los 60, de manera que, en esencia, más allá de alterar el orden de algunos números, se trata casi prácticamente de la misma película, con una estructura muy parecida, siendo el principal cambio, del de los escenarios, quizá, la presencia de Rita Moreno (la Anita original) en un papel no existente en la película de 1961 y que, como el propio film en sí, apenas aporta con respecto al mismo. Por supuesto, los números musicales están muy bien filmados por Steven Spielberg y existen numerosos momentos virtuosos en los que la cámara o las coreografías destacan mucho… pero no es que todo suene y parezca que se haya visto antes, sino que de hecho, es precisamente lo que ha ocurrido, sin que la falta de interés de la historia de amor principal, el mayor problema de la película de Robert Wise, se solucione con esa nueva versión. Ariana DeBose es quizá lo mejor de la película como la nueva Anita.

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