Hill
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Continuación de la película original de 1982, que repite realmente paso a paso su mismo esquema, por lo que tampoco es desproporcionado considerarla más bien un remake que una secuela. La trama vuelve a reunir a un policía pendenciero (Nick Nolte) y a un presidiario (Eddie Murphy) para que juntos puedan desenmascarar un caso de corrupción policial, mientras un peligroso grupo de moteros les persiguen y tratan de matarles. La química entre Nolte y Murphy (una de las mayores estrellas de la época, que en esta ocasión está acreditado por encima de su compañero de reparto) continúa siendo buena, pero la trama es demasiado débil e insulsa y toda la investigación y lo que ocurre en pantalla importa más bien poco. Puede que a ello contribuya que la película fue objeto de severos cortes antes de su estreno por parte del estudio (Paramount), pero ello hace que el film resulte demasiado rutinario, descafeinado y netamente inferior a su modelo.

Emblemática buddy-movie, que representa con respecto a dicho género lo mismo que “The Texas Chainsaw Massacre” (1974) o “Halloween” (1978) al del psycho-killer: un policía bebedor, fumador y malhumorado (Nick Nolte) debe asociarse con un simpático presidiario (Eddie Murphy) al que saca de la cárcel expresamente para ayudarle a capturar a sus antiguos socios. Por supuesto, la colisión racial y de personalidad entre ambos hombres es uno de los temas de la película, que por suerte no pierde demasiado el tiempo en escenas superfluas y ofrece además un buen número de escenas de acción, todas ellas muy bien resueltas y bien montadas. Quizá lo peor de la película sea precisamente lo mucho que ha sido imitada su fórmula con posterioridad, lo cual desde una perspectiva contemporánea la hace menos fresca de lo que fue, si bien la buena química entre los actores y el estilo absolutamente artesanal de la producción continúan siendo valores apreciables. Annette O’Toole, Brion James, James Remar y David Patrick Kelly forman el reparto de secundarios de uno de los films más populares de Walter Hill.

Debut en la dirección del hasta entonces guionista Walter Hill, con la que el que también es co-productor de toda la saga de “Alien” inició una curiosa e interesante carrera como realizador, que le llevaría a ser el artífice de algunos títulos emblemáticos de finales de los 70 y principios de los 80, como “The Warriors”, “48 Hrs” o “Streets of Fire”. En esta ocasión, a tenor de los créditos, parece que Hill se hizo con una historia ajena y reescribió el guión, con un argumento ambientado en la época de la gran depresión y que tiene como protagonista a un hombre de pocas palabras (Charles Bronson) que, a través de un corredor de apuestas (James Coburn), se adentra en el mundo de la lucha para ganar un poco de dinero y salir adelante. No es una gran historia, ni particularmente emocionante, pero el conjunto es una pequeña película sin pretensiones, bien realizada y bien interpretada, con cierta melancolía producida por los personajes (en su mayoría perdedores) que aparecen en pantalla, que se deja ver con interés y agrado. La mujer de Bronson, la británica Jill Ireland, Strother Martin y Margaret Blye completan el reparto. El entonces montador de Sam Peckinpah y futuro realizador Roger Spottiswoode se encargó de las labores de edición.

Cine de los años 80 en estado puro, en la que Walter Hill, con producción a cargo de Lawrence Gordon y Joel Silver, retoma algunos de los temas de “The Warriors” y los traslada a los moteros y el rock: un mercenario (Michael Paré) es contratado por el manager (Rick Moranis) de una cantante (Diane Lane) –que además es ex-novia del mercenario- para que la libere de sus captores, un grupo de peligrosos moteros que habitan en su propio y peligroso ghetto. Con la ayuda de una mujer (Amy Madigan) acudirá en su busca enfrentándose a Raven (Willem Dafoe), el peligroso líder de la banda. Se trata de una de esas películas en las que si se analiza su argumento o giros de guión todo caería como un castillo de naipes, pero gracias a la forma en que Walter Hill crea y dirige el universo de la película, ocurre el mismo fenómeno que con la citada “The Warriors”: el film se convierte en un extraordinario entretenimiento en el que todas las piezas encajan a la perfección dentro de sus propias reglas y los personajes funcionan como iconos.

Un grupo de soldados de la Guardia Nacional de los Estados Unidos se encuentra realizando unas prácticas en los pantanos del estado de Louisiana. Tras desorientarse, deciden tomar prestadas unas canoas para cruzar una de las numerosas áreas húmedas del lugar, pero ello no se lo toman demasiado bien unos lugareños que deciden ir a por los soldados y darles caza. Perdidos, sin víveres ni agua, sin conocer el terreno y sin un líder, los soldados vivirán una auténtica pesadilla siendo presas de unos hombres desconocidos que no parecen tener otro fin más que el de acabar con sus vidas. Se trata de una de las películas más conseguidas del cineasta norteamericano Walter Hill, co-escrita con su habitual David Giler (ambos se encargaron de darle el toque final al guión de “Alien” (1979), de la que además fueron productores), que en ocasiones, por su brutalidad y ambientación en lo más profundo del sur de los Estados Unidos, ha sido comparada con la obra maestra de John Boorman, “Deliverance” (1972). Sea o no acertada la comparación, lo cierto es que especialmente el tramo final de “Southern Comfort” raya a un gran nivel, con una excelente administración del suspense por parte de Hill, siendo un film que sin duda va de menos a más a lo largo de su proyección. Peter Coyote, Keith Carradine, Powers Boothe, Brion James o Fred Ward son algunos de los populares rostros del reparto del film.

Adaptación de una novela de Sol Yurick, con guión co-escrito por el propio realizador Walter Hill, que tiene como protagonista a una banda juvenil de Nueva York que, junto con otras muchas bandas, acuden a un encuentro que termina con el asesinato a tiros de uno de los líderes principales. Los miembros de esta banda protagonista, en medio del tumulto, son acusados del crimen, y perseguidos desde el Bronx hasta Coney Island no solo por la policía, sino también por los miembros del resto de bandas que quieren vengar al líder fallecido. El argumento de “The Warriors” no da para extenderse demasiado, pero es una película muy apreciable especialmente por la puesta en escena y el vigor que le imprime Walter Hill, que retrata muy bien pasajes nocturnos desolados y coreografía un buen número de escenas de acción que recogen incluso la influencia del cine de Sam Peckinpah, del que Hill fue guionista en “The Getaway”.

Adaptación de un libro de James Sallis, que tiene como protagonista a un empleado de un taller de reparación de vehículos (Ryan Gosling), cuyas habilidades al volante le permiten realizar también otro tipo de trabajos: el de conductor especialista para rodajes cinematográficos, así como al servicio de atracadores, a los que espera y ayuda a huir en sus golpes. A través de su vecina (Carey Mulligan), cuyo marido acaba de salir de prisión, se ve envuelto en una peligrosa operación con unos mafiosos (Albert Brooks y Ron Perlman) que desencadena una espiral de violencia. El debut americano del cineasta danés Nicolas Winding Refn, premiado como mejor director en el festival de cine de Cannes, es un thriller violento, de desarrollo y situaciones en ocasiones extrañas, con ocasionales arranques líricos y un notable uso de la banda sonora y canciones escogidas para la ocasión, lo que lo convierte en una propuesta que dificilmente deja indiferente a pesar de su irregularidad y alternancia de instantes brillantes con otros ridículos. Cintas como "Per un Pugno Di Dolari" (Sergio Leone, 1964), "Le Samurái" (Jean-Pierre Melville, 1967) o "The Driver" (Walter Hill, 1978) también son una más que evidente inspiración, tanto a nivel temático, como argumental o incluso en el retrato del personaje protagonista, muy bien encarnado por Ryan Gosling.

Guión que parece ser que originalmente fue escrito para Steve McQueen, en el que sería uno de los múltiples papeles que rechazó en este período, que tiene como protagonista a un solitario conductor (Ryan O´Neal) especializado en facilitar la huida de delincuentes tras haber cometido algún tipo de robo o atraco, tras cuya pista está un neurótico policía de Los Ángeles a través de una misteriosa mujer (Isabelle Adjani). Gran parte de los elementos de “The Driver” aparecen –cómo fácilmente se puede adivinar- en la moderna “Drive” (Nicolas Winding Refn, 2011), que los toma sin piedad de este film de Hill, que ni es uno de sus trabajos más inspirados –como no lo fue la elección final de O´Neal, en un papel que requería un actor más duro- ni de sus más interesantes, pero aún así cuenta con un buen número de secuencias de acción al estilo clásico que justifican al menos un visionado.

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