Adaptación de una novela de John Updike, con la que debutó en Hollywood (si exceptuamos su participación en un episodio de «Twilight Zone: The Movie») el cineasta australiano George Miller, conocido por aquél entonces por su trabajo en la trilogía original de «Mad Max«. El film, que no tiene un género definido pero podría calificarse como una comedia sobrenatural, narra la historia de tres mujeres (Cher, Susan Sarandon y Michelle Pfeiffer) de un pequeño pueblo en norteamerica que quedan prendadas del misterioso nuevo habitante (Jack Nicholson) de una mansión local, que parece poseer unos extraños poderes. El film, un gran éxito en su momento, deja sin embargo mucho que desear: desde la interpretación de Nicholson (que, sin control alguno, toma lo peor de su personaje en «The Shining» mientras anticipa su rol de Joker en «Batman» de Tim Burton), a la escasa gracia en general del conjunto. Solo la media hora final, algo más desenfadada, eleva un poco un conjunto que, por los nombres implicados (incluso la música es de John Williams), podría y debería haber dado mucho más de sí. Veronica Cartwright y Richard Jenkins aparecen en papeles secundarios.

El director de fotografía fue el húngaro Vilmos Zsigmond [ASC], uno de los directores de fotografía más importantes del cine norteamericano de su tiempo (estuvo activo entre principios de los años 60 hasta la década del 2010), pero sobre todo, de los años 70 y 80. Tras haberse iniciado en el mundo del cine de la mano de producciones de bajo presupuesto, fue su colaboración con Robert Altman -«McCabe and Mrs. Miller» (1971), «Images» (1972) y «The Long Goodbye» (1973)- la que le hizo famoso y empezar a acumular premios y menciones; después vendrían «Deliverance» (John Boorman, 1972), «The Sugarland Express» (Steven Spielberg, 1974) y «Close Encounters of the Third Kind» (Steven Spielberg, 1977), por la que obtuvo el Oscar a la mejor fotografía tras un rodaje muy complicado. De su asociación con Michael Cimino vendrían «The Deer Hunter» (1978) y «Heaven’s Gate» (1980), su obra maestra, mientras que también hizo cuatro películas con Brian de Palma («Obsession«, la maravillosa «Blow Out«, «Bonfire of the Vanities» y «The Black Dahlia»), otras cuatro con Mark Rydell («Cinderella Liberty», «The Rose», «The River» e «Intersection»), tres con Woody Allen («Melinda and Melinda», «Cassandra’s Dream», «You Will Meet a Tall Dark Stranger») o dos con Richard Donner («Maverick» y «Assassins»).

La fotografía de «The Witches of Eastwick», desgraciadamente, no está entre los mejores trabajos de Vilmos Zsigmond. Es una película con cierto aire sofisticado, realizada con solvencia y con oficio, pero en la que nunca jamás aparece un atisbo de inspiración, o ni siquiera, un esfuerzo evidente por ir algo más allá de lo que a priori demandaba el material en el que se basa. En algunos aspectos, es una película típica del director de fotografía húngaro, pues por ejemplo, está rodada principalmente con lentes zoom en formato anamórfico, que era una de las cosas que le gustaba hacer a Zsigmond en una época en la que ya era raro de ver. Ello, como siempre, le permite hacer zooms in o zooms out, generalmente ocultos entre otros movimientos de cámara, pero le obligaba a iluminar con altos niveles (entre T4.5 y T5.6, a 400 ASA) y, aún así, el rendimiento de los zooms (los Super Panazoom Cooke) deja mucho que desear, lo que se evidencia cuando por el empleo de multicámaras o por el uso de niveles más bajos de iluminación, se recurre puntualmente a ópticas de focal fija, cuya calidad de imagen es muy superior.

Después del fracaso de «Heaven’s Gate», Zsigmond empezó a rodar sus películas sin o casi sin difusión, pero bien sea por el uso de un ligero filtro, por el de los zooms, o por el flasheado que tanto le gustaba, «The Witches of Eastwick» tiene una apariencia general de bajo contraste, poca saturación y un aspecto algo plano en general, independientemente de la emulsión empleada (a las clásicas 5247 y 5294, se le añadió la entonces novedosa 5297 de 250 ASA, con balance para luz día). Podría entenderse que lo que planteaba el húngaro era el escenario ideal para favorecer a sus tres actrices principales. Si bien es cierto que el director de fotografía pone cierto cuidado con las mismas, tampoco se aprecia un esmero especial (más allá del vestuario y caracterización) y es probable que el uso de multicámaras tampoco ayude en exceso a la hora de retratar a las actrices. Zsigmond era además un director de fotografía de un estilo más bien clásico, al que le gustaba además emplear la luz dura (cosa que hace mucho en este film), pero al contrario que otros veteranos que seguían usándola en los años 80 como se hacía en los años 50, los trabajos del director de fotografía de «Close Encounters» solían ser más realistas. Algo de eso hay en «The Witches of Eastwick», puesto que existe un cierto apego a la realidad, pero con las mezclas de temperaturas de color, la introducción de contraluces sobre los intérpretes y la mayor estilización en la mansión de Nicholson, o bien incluso cuando aparecen efectos de lluvia o viento, el film alcanza cotas mayores de estilización a pesar de que el aspecto general es algo blando y poco interesante.

Además, Vilmos Zsigmond tenía que integrar en su metraje múltiples efectos visuales, todavía en la época en que estos se llevaban a cabo a través de efectos ópticos, sin intervención de ordenadores o imágenes digitales. Aunque estos son de Industrial Light & Magic (ILM), resultan bastante evidentes, con algunos instantes como el del partido de tenis que resultan incluso algo ridículos desde una perspectiva actual. Desde un punto de vista fotográfico, al menos el rodaje de los mismos en VistaVision, como hacía siempre la empresa de George Lucas, asegura que no existe una degradación cada vez que entra en pantalla un efecto. Otras secciones de la película, especialmente las finales (como por ejemplo la secuencia con Nicholson en el coche mientras las brujas le practican vudú) están mucho más conseguidas, pero en general, tampoco es precisamente uno de los grandes trabajos de esta empresa. Los resultados globales, por lo tanto, son algo anodinos, algo en lo que posiblemente influyera que George Miller tuviera múltiples interferencias de los productores, lo que le llevó a distanciarse de Hollywood durante años. Quizá por ello tampoco volvió a trabajar con Vilmos Zsigmond, que junto con Allen Daviau en su episodio de «Twilight Zone», es el único director de fotografía fuera de sus habituales australianos (Dean Semler, John Seale o Andrew Lesnie, etc.) con los que ha trabajado este director (hasta que reclutase a Simon Duggan para «Furiosa»).
Título en España: Las Brujas de Eastwick
Año de Producción: 1987
Director: George Miller
Director de Fotografía: Vilmos Zsigmond, ASC
Ópticas: Panavision Super Panazoom Cooke, C-Series
Emulsión: Kodak 5247 (125T), 5294 (400T), 5297 (250D)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Vista en Blu-ray
© Ignacio Aguilar, 2025.